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Política

López Obrador-Trump: ¿relación en sintonía o choque de trenes?

Los mandatarios tendrán que encarar los puntos de disensión que han enrarecido el marco de las relaciones entre EEUU y México.

Madrid

"Felicitaciones a Andrés Manuel López Obrador por convertirse en el próximo presidente de México. Ansío mucho trabajar con él", tuiteó Donald Trump poco después que se conocieran los primeros resultados de los comicios presidenciales en México.

Y, en su discurso de victoria, López Obrador dijo que buscaría una "relación de amistad y de cooperación para el desarrollo" con el Gobierno de EEUU.

Unas declaraciones que vienen a rebajar el tono de lo que han sido las relaciones entre los gobiernos de sendas naciones desde la toma de posesión de Donald Trump. 

Tal vez incida en ello que ambos personajes comparten no pocos rasgos en común. A un carácter pugnaz, propenso a exabruptos y polémicas, se le suma el hecho de haber logrado movilizar las clases medias bajas y populares en un voto de castigo contra las elites políticas tradicionales. 

Y esto con la promesa de privilegiar a toda costa los intereses patrios. Al "EEUU primero" de Trump correspondería "la mejor política exterior es la interna" de López Obrador.

Sin embargo, un comentario del futuro mandatario mexicano puso en evidencia que la relación con su par estadounidense puede tensarse en cualquier momento: "Trump tuvo una actitud generosa de no mencionar el tema [el muro] porque si no se hubiese presentado una conversación muy incómoda y yo no lo iba a permitir". 

Puntos de fricción

La insistencia por parte de Trump en construir un muro en la frontera entre ambos países cuyo gasto corra a costa de México, ya ha sido vetada en ocasiones anteriores por López Obrador, quien ha sentenciado que los problemas sociales no se resuelven "con muros ni con el uso de la fuerza".

Otro aspecto que puede enfrentar pronto a ambos presidentes es el trato reservado a los migrantes mexicanos en EEUU. Es justamente esa franja de población desfavorecida, y obligada a abandonar el país, que López Obrador considera como objetivo prioritario de sus políticas y cuyos intereses se ha comprometido a defender.

Cuando en junio saltó a la luz el escándalo de los niños inmigrantes separados de sus padres, la mayoría de ellos mexicanos, el entonces candidato a la presidencia no dudó en tachar semejante política de prepotente y racista, exigiendo una intervención urgente de Enrique Peña Nieto.

Sin dudas, otro tema álgido será la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, EEUU y Canadá. 

EEUU está buscando reducir su déficit comercial con México mediante la limitación de las exportaciones agrícolas mexicanas y la imposición de aranceles. También está presionando para que los componentes estadounidenses tengan mayor cuota en la producción automovilística mexicana.

México, por su parte, intenta no solo frenar las exigencias de su vecino del norte en tales rubros, sino mejorar la situación de sus pequeñas y medianas empresas, el sector más dañado de su economía por la aplicación del tratado.

A esto se añade ahora la intención de López Obrador de incrementar la productividad del sector agropecuario y potenciar el mercado interno. Si la concreción de estos objetivos se fragua con políticas de corte proteccionista, entonces es más que probable el choque entre dos economías que estarían cerrándose mutuamente las puertas después de más de dos décadas de libre intercambio.

Y con Venezuela ¿qué?

Por último, queda por ver cuál será en lo adelante la postura de la Cancillería mexicana respecto a Venezuela. En los últimos años López Obrador ha marcado un distanciamiento con la última oleada del populismo de izquierdas en América Latina, llegando a considerar a Venezuela "un desastre". Sin embargo, esto no implica que bajo su presidencia México vaya automáticamente a tomar cartas en el asunto.

Varios escenarios se presentan aquí. Uno sería el respaldo del régimen venezolano. Algo muy poco probable pero no descartable. Otro radicaría en darle continuidad al rechazo ante la deriva autoritaria de Nicolás Maduro, lo cual caracterizó a la política regional de Peña Nieto.  

También entraña la posibilidad de que México decida actuar como mediador en el impasse venezolano, disponiendo del capital simbólico que le otorga el contar con un gobierno de izquierdas pero no afiliado al "Socialismo del Siglo XXI".

Quedaría, en última instancia, una lectura literal de "la mejor política exterior es la interna", es decir un repliegue aislacionista que daría la espalda a los asuntos regionales para solo concentrarse en la grave situación que atraviesa el país azteca. 

Obviamente, la connivencia con el régimen de Maduro se saldaría con encontronazos diplomáticos con EEUU. Aunque una mediación, según los contornos que adquiera la misma, tampoco estaría exenta de producir fricciones con el vecino norteño.

Por lo pronto, el próximo 13 de julio el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, viajará a México para reunirse con Peña Nieto y López Obrador. El encuentro tendrá como temas la migración, el comercio, la seguridad y la cooperación para el desarrollo. 

Será una primera toma de pulso de la relación que viene.

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