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Artes plásticas

Memorias del surrealismo

La exposición de Dalí que muestra el Museo Nacional de Bellas Artes es de lo mejor de este verano en La Habana.

La Habana

La sobria exposición de 95 grabados ―litografías, aguafuertes― de Salvador Dalí, en el Museo Nacional de Bellas Artes, se inscribe como uno de los mejores momentos de este verano en La Habana, y contrasta con la mediática imagen del excéntrico genio del movimiento surrealista del pasado siglo.

No solo por tratarse de una de las técnicas menos conocidas del pintor catalán, sino porque estas obras realizadas por encargo marcan sus años en Nueva York, y trazan una línea divisoria entre lo realizado antes y después de su estancia en Estados Unidos.

De la colección privada de Álex Rosenberg, experto neoyorquino, amigo de Dalí y curador de la muestra, procede la mayoría de lo expuesto, ejecutado entre 1934 y 1973, a lo que se suma el aporte de otros siete coleccionistas, como Joseph Nuzzolo, presidente de la Asociación Dalí en Nueva York.

Con afinado concepto y razonada articulación del espacio expositivo, el recorrido por la planta baja de la Sala Universal abarca seis series, en sucesión tanto cronológica como temática: "La divina comedia" (1960), "Los cantos de Maldoror" (1934), "Viaje fantástico" (1965), "Dalí interpreta a Currier y a Ives" (1971), "Memorias del Surrealismo" (1971) y "Las doce tribus de Israel" (1973).

Las obras

Corresponde a los 33 cantos del poema épico medieval escrito por Dante Alighieri, dar inicio a la ronda daliniana. El Purgatorio, segunda parte de "La divina comedia", referida a los siete pecados capitales, realizados por el artista de Figueres, en l960, por encargo, son de inocultable intención didáctica y de lo mejor expuesto.

Lejos del automatismo que imponían los procedimientos del surrealismo ortodoxo liderado por André Breton, Dalí despliega aquí su libre invención de personajes con una fuerte carga simbólica. Dotadas sus figuras de majestad hierática, de gran riqueza expresiva, trascienden lo anecdótico dantesco por la belleza inquietante del terror, el momento de espanto de la memoria humana, la soledad sin refugio.

En parecido talante surrealista, las composiciones de "Viaje fantástico" (1965), "Dalí interpreta a Currier y a Ives" (1971) y "Memorias del surrealismo" (1971), donde suma variopintas mariposas a su enigmático mundo de gavetas, esferas, lunas, relojes y teléfonos. Con síntesis cabal, Dalí se sustenta en fino, esencial dibujo que conserva el aura del temblor de la mano, la magia del buril desnudo en línea directa con el pensamiento.

Otra cosa son "Los cantos de Maldoror" (1934). Aquí el dolor, el lado oscuro de los sueños, lo ambiguo, violento y sobre todo imprevisible: es lo más legítimamente surrealista de la muestra si conocemos que el pintor sería expulsado de este movimiento artístico en 1935.

En la convergencia de las perspectivas que proyectan sombras alargadas, "Las doce tribus de Israel" (1973), es lo más convencionalmente daliniano de la muestra.

Persona

Pintor, escritor, diseñador, showman y uno de los pilares de la vanguardia del siglo XX junto a Picasso, Matisse, Miró, Lam… Salvador Dalí (1904-1989) nació en Figueres, Girona. Impresionista, cubista, dadaísta, surrealista y finalmente abstracto, por su asociación con Franco en la propia España es difícil evaluar a Dalí, quien estuvo unido a un mundo bastante reaccionario en la Europa de posguerra. Quienes aceptan la grandeza de sus pinturas surrealistas, sienten verdadero desdén por la persona.

Su interés por la mente humana, la estructura física del universo o la teoría de la relatividad, signan el último período de su pintura, etapa variada, rica y abierta a la investigación, presente en las obras de los últimos años, el denominado período atómico. La segunda etapa de su carrera abraza casi cuatro décadas, donde desarrolla el método paranoico-crítico, que elaboró tras su alejamiento de los procedimientos de automatismo que imponía el surrealismo ortodoxo liderado por André Breton: el último Dalí, el de las pinturas de grandes dimensiones, deja de visualizar el universo del psicoanálisis al interesarse por la ciencia y la física atómica. Al utilizar ideas científicas para sus propios fines, se creyó capaz de unir la religión y la ciencia.

Arquitecto frustrado, la ciudad de Nueva York impulsará los dibujos de rascacielos literalmente orgánicos, en forma de grandes falos y réplicas de figuras humanas completas, tema de portadas en la revista Time (1936), lo cual consagra la entrada de Dalí al panteón americano de la fama. Edificios siempre blandos, con ventanas de ojos abiertos, aparentemente femeninas, con muletas sosteniendo apéndices carnosos "inmóviles y listos para ejecutar el acto sexual y devorarse entre sí, como enjambres de alacranes antes de la cópula", escribe Dalí.

Astuto, con una gran curiosidad intelectual y cultural, el genio de Figueres supo adaptarse a los tiempos con extrema habilidad.

Modernidad

Bien modernos en la era de "copia global", en la que la máquina lo hace prácticamente todo en la fabricación de la imagen, la calidad de estos grabados, desde un punto de vista formal, es auténtica lección de técnica y maestría. Estas obras son impecables e implacables, dada la insólita gravedad moral ("La divina comedia") y el no menor talante dramático que reflejan.

La favorable acogida de público que ha tenido la exposición, obliga a extenderla hasta octubre. No alcanzan los libros para que los visitantes expresen sus opiniones sobre la muestra: Dalí no ha perdido un ápice de actualidad.

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