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Cine

'Quiero hacer una película', de Yimit Ramírez

DIARIO DE CUBA se adelanta al estreno de una obra que puede marcar un antes y un después en la historia del cine cubano.

Madrid
Fotograma de 'Quiero hacer una película'.
Fotograma de 'Quiero hacer una película'. DDC

He tenido el privilegio de ver Quiero Hacer una Película, la opera prima de Yimit Ramírez que fue motivo de censura y crítica el año pasado en Cuba. La razón principal fue que una sociedad como la nuestra, incapaz de concebir la pluralidad, arremetió contra el proyecto por un diálogo entre dos personajes sacado de contexto.

Cineasta, diseñador gráfico, artista plástico, caricaturista, modelador 3D, pionero de la realidad virtual, de la realidad aumentada y lo que sea que traiga el barco, Yimit Ramírez es quizás el único artista 360º que conozco del panorama cubano actual de las artes visuales. Para los que gustan de los artistas evaluados y de títulos "nobiliarios", Yimit es graduado por la Academia de San Alejandro de Bellas Artes, el Instituto Superior de Diseño Industrial y la Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Los que lo conocen saben que Yimit no tiene límites; de ahí que, para muchos, sea muy parecido a un huracán categoría cinco, que con sus fuertes vientos es capaz de yimificar con sus luces y sombras a todos los que se le acercan.

Cuando veo una ópera prima busco que la película me atrape por algo más que por una buena caligrafía de recursos narrativos y estilísticos. Por lo general, las óperas primas suelen decepcionar si se les mira con ojos prejuiciados, acostumbrados a la misma receta. De una ópera prima espero ese rasgo del director que distingue a la obra y que se volverá un eco en su cinematografía, que esboza lo genuino de su mirada, el inicio del largo camino de una poética. QHUP, una producción financiada gracias al crowdfunding y a la cooperación de muchos amigos, productores asociados y la producción de Alayé y Vega Alta Films, tiene ese rasgo que busco. Un rasgo muy pronunciado que seguramente incomodará a quienes no sean capaces de reacomodar su mirada y entender que detrás de esta historia hay un atrevido ejercicio de inclusión y de amor a lo diferente.

El cine, como muchas otras esferas de la vida, tiene también su propia dictadura. Vivimos asediados por la hegemonía de las plataformas de streaming, la mala televisión y un sinnúmero de narraciones de un mismo tipo. La pluralidad de lenguajes es cada vez menos frecuente; sin embargo, es el único colirio para nuestra vista cansada. Si no somos cultos —y con ello insisto— seremos incapaces de reacomodar nuestra mirada. Nuestra configuración perceptiva está acostumbrada a una narrativa convencional, moral, artística, social, política e intelectual, y por ello a unos mismos códigos y un mismo procedimiento para su decodificación. Tenemos la mirada atrofiada, diseñada para observar desde el sofá en un preciso y único ángulo. Una configuración básica 1.1 de la que ni siquiera hacemos el ejercicio de actualizar a una versión 1.3.1. Quiero Hacer Una Película, el debut de Yimit Ramírez en el universo del largometraje, propone renovar el sistema operativo de cada espectador e instalarnos nuevos plugins. Un plugin es aquella aplicación que, en un programa informático, añade una funcionalidad adicional o una nueva característica al software, es decir, lo actualiza.

Acepté escribir sobre QHUP con la promesa de no revelar nada acerca de la historia que encierra esta obra en la que sus protagonistas, Neysi Alpizar (Neysi) y Antonio Alonso (Tony), fueron especialmente libres durante el proceso de creación. Son ellos los que sostienen este síndrome de Estocolmo en donde se contraponen dos realidades habaneras (la Cuba de los cómplices del sistema y la Cuba de los sobrevivientes). Neysi y Tony se entregan en cuerpo y alma a cientos de horas de improvisación en este juego de espías donde gracias a la alternativa de la ficción consiguen aplacar sus diferencias.

QHUP es una película que se reconfigura durante su metraje en más de una ocasión, y lo logra orgánicamente gracias a su dispositivo narrativo. Sin embargo, su discurso se va cerrando hacia el final de la trama, enfocándose únicamente hacia el amor, lo que refleja la calidad humana de su director, pero resiente un poco la propuesta cinematográfica abierta del propio relato.

Dije anteriormente que QHUP dio mucho de qué hablar cuando todavía era un work in progress. Vista en contexto, la ofensa a José Martí que tanta roncha sacó, es una peculiar y controvertida declaración de amor, con una espontaneidad, frescura y desenfado visual acorde con las formas de los jóvenes de nuestros tiempos. La reacción provocada por estas frases, marcó otro round en el aburrido y tristemente habitual enfrentamiento entre la Política Cultural Cubana, sus artistas, sus burócratas, el público y el pueblo "instruido". ¿Acaso hay algo más hermoso que un buen debate de igual a igual donde todas las ideas participantes se acoplen o no? Un debate culto y dolorosamente democrático, inteligente, atrevido, enriquecedor. Me viene a la mente uno de esos programas de la televisión polaca en donde se discutieron los Decálogos de Krzysztof Kieslowski, que exponían las fuertes contradicciones entre los diez mandamientos de la religión católica y las complejidades de la vida en una sociedad como la polaca. ¿No podría ser Yimit Ramírez el eje de un debate sobre la figura de José Martí en la Televisión Cubana? ¿Acaso parte de la apropiación por el Estado de José Martí y su exhibición como paradigma intocable no será más que una grieta desde donde se puede ver el pavor que se le tiene a revisitar a fondo las ideas del apóstol?

QHUP, de título muy acorde con el espíritu libre de su discurso, podría marcar un antes y un después en la historia del cine cubano. Abre la boca que aquí viene la cucharadita de arroz con leche, el cine que produce actualmente el ICAIC tristemente es así, opuesto a la fuerza de las ideas del cine que produjo en sus inicios. Si el ICAIC no estuviese secuestrado por el Estado y los burócratas de la institución realmente quisieran cuidar a sus cineastas, está película tendría su estreno en salas. Una vez más, los dirigentes del ICAIC tendrán la oportunidad para escoger si aliarse con el Estado o con los cineastas. Habrá que sentarse a esperar su estreno y ver qué pasa. Me pregunto también si esta película podrá ser disfrutada en la próxima edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en la competencia oficial de Operas Primas.

QHUP registra en forma y contenido el naufragio de un proyecto de sociedad que necesita instalarse con urgencia unos cuantos plugins y dejar de usar otros tantos. Entre ellos, el de preocuparse por las ofensas hacia sus muertos sagrados y comenzar a preocuparse por el bienestar de sus sobrevivientes y por la cultura de su país.

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