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Opinión

Dejemos a la víbora sin cabeza

'Para Fidel Castro y el castrismo el aspecto financiero-económico de poseer el petróleo y los minerales raros que tiene el subsuelo venezolano, no es lo realmente esencial.'

Santa Clara

Existe una frase dicha por Fidel Castro Ruz y repetida hasta la saciedad por su hermano Raúl: "De Angola el Gobierno cubano y los cubanos solo traeremos a nuestros muertos". Algo que no fue así, pues del país africano se trajeron diamantes, marfil y oro en grandes cantidades, que nadie sabe aún su destino.

Casi abocados al derrumbe —de una manera u otra— de la revolución chavista o Socialismo del Siglo XXI, los altos jerarcas del neocastrismo intentan vender la imagen de que ellos no poseen ningún interés material en Venezuela. Cuestión que es un total embuste, porque el castrismo le ha chupado la riqueza de los venezolanos para subsistir y hacer revoluciones.

Sería adecuado hacer un corto recuento histórico de los constantes planes cubanos de apropiación de los recursos naturales venezolanos. Desde el propio año 1959 hasta 1999, cuando finalmente el castrismo pudo posesionarse a plenitud del petróleo de Venezuela.

Fidel Castro entró triunfante en La Habana el 8 de enero de 1959, pero ya el 23 de ese mismo mes se encontraba de visita en Venezuela. En esa primera visita intentó convencer al hombre fuerte y gobernante provisional de Venezuela, el almirante Wolfgang Larrazábal Uguento, para que no entregase el Poder Ejecutivo y no permitiese elecciones presidenciales. Por suerte para América Latina y el mundo, el militar de pensamiento de izquierda no lo hizo e internamente tildó aq Fidel Castro de lunático. 

Ya a finales de ese año 1959, y de nuevo de visita en tierras venezolanas, Fidel Castro intentó involucrar al recién electo presidente Rómulo Betancourt Bello en una fanática coalición político-económica contra EEUU. También esta vez corrió con suerte Latinoamérica y todo el planeta, pues el demócrata se negó.

Cómo habrá sido la negativa de Rómulo Betancourt a un Fidel Castro victorioso mediante las armas y enloquecido en la enfermiza idea de expandir el comunismo a todas partes del mundo, que convirtió a ambos estadistas enemigos para toda la vida. Porque enfrentó a dos visiones de hacer política encontradas: una autocrática y otra democrática.

Después vino toda la conocida historia de la subversión armada de Cuba en Venezuela, desde el enaltecimiento propagandístico del comandante Douglas Bravo Mora hasta enviar a los mejores comandantes y generales castristas a los distintos frentes guerrilleros venezolanos. Para no exagerar, invito al lector a buscar el libro oficialista Secretos de generales, publicado por la  editorial Verde Olivo.

En ese libro, editado en 1989 para restarle importancia al fusilado general Arnaldo Ochoa Sánchez, se ve la injerencia militar de Cuba en varios continentes del mundo. Con respecto a Venezuela se lee que combatieron allí los generales Leonardo Andollo Valdés, Raúl Menéndez Tomasevich, Ulises Rosales del Toro y el comandante Antonio Briones Montoto.

Para Fidel Castro y el castrismo el aspecto financiero-económico de poseer el petróleo y los minerales raros que tiene el subsuelo venezolano, no es lo realmente esencial. Para estos seguidores del izquierdismo carnívoro lo más importante es que, mediante la tenencia de las enormes cantidades de ese hidrocarburo, se puede ejercer el clientelismo político.

Precisamente por eso grupos de presión diplomática en el ruedo político internacional —que pueden denominarse PetroCaribe, ALBA o CELAC— se han convertido en los escuderos bondadosos y justificadores de la violación a los Derechos Humanos. Violaciones que se ejecutan en Cuba, Nicaragua y Venezuela, debido a que esos gobiernos son alquilados con el petróleo venezolano.

Cuando Fidel afirmaba: "No nos interesa el petróleo de Venezuela", o ahora, mientras Raúl Castro Ruz y Miguel Díaz-Canel Bermúdez aseguran lo mismo, la historia y sus acontecimientos los tildan de mentirosos. Porque Cuba necesita de ese combustible crudo para sobrevivir como sociedad, pero también el neorraulismo precisa del hidrocarburo para subvertir a favor del comunismo.

Todos los hombres y mujeres de buena fe y seguidores de la democracia representativa en este mundo escrutan día a día los sucesos que se dan en torno a Venezuela, porque poseen la esperanza de que ese régimen termine de derrumbarse. Porque los patriotas venezolanos están entregando sus vidas frente a una dictadura desesperada y terminal.

Venezuela puede ser que alcance su democracia, pero la sangre de tantos latinoamericanos no debe seguir corriendo en vano, ya es hora, de secar definitivamente la fuente de tantos males en estas tierras. Para eso debe leerse otro libro, Las guerras secretas de Fidel Castro, donde se demuestra que la cabeza de la víbora está en La Habana. Entonces, dejemos a la víbora sin cabeza.

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