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Política

Argelia, la calle hace temblar al régimen

El peso del Ejército y la opacidad en la toma de decisiones son similitudes que el régimen argelino comparte con poderes autoritarios como el cubano y el venezolano.

Madrid

"El error es humano y les pido perdón por todo incumplimiento", escribió Abdelaziz Buteflika en una carta dirigida este miércoles al pueblo argelino, un día después de haber presentado este martes su dimisión como presidente del país magrebí.

La renuncia de Buteflika llega después de un mes y medio de manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades de Argelia contra la postulación del ahora exjefe de Estado a un quinto mandato consecutivo.

En un primer tiempo el entorno de Buteflika, quien desde 2013 vive postrado en una silla de ruedas después de un derrame cerebral, decidió ignorar el descontento de la calle. Luego, siempre con el respaldo del Ejército, intentó apaciguar las protestas prometiendo un ambicioso plan de reformas políticas y económicas y, más tarde, convocando a una conferencia nacional que diese paso a una transición.

Sin embargo, estas promesas fueron percibidas en la ciudadanía como una estrategia para ganar tiempo y perpetuarse en el poder. Como resultado, las marchas ganaron en intensidad, exigiendo no ya la salida del poder de Buteflika, sino un cambio de régimen en el país.

Finalmente, el jefe del Estado Mayor del Ejército, Ahmed Gaid Salah, el otro hombre fuerte del régimen, terminó forzando la renuncia del presidente.

¿Nuevo reparto de poder?

Y ahora ¿qué? Por lo pronto, la incógnita sobre el futuro inmediato de Argelia no tiene respuesta.

Tradicionalmente, el poder en el régimen argelino ha reposado sobre tres pilares: la presidencia, el Ejército y los Servicios de Inteligencia. El principal partido político, el Frente de Liberación Nacional (FLN), los sindicatos, las distintas organizaciones de masa, e incluso la patronal, han funcionado en cierta medida como correas de transmisión de los designios de la cúspide política.

En este sentido, dada la influencia del ideario socialista en la configuración del régimen tras la independencia en 1962, las estructuras del poder en Argelia poseen ciertas similitudes con otros regímenes autoritarios de izquierda, como Venezuela y Cuba, en particular respecto al peso del Ejército y de los Servicios de Inteligencia y a la opacidad en la toma de decisiones.

Sin embargo, desde su llegada al poder en 1999, Buteflika hizo todo lo posible para invertir las relaciones de fuerza en favor de la presidencia. Primero logró doblegar al alto mando del Ejército, mediante una serie de purgas y destituciones, y luego, con el apoyo de Gaid Salah, puso coto a los Servicios de Inteligencia. 

Poco antes del derrame cerebral sufrido en 2013, el entonces mandatario se había convertido en el hombre todopoderoso del régimen. Después sería su clan, nucleado alrededor de la figura de su hermano menor, Said, el que llevaría las riendas del país. 

Este grupo reposa sobre el entramado de una red clientelar en el centro de la cual se encuentran los allegados de los Buteflika, procedentes en gran parte como el propio expresidente del oeste del país que ha actuado desde principios de siglo en connivencia con un nutrido grupo de grandes empresarios para afincar sus intereses respectivos.  

Sin embargo, el intento de postulación a un quinto mandato del octogenario líder dejó en evidencia que el clan de Buteflika no poseía una figura con legitimidad suficiente para garantizar la sucesión.

Esta ausencia de relevo ha sido el detonante de las manifestaciones que han hecho temblar los cimientos del régimen, forzando al Ejército a tomar cartas en el asunto, destituyendo de facto a Buteflika y su entorno.

Pero la falta de una figura con prominencia histórica por su protagonismo en la guerra de independencia (1954-1962), o bien con suficiente probidad política, afecta al régimen en su conjunto.

Posibles escenarios

En los próximos días queda por ver cómo se saldará la pugna entre las distintas facciones del régimen y la lucha larvada que siguen sosteniendo el Ejército y los Servicios de Inteligencia.

Aquí hay varios desenlaces posibles. El primero sería una perpetuación de las luchas intestinas. Esto puede conducir al debilitamiento de todas las partes o bien a la reconfiguración del poder bajo la hegemonía de una de ellas. Otra posibilidad sería un cierre de filas impulsado por la necesidad vital de preservar el régimen.

Son estos escenarios los que determinarán la respuesta a las manifestaciones ciudadanas. Así, el retiro de Buteflika pueda efectivamente dar paso a una transición hacia la creación de una verdadera democracia y la consolidación del Estado de Derecho.

La otra opción sería la puesta en marcha de una estrategia de dilación con la que, mediante la concesión de algunas reformas, ir diluyendo la presión de la calle. 

Por último, queda la alternativa de una represión pura y dura, como ha sucedido cada vez que el régimen ha sido puesto contra las cuerdas, ya sea por las protestas callejeras de 1988 o bien por la victoria de los islamistas en las elecciones legislativas de 1992.

El hecho de que el régimen siga sin conceder visas a los medios extranjeros puede ser un indicio de que no hay que descartar esta salida.

En todo caso, la actual situación en Argelia pone en peligro los planes de La Habana de exportar servicios de salud al país magrebí a cambio de petróleo y divisas.

En 2017, y nuevamente en 2018, el Gobierno cubano importó 2.100.000 barriles de petróleo de Argelia, donde trabajan unos 1.000 profesionales cubanos de la salud y otros rubros.

Para el periodo 2019-2021 se preveía un aumento de estos intercambios.

Queda por ver si esto es posible en la nueva coyuntura política de Argelia.

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