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Política

Vuelve la carrera armamentística entre Estados Unidos y Rusia

La desconfianza mutua y el ascenso de China conducen a las dos superpotencias nucleares a iniciar una era de rearme.

Madrid

La decisión de Estados Unidos, anunciada a principios de este mes, de suspender el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio –INF, por sus siglas en inglés– con Rusia marca el inicio de otra carrera armamentística que puede poner en peligro la estabilidad global.

En diciembre Washington había anunciado que daba 60 días de plazo a Moscú para que volviese a cumplir los términos del acuerdo. Vencido el plazo, EEUU ha iniciado formalmente su retirada del pacto. 

Una retirada que se completará en seis meses, a menos que Rusia destruya todo el arsenal que, según la Administración estadounidense, vulnera el texto.

Firmado en 1987 por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la antigua URSS, Mijaíl Gorbachov, el INF fue el primer acuerdo entre las dos superpotencias que prohibía la fabricación de una categoría entera de armas: los misiles de crucero de tierra con un rango de entre 500 y 5.500 kilómetros de alcance.

Gracias al acuerdo, ambos países destruyeron cerca de 2.700 ojivas nucleares y prácticamente la totalidad de los misiles vetados. Estos resultan particularmente desestabilizadores, porque permiten, desde una línea segura del frente, alcanzar objetivos rivales en pocos minutos, mermando ostensiblemente la capacidad de reacción del enemigo.

Acusaciones recíprocas

EEUU y Rusia han cruzado en los últimos años acusaciones recíprocas de violación del acuerdo. Washington señala que Moscú incumple el INF con la fabricación del SSC-8, un misil de crucero de tierra que superaría el alcance permitido y concerniría la seguridad de las tropas estadounidenses estacionadas en Europa y de sus aliados en el continente.

Rusia sostiene que el misil tiene un alcance de 480 Kilómetros y, por tanto, cumple con lo pactado. Pero a su vez denuncia como una amenaza directa la instalación en Rumania y Polonia, bajo la tutela de la OTAN, de un escudo antimisiles estadounidense, supuestamente previsto para contrarrestar ataques de largo alcance procedentes de Irán o de Corea del Norte.

Sin embargo, ambas potencias parecen no tener mucho interés en salvar el INF. EEUU, por ejemplo, viene desarrollando desde hace años un cohete de ataque de precisión, cuya finalización está prevista para 2023, que incumple lo pactado, mientras que Rusia tiene ya en la mirilla la concepción de versiones terrestres de su misil hipersónico (lanzado desde el aire) y del Kalibur (un misil de crucero usado por la Marina). 

El auge de China

Y es que los dos países miran con recelo el ascenso de China, una potencia que no ha visto su desarrollo armamentístico limitado por los acuerdos que constriñen a EEUU y Rusia. 

En lo que va de siglo el gigante asiático se ha convertido en el segundo país en el mundo que más dinero dedica a la defensa (228.000 millones de dólares en 2017), solo precedido por EEUU (610.000 millones de dólares). Rusia queda bastante lejos, pese a ser la cuarta nación que más invierte en fondos militares (68.000 millones de dólares).

En este contexto el Ejército chino ha pasado a ser el segundo más importante del planeta, siempre después del estadounidense. No solo cuenta con dos millones de efectivos, sino que ha puesto especial énfasis en el desarrollo de armas de última tecnología (sistemas cibernéticos, misiles hipersónicos) y de su poderío aéreo y marino. Desde 2017, por ejemplo, posee la mayor fuerza naval del mundo, disponiendo de más barcos y submarinos (317) que EEUU, que tiene 283. Y desde ese mismo año gestiona su primera base militar en el exterior, en Yibuti. 

Según el semanario británico The Economist, los misiles de un alcance como el vetado por el INF jugarán un papel decisivo en las próximas guerras. Es por ello que países como China, India o Israel han ido acumulándolos. Lo cual sugiere que en lo adelante EEUU y Rusia se aplicarán a eliminar su retraso al respecto.

Así, pese a las divergencias de las dos superpotencias nucleares, habría puntos de coincidencia en sus miras al exterior. Dejar atrás el INF, le permitiría a EEUU moverse con más soltura en su estrategia de contención del poderío chino en Asia, en particular en el estrecho de Taiwán y en el mar del Sur de China, y también de su díscolo aliado norcoreano.

Aunque esté en un periodo de colaboración económica y militar con Pekín, Moscú tampoco ve con buenos ojos el avance de China como potencia, con la cual comparte 4.200 kilómetros de frontera: la anarquía inherente al sistema internacional hace que los aliados de hoy puedan ser enemigos mañana.

Paradójicamente, el fin del INF puede dar lugar a un tratado de mayor envergadura. El presidente estadounidense ha comentado que EEUU explora cómo darle una nueva vida al INF, pero esta vez con todos los países que posean este tipo de armas.

Algo a lo que Moscú no se opondría, pues tiene cerca de su territorio a varios de estos países: Irán, China, India y Pakistán.

No obstante, la complejidad del tablero internacional, con su diversidad de intereses en pugna, hará que en un primer tiempo probablemente se imponga un rearme global encabezado por EEUU y Rusia. 

De la reanudación del diálogo entre ambos, y de su capacidad de persuadir a China para alcanzar un nuevo INF, dependerá que la carrera armamentística no desemboque en una peligrosa escalada de las tensiones a nivel mundial.

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