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Política

Huawei, un peón en la lucha EEUU-China por la primacía tecnológica

La detención de la vicepresidenta del gigante chino de las telecomunicaciones marca otro episodio del conflicto comercial entre ambos países.

Madrid

Meng Wanzhou, directora financiera y vicepresidenta del conglomerado chino Huawei, fue detenida el 1 de diciembre en Vancouver, Canadá, bajo demanda de extradición de EEUU por supuestas violaciones de las sanciones a Irán en las que habría incurrido su empresa.

Con más de 18.000 empleados en todo el mundo, Huawei es un gigante de las telecomunicaciones y una de las empresas chinas con mayor proyección internacional. El año pasado, por ejemplo, su volumen de negocios alcanzó los 77.000 millones de dólares y su beneficio neto superó los 6.000 millones.

Por su parte, Meng no solo procede de una de las familias más poderosas de China, dado que su padre, Ren Zhengfei, es el fundador y presidente de Huawei, sino que también es percibida como la heredera del mando de la compañía.

Su detención no está exenta de ironía, pues tuvo lugar el mismo día que los presidentes Donald Trump y Xi Jinping se reunían en la cumbre del G-20 en Argentina para sellar una tregua en la guerra de aranceles desatada este año entre EEUU y China.

Las autoridades chinas exigieron rápidamente la liberación de Meng y advirtieron a Canadá que el asunto acarrearía graves consecuencias. 

Así, pese a la reciente puesta en libertad condicional de Meng, con la obligación de no abandonar Vancouver, el Ministerio de la Seguridad del Estado chino, encargado de los servicios de espionaje, ha arrestado esta semana a dos ciudadanos canadienses por supuestas actividades que ponen en peligro la seguridad nacional.

Pekín ha insistido en que las detenciones no están relacionadas con la de la empresaria china. Pero es difícil no ver en ello un modo de presionar a Canadá. Sobre todo si se toma en consideración que el cargo de estar implicado en actividades contra la Seguridad del Estado permite, según la jurisdicción china, mantener a los acusados incomunicados durante seis meses, sin acceso a sus abogados ni a sus familiares.

El embargo como pretexto

Y es que China considera este incidente como un episodio más en la estrategia de contención diseñada por EEUU para frenar la expansión de los conglomerados del gigante asiático.

De hecho, en 2015, por violar el embargo impuesto por Washington contra Irán, Cuba y Sudán, el banco francés BNP Paribas fue condenado a una multa de 8.900 millones de dólares. Hasta ahora ha sido la multa de mayor cuantía por obviar las sanciones internacionales de EEUU. Otros entidades financieras europeas y japonesas han sido penalizadas por iguales motivos. 

Pero en ningún caso se ha llegado a la detención de un directivo. Este doble rasero alimenta las sospechas chinas de que lo que está en juego es la pujanza de sus empresas, en particular en el sector de la alta tecnología. 

Este año, por ejemplo, Huawei ha desplazado a Apple como segundo fabricante de móviles del mundo, siendo tan solo superado por Samsung. 

La emergencia de China como potencia en el campo de la innovación tecnológica suscita recelos en sus principales competidores (EEUU, Europa, Japón, Corea del Sur) tanto por su penetración cada vez mayor en el mercado de la economía digital como por los posibles riesgos de espionaje cibernético.

Los gobiernos de estos países temen que los dispositivos chinos estén habilitados con puertas traseras que le permitan al Gobierno de Pekín infiltrarse en sus sistemas informáticos y acceder a informaciones estratégicas.

Por lo pronto, EEUU está empleando su arsenal de sanciones extraterritoriales para obstaculizar el desempeño de las empresas chinas de alta tecnología en su suelo. 

En abril de este año, por ejemplo, prohibió por un tiempo a la tecnológica ZTE comprar componentes en EEUU por haber vendido productos a Irán y Corea del Norte, dejándola casi al borde de la quiebra. Y en 2015 se prohibió a empresas como Intel vender a China chips de alta gama.

Los aliados europeos y asiáticos están siguiendo un camino parecido. En estos países, la compra de empresas por parte de conglomerados chinos ha experimentado un brusco descenso en 2017, debido al examen cada vez más profundo del que son objeto las inversiones procedentes del gigante asiático.

La lucha por la hegemonía mundial

Este contexto cobra especial relieve el plan "Made in China 2025", lanzado por el régimen comunista en 2015, cuyo objetivo es aupar la economía china a la cúspide mundial en sectores como la robótica, la biotecnología, la aeronáutica y la inteligencia artificial, entre otros.

Esto supone una reconversión del modelo industrial chino, sustentada en el remplazo de la producción a gran escala de mercancías baratas por otras de alto valor añadido, para disputarle a EEUU el predominio en el área de la alta tecnología.

El pulso por la primacía tecnológica acompaña naturalmente la lucha por el grado de influencia en el escenario internacional. 

En 2013 el contratista de inteligencia Edward Snowden reveló cómo la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU (NSA, por sus siglas en inglés) había logrado montar un sistema de espionaje global con la anuencia de los grandes emporios estadounidenses de la tecnología digital (Microsoft, Google, Yahoo, Facebook, AOL, Apple).

Y, el año pasado, Vladimir Putin llegó incluso a afirmar que quien domine el campo de la inteligencia artificial gobernará el mundo.

Visto así, la contienda en la que se inserta el arresto de Meng apenas ha comenzado. Como señala el semanario británico The Economist, "China está destinada a intentar alcanzar a EEUU; EEUU está determinado a seguir por delante".

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