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Política

¿Por qué se celebró en Madrid la Final de la Copa Libertadores?

En lo que va de siglo la violencia en el fútbol argentino ha dejado un saldo de 134 muertos.

Madrid

"Este país se maneja por el fútbol. Si en este país no hay fútbol se arma la guerra civil", declaraba hace poco más de un año Rafal di Zeo, el líder de la barra brava más célebre de Argentina, La 12, seguidora de Boca Juniors. 

Las barras bravas son esos grupos organizados dentro de cada afición con el que todo equipo de fútbol argentino cuenta. 

En los últimos días han vuelto a ser noticia a raíz del terrible apedreamiento, por hinchas de River Plate, del bus que conducía al equipo de Boca Juniors al partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores en el Estadio Monumental, sede de River, en la capital argentina.

Varios jugadores de Boca resultaron heridos y dos de ellos tuvieron que ser hospitalizados. Después de postergar el partido, la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) decidió que, debido a las escasas garantías de seguridad, el encuentro se celebraría fuera de Argentina, trasladando la final al estadio Santiago Bernabéu en Madrid.

La violencia es una constante en el fútbol argentino, a tal punto que en los estadios las hinchadas visitantes tienen prohibida la entrada —los espectadores solo pueden ser de la afición local— para evitar enfrentamientos. Aun así, la ONG Salvemos Al Fútbol estima que, en lo que va de siglo, la violencia ligada al fútbol se ha cobrado 134 vidas.

Mercaderes del aliento

La dimensión extraordinaria que tiene el fútbol en Argentina hace que sea común que políticos, gremialistas, jueces, fiscales y empresarios estén ligados a la gestión de los clubes con el fin de potenciar sus propios intereses. 

Y en esto las barras bravas desempeñan un rol capital, poniendo su experiencia a disposición de los políticos, por ejemplo, como tropas de choque para reventar manifestaciones en su contra. También les sirven como guardaespaldas y organizadores de mítines políticos o les aseguran cierto anclaje en los barrios bajo su dominio.

Estos nexos abarcan todo el arco político. El kirchnerismo usó a las barras bravas para difundir sus eslóganes en los estadios y llegó a crear la asociación Hinchadas Unidas Argentinas (HUA) que, a cambio de favores como la financiación del viaje al Mundial de Sudáfrica en 2010, le proveía cierto respaldo.

Hugo Moyano, líder de una de las agrupaciones sindicales más poderosas del país, es desde 2014 presidente de Independiente y sostiene estrechos vínculos con las barras bravas del club.

El actual presidente de la nación, Mauricio Macri, fue presidente de Boca Juniors, el equipo más importante del país junto con River Plate, entre 1995 y 2008. Un periodo que le sirvió de rampa de lanzamiento a la política nacional y en el que su entorno tejió relaciones privilegiadas con La 12.

En realidad, las barras bravas no tienen ideología, sino que se ofrecen al mejor postor. El periodista argentino Gustavo Grabia los llama "mercaderes del aliento".

Vínculos con el crimen organizado

Para granjearse los favores de las barras, las directivas de los equipos les consienten el dominio de toda una serie de negocios paralelos: reventa de las entradas que los clubes les tienen adjudicadas, cobro de los estacionamientos de autos y de la "protección" a los comercios en las cercanías de las instalaciones de los clubes, alquiler de los puestos de comida, comercialización de la indumentaria oficial, seguridad de los conciertos y festivales organizados en los estadios.

Todo esto es realizado con la anuencia de las fuerzas policiales que reciben a su vez sobornos de las barras.

Con frecuencia estas son usadas para inclinar la balanza en las pugnas por la dirección de los clubes y, peor aún, para "apretar" a los jugadores y al equipo técnico cuando entran en conflicto con la presidencia.

En ciertos equipos, el poder de las barras bravas es tal que influyen en qué jugadores contratar. Pero también reciben un porcentaje por la transferencia de los jugadores e incluso un porcentaje del sueldo de los mismos. En 2011, Antonio Mohamed, entonces entrenador de Independiente recién despedido, lo dejó claro: "me echó la barra".

De haber una pugna con la junta directiva del club, las barras no dudan en sabotear los partidos, cometiendo actos vandálicos (peleas, invasión del terreno, lanzamiento de bengalas) que supongan represalias: suspensión del juego, pérdida de puntos, multa, incluso cierre del estadio.

Se rumorea que el ataque al bus de Boca Juniors fue orquestado como represalia a una acción policial la víspera de la final en casa del líder de la barra brava de River Plate, Los Borrachos del Tablón, donde se incautaron alrededor de 15.000 dólares y centenares de entradas para la final destinadas a la reventa.

Además, en los últimos años las barras bravas han ampliado su marco de operaciones (secuestros, asaltos, narcotráfico), siendo actualmente verdaderos grupos mafiosos.

En Rosario, por ejemplo, epicentro del narcotráfico en el país, las barras bravas de los dos grandes clubes de la ciudad, Rosario Central y Newell’s Old Boys, mantienen puentes con Los Monos, la banda que controla el negocio de la droga en la región.

Las actividades ilícitas de mayor monta se han traducido en un aumento significativo de los ingresos de estos grupos. Se especula que el líder de una barra de peso pesado, como las Boca o River que movilizan alrededor de 1.500 personas cada una, puede llegar a ganar más de 50.000 dólares al mes. 

Las luchas internas por el control de las barras se han convertido pues en la principal causa de violencia en el fútbol argentino. Así, actualmente solo el 10% de las peleas es entre hinchadas rivales, mientras el 60% de las muertes se debe a enfrentamientos entre facciones de una misma barra.

Un fenómeno que alimenta periódicamente la crónica roja. En abril de 2015, por ejemplo, la lucha de facciones de la barra brava de San Martín, un equipo de la ciudad de San Juan, se plasmó en una escena macabra: un hincha fue degollado y luego quemado vivo en un contenedor a metros del estadio.

Por lo pronto, no se avista una respuesta de las autoridades que ponga coto a la actuación de las barras bravas, pues estas cuentan con un denso entramado de complicidades en las fuerzas del orden y en los poderes judicial y político.

Durante los tres años que Rafael di Zeo estuvo preso, por una pelea contra hinchas de otro club, permaneció alojado en un apartado hecho a su medida, donde recibía visitas de jugadores y funcionarios de alto rango. 

Recientemente el capitán de Boca Juniors, Darío Benedetto, al ser consultado sobre la posible presencia de di Zeo en la final de la Copa Libertadores en Madrid, afirmó: "Bienvenido sea porque es un líder histórico".

En una ocasión Di Zeo dio a entender la clave de su éxito: "tengo los teléfonos del poder".

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