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Corrupción

¿Por qué Lula da Silva?

'Si el PT tiene un verdadero programa social y político, que presente otro candidato. Un país no puede depender de una sola persona que ni siquiera ha sabido formar líderes.'

La Habana

La izquierda latinoamericana se deshace en lloros, protestas y blasfemias porque Luis Inácio da Silva, alias Lula, está preso. No entienden que la corrupción en Brasil no cree en derechas ni izquierdas, es simplemente corrupción, un mal que afecta a todos los países del área, Cuba incluida. Hay quien lo achaca a nuestros orígenes, pero no puede ser solo eso, tienen que existir factores más profundos no atribuibles a razones históricas o raciales.

Quizás deberíamos buscarlos en la ambición y el egoísmo que califican al ser humano como el mayor depredador del planeta. Ante eso solo podría oponerse la existencia de leyes e instituciones garantes de que el cohecho, la malversación, el abuso de poder, el tráfico de influencias y demás lacras semejantes dejen de ser la práctica habitual entre los políticos, funcionarios del Estado, empresarios y empleados.

Pero cuando se trata de gobiernos de izquierda, las cosas no son tan sencillas, la falta de transparencia, la represión contra los órganos de prensa y sobre todo, la tendencia maniática a socializar, o sea estatizar los medios de producción y los recursos naturales, crean el caldo de cultivo propicio para que los países se conviertan en piñatas.

Es sabido que "bienes comunes, males comunes", según el decir de José de la Luz y Caballero, y este es el principal problema de las ideas socialistas en general. El otro gran problema de los gobernantes de izquierda es su pretensión de eternizarse en el poder erigiéndose en los salvadores de los países. El partido, no importa el nombre, no cuenta, puede ser PT, PCC o PSUV, lo importante es el líder.

¿Es que no hay otro líder dentro del Partido de los Trabajadores (PT) capaz de guiar a Brasil como es debido? La política para los izquierdistas se convierte en otra religión, necesita de dioses, dogmas indemostrables y mucha fe, grandes dosis de fe en líderes populistas y corruptos que corrompen hasta a las masas populares enseñándoles a vivir del Estado que es lo mismo que vivir de los demás.

Lo primero que deben hacer los legisladores latinoamericanos es lo que se acaba de cumplir en Ecuador: proscribir la reelección. Después de hasta dos períodos consecutivos de cuatro o cinco años, cada presidente debe convertirse en un definitivo ex, sin derecho a ocupar cargos públicos de por vida.

Lo segundo consiste en exponer a la luz su estado de cuentas cuando comience a gobernar y así cada año hasta su salida del Gobierno. Por supuesto que al resto de los ocupantes de altos puestos en los órganos legislativos, ejecutivos y judiciales debe aplicarse la misma medida.

Es posible que los dos delitos imputados a Lula hasta el momento no sean los únicos que haya cometido. Petrobras, la venezolana PDVSA y cualquier otra compañía estatal, así como las compañías privadas favorecidas por el clientelismo como Odebrecht, son fuente de corrupción y un peligro para la estabilidad de las democracias en Latinoamérica.

Los corruptos a la cárcel, sean de derecha o izquierda, porque a fin de cuentas sus motivaciones no son verdaderamente políticas o patrióticas, sino personales, y la mala costumbre de respetar nombres, apellidos y hasta apodos con falso abolengo es tan dañina como seguir creyendo, a pesar de las evidencias, que socialismo y progreso son la misma cosa.

Si el PT de Brasil tiene un verdadero programa social y político, que presente otro candidato. Un país no puede depender de una sola persona que ni siquiera ha sabido formar líderes que lo sustituyan o desconfía de ellos. Esto cabe también para los Evo Morales y otros caudillos de igual estirpe que aún andan por ahí.

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