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Activismo

Una máquina de invención social

Anda es un proyecto de urbanismo participativo que busca implicar a los vecinos de los barrios en la transformación de su entorno.

Madrid

¿Cómo conseguir que la gente de un barrio recupere los lugares que le han sido sustraídos? ¿Cómo lograr que el espacio público funcione como el eje de la inserción social de ciertos grupos excluidos o bien como el vínculo de reconocimiento de sus derechos? Son inquietudes de este tipo las que se sitúan en el origen de Anda, un proyecto de urbanismo participativo, surgido hace casi una década en la ciudad argentina de Rosario, que busca implicar a los habitantes de sitios en deterioro, o bien a los usuarios de ciertos espacios públicos, en la transformación de los mismos.

DIARIO DE CUBA ha tenido un encuentro con sus fundadores, los artistas y activistas sociales rosarinos, Inés Martino (1973) y Fabricio Caiazza (1974).

¿Cómo surgió el proyecto?

La idea se originó en la ciudad de Rosario, donde las veredas se encuentran en notable deterioro. Esto se debe a que en la Argentina, desde los años 90, hemos visto crecer una opinión desfavorable respecto a los espacios públicos como valor de ciudadanía. Es así que las políticas económicas vienen cimentando una cultura individualista, donde hay poca o nula capacidad de supervivencia de los proyectos colectivos de ciudad. Rosario no escapa a esta lógica, en la que se desplaza el interés de los ciudadanos hacia esferas íntimas, concentrando la atención en el interior de las viviendas en detrimento de las áreas compartidas. 

Queríamos, por lo tanto, cubrir los faltantes de baldosas con otras de colores para llamar la atención sobre un problema que nadie parecía advertir. Fue entonces cuando notamos que no existían manuales, tutoriales o libros que indicaran en forma detallada los modos de elaboración de las baldosas hidráulicas.

Aplicamos, por lo mismo, a una beca del Fondo Nacional de las Artes para realizar la investigación, documentar ese proceso y editar un libro que rescatara el modo tradicional de construcción, pero en clave contemporánea, usando otros materiales y herramientas.

¿Cuál es el modo de funcionamiento?

Desde 2010 brindamos decenas de seminarios y cursos a instituciones públicas y privadas, alentando la aplicación de baldosas hidráulicas para resolver problemas tanto en recintos abiertos como cerrados. 

En los últimos años nos hemos abocado a desarrollar experiencias de urbanismo participativo, donde son los mismos habitantes y usuarios de esos espacios quienes deciden la estética y dan forma física a los diseños. Nuestra tarea consiste pues en capacitar a colectivos en el diseño y la construcción de este tipo particular de suelos. A veces los monitoreamos a distancia o bien viajamos reiteradas veces a distintas localidades de Argentina y España.

Hemos desarrollado así proyectos con asociaciones de vecinos de barrios denominados "de auto-construcción" y de vivienda social. Por ejemplo, hemos propiciado el co-diseño y la construcción de 80m2 de baldosas para la reparación de un patio escolar con la participación de 70 miembros de la misma comunidad educativa. O hemos contribuido a exterminar basureros informales, transformando esos lotes en plazas cuyos suelos embaldosados han sido pensados y ejecutados por los jóvenes que habitan en esos territorios.

También hemos acompañado el desarrollo de empresas sociales inclusivas, conformadas por personas con derechos vulnerados como un grupo de mujeres en situación de violencia familiar (de entre 25 y 55 años de edad).

Actualmente estamos viendo crecer una cooperativa de producción de baldosas para el espacio público, que es una empresa compuesta por jóvenes excluidos del sistema laboral, en algunos casos rescatados del circuito delictivo. Estos habitan en las periferias de la ciudad de Rosario, que son territorios signados por la violencia institucional y el narcotráfico.

¿Cuáles son las principales dificultades con las que se encuentran?

Al inicio, la mayor dificultad radicaba en encontrar asociaciones o instituciones que valoraran el co-diseño y asumieran la responsabilidad de replicar la experiencia. Sumado a esto, debíamos explicar las cualidades de la baldosa hidráulica y su potencial para desarrollos participativos.

No obstante, desde hace unos años se ha ido poniendo de moda por sus cualidades intrínsecas y, también, por la poética romántica que hoy representa la producción manual. Puesto que la baldosa hidráulica es un tipo de suelo de factura semi-industrial, donde una persona debe atender especialmente a la distribución de cemento pigmentado para cada pieza en particular. Esta práctica había sido reemplazada, desde mediados del siglo pasado, por la construcción de baldosas cerámicas industriales de menor costo y valor estético. Sin embargo, no fue sustituida por completo. Y, últimamente, un movimiento inaudito ha propiciado la revialización de los suelos tradicionales.  

Además, existe en simultáneo una nueva nueva generación de arquitectos y funcionarios, que apuestan por la creatividad y la democratización a la hora de definir el entorno urbano.

Aparte de la realización en el espacio público, ¿hay otros efectos duraderos de la intervención?

En realidad, hacemos más que baldosas. Bien podríamos decir que además hacemos baldosas. Es evidente que el interés no radica tanto en la pieza en sí, sino en el potencial que ese módulo tiene para la concepción del espacio que se habita y se transita.

En cierta medida, el proyecto interviene en la esfera de las relaciones humanas y su contexto social. Al adoptar la forma de taller, pone en marcha una acción de saneamiento centrada en el vínculo que se establece, durante ese proceso, con las personas involucradas. Por ejemplo, construir juntos el suelo de una biblioteca comunitaria acerca, avecina a los habitantes recientemente afincados en una zona.

Nosotros creemos que es necesario tomar partido en el diseño de aquello que nos rodea, opinar, discernir, incidir en el espacio que habitamos. En ese sentido el taller es una herramienta de construcción para diseñar el propio entorno. Es una máquina de invención social.

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