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Opinión

Populismo, izquierda, derecha y democracia

'En realidad, todo populismo es de derecha aunque asuma discursos de izquierda y cuente con apoyo de los proletarios.'

La Habana

Existe una discusión en las redes a raíz del análisis de las figuras de Vladimir Putin, Donald Trump, Marine Le Pen y otros líderes con propuestas parecidas, nacionalistas, con un Estado fuerte interventor en la economía, proteccionista, neoautárquico, etc., a los que se califica de derecha, precisamente cuando ya, casi todo el mundo se ha dado cuenta que detrás de los diversos populismos de "izquierda" lo único que realmente ha existido es autoritarismo, dictadura. 

Al parecer hay consenso en reconocer que todos los populistas, se digan o se les identifiquen a la izquierda o la derecha, coinciden en ser autoritarios, tender al caudillismo, tratar de identificar la patria y sus símbolos y hasta a Dios, con los líderes. Son maniqueos (los buenos contra los malos, conmigo o contra mí), procuran destruir la democracia parlamentaria o imponerle sus condiciones. Son excluyentes de minorías, sienten desdén por la intelectualidad y por la prensa libre. Son nacionalistas, partidarios de la mayor participación posible del Estado en el control de la economía y, de una forma u otra, se proyectan contra el libre mercado, por la autarquía y el proteccionismo que finalmente solo beneficia a los grandes empresarios.

Pero la esencia del populismo, más que sus consignas, es esgrimirlas para garantizar desde el poder político y económico los intereses de pequeños grupos hegemónicos.

De acuerdo con una valoración tradicional que guarda aspectos del lenguaje de la Guerra Fría, habría populismo de izquierda y de derecha. Fidel y Chávez habrían sido populistas de izquierda. Putin, Trump y Le Pen serían de derecha, pero la confusión es tal que ya hay quien califica a Le Pen como la "nueva izquierda" porque los obreros franceses votarían mayoritariamente por ella, como si la presencia de la clase obrera en un movimiento fuera suficiente para llamarlo de izquierda.

De manera que en lo que no hay consenso es en identificar los conceptos izquierda/derecha, lo cual debemos al oscurantismo introducido en la ciencia política por el llamado marxismo-leninismo, en verdad estalinismo y su concepción de la "dictadura del proletariado", como gobierno de los trabajadores que casi todos sabemos fue una farsa, al concentrar antidemocráticamente las decisiones de todo tipo y la propiedad en el Estado, administrado por la jefatura del Partido Comunista, que siguió explotando a los trabajadores en forma asalariada-capitalista.

Los conceptos izquierda/derecha se remontan a la Revolución Francesa, cuando a la derecha del Rey se pusieron los partidarios de continuar con el poder absoluto de la monarquía y, a la izquierda, los partidarios de que las decisiones de la Asamblea Legislativa no fueran vetadas por el Rey. De manera que no es el discurso lo que determina si una perspectiva política es de izquierda o derecha, sino la posición respecto a los derechos políticos y civiles de las mayorías, a la soberanía popular, a la democracia.

Por costumbre, el término de izquierda se siguió vinculando a los intereses de las clases mayoritarias, a los trabajadores, pequeños productores y comerciantes y, en general, a los sectores menos favorecidos socialmente, hasta olvidarse y vilipendiar el origen democrático de la palabra izquierda, cuando "representantes" de esas clases asumían el poder e instauraban la "dictadura" del proletariado. A esas se le llaman "dictaduras de izquierda", cuando en verdad toda dictadura, por ser antidemocrática, es de derecha.

De acuerdo con los orígenes del concepto izquierda/derecha, en realidad todo populismo es de derecha aunque asuma discursos de izquierda y cuente con apoyo de los proletarios, simplemente porque no está interesado en la verdadera democracia, en el poder compartido de todo el pueblo, en la participación de los ciudadanos en las decisiones, no importa su clase o color político, pues toda su venta de ideas con amplio respaldo popular, compartidas por grupos que pueden llegar a ser contradictorios y mayoritarios, coyunturalmente, está encaminada a sostener y prolongar la hegemonía de unos pocos, en nombre de los intereses de muchos: la esencia del populismo.

Y así, violando el contenido democrático del concepto de izquierda, se sigue considerando de izquierda el socialismo estatalista autoritario, una de las fuentes de toda la confusión. El anticomunismo,  anticastrismo, y todo esos anti(s), realmente antiestalinismos, no permiten a muchas personas comprender que todas esas  manipulaciones "socialistas o de izquierda", desde el Estado autoritario que concentró las decisiones, la  propiedad y mantuvo la explotación asalariada, no han sido más que políticas populistas dictatoriales para tratar de mantener la hegemonía, de unos pocos en nombre del socialismo. 

Y es que no puede haber verdadera democracia donde una elite lo decide todo, las candidaturas únicas para el Parlamento son designadas desde arriba, el dizque Parlamento se reúne dos veces al año para aprobar lo que dispone el Ejecutivo que los designó y, encima de todo eso, no hay democracia económica, es decir la propiedad y el acceso a la riqueza no está realmente repartido, sino controlado por una elite a la que hay que responder políticamente para poder resolver las más simples necesidades.  

Ese discurso populista lo conocemos muy bien los cubanos. Lo hemos sufrido ya 60 años y mientras más se estudia, más se comprende su sentido antidemocrático, derechista, nada que ver con la izquierda, la democracia, el poder real del pueblo y menos con la sociedad poscapitalista.

De manera que la lucha más importante hoy a escala global no es entre los distorsionados conceptos  izquierda/derecha o  capitalismo/socialismo, sino entre dictadura populista (no importan disfraces) y democracia, pues la primera genera pobreza, esclavitud y estancamiento social y, la democracia, riquezas, libertad y avances sociales.

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