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Derechos Humanos

Esbirros

Un 'oficio' campea bajo el castrismo. Quienes lo ejercen hipotecan su futuro de ciudadanos libres en una sociedad democrática.

La Habana

La palabra esbirro, para designar a quienes cometían actos contra la dignidad humana, incluyendo torturas y asesinatos, amparados en la impunidad de servir a un Gobierno, comenzó a utilizarse en Cuba durante la dictadura del General Gerardo Machado, allá por los años 30 del pasado siglo. En los 50, durante la dictadura del General Fulgencio Batista, fue retomada.

Una cosa son las autoridades debidamente constituidas, necesarias en cualquier sistema social para el mantenimiento del orden ciudadano y la convivencia pacífica, actuando en correspondencia con las leyes, y otra estos personajes (hombres o mujeres) que, amparados en esa misma autoridad, cometen actos contra las personas, tanto físicos como morales o sicológicos.

Al instaurarse el nuevo poder en el año 1959, se declaró que no habría más "esbirros", y que los miembros de los organismos armados actuarían respetuosamente con los ciudadanos, a los cuales se debían. La mayoría de los cubanos aplaudió esta declaración. Pero pasó el tiempo, y se olvidaron ciertas palabras y promesas: hoy, el oficio vuelve a practicarse.

Quienes lo ejercen en la actualidad emplean la tortura sicológica y, a menudo, hasta "se les van las manos y los pies" y realizan agresiones físicas (¿qué son sino las golpizas a quienes piensan diferente, sean hombres o mujeres, con contusiones, cabezas y brazos rotos, pérdida de dientes, etcétera?). Esto, sin contar acosos económicos, vejaciones y humillaciones. Numerosos hechos, relatados por las propias víctimas, lo confirman, así como infinidad de imágenes captadas por cámaras y teléfonos celulares, puestas en la red. Como se ve, tenemos quienes ejercen el oficio otra vez, aunque nos prometieron que no volvería a suceder.

Cuando un gobierno tiene que acudir a estos personajes para infundir miedo, demuestra debilidad e incapacidad para competir en el terreno de las ideas, aunque organice y realice prolongadas "batallas" al efecto. Además, el que practica el oficio y es utilizado hoy, mañana será abandonado a su suerte, y deberá responder por sus actos ante la justicia en una sociedad democrática. Nuestra historia es pródiga en ejemplos. Es difícil saber si nuestros actuales "practicantes", los esbirros activos y los esbirros en ciernes, habrán pensado en ello.

Existen los "esbirros gubernamentales", que cobran salarios mensuales por cargos en plantilla, y los "esbirros por cuenta propia", quienes, aunque no tienen salarios asignados, reciben determinadas ventajas colaterales, al no ser molestados si practican actividades económicas ilegales, protegidos por la fachada de "revolucionarios", de acuerdo al contenido dogmático que las autoridades dan a esta palabra.

Estos personajes, para sentirse más seguros, solo entran en escena por convocatoria oficial, haciendo acto de presencia en los lugares y horarios que se les indican. Se destacan fácilmente por ser los más "enardecidos" de entre el "pueblo enardecido", eufemismo oficial para designar a las turbas movilizadas contra quienes piensan diferente y actúan en consecuencia. En estos "enardecidos", su activismo y violencia están en relación directa con la cantidad de "trapos sucios" que atesoran.

Este oficio de esbirro siempre ha sido motivo de repudio, aún por quienes los utilizan. Es una lástima comprobar cómo jóvenes de ambos sexos, y personas no tan jóvenes, se prestan a ejercerlo, creyendo erróneamente que cumplen una tarea patriótica en defensa de la nación. Desgraciadamente, constituye una equivocación que siempre pesará sobre sus vidas. Más que de odio, son dignos de lástima, pues lo que hacen es hipotecar su futuro como ciudadanos libres en una sociedad democrática.

 
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