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Béisbol

Tope amistoso Cuba-EEUU: alarma rumbo a los Centroamericanos

La selección nacional mostró ante un equipo colegial ansiedad en el cajón de bateo, mala táctica, desconcentración y apatía.

La Habana

La selección nacional de beisbol que se alista para competir en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, acaba de finalizar una serie de cuatro partidos con un equipo colegial de Estados Unidos en el estadio Latinoamericano de La Habana. Más allá de los resultados (los estadounidenses salieron victoriosos en tres juegos), el tope abrió nuevamente la caja de Pandora que guarda celosamente la Comisión Nacional del deporte.

Varios demonios escaparon ante los ojos del escaso público reunido en el coloso del Cerro, y ante quienes, siempre fieles a nuestro pasatiempo favorito, lo siguieron por la televisión nacional.

Una sola carrera sucia anotada en 27 entradas, ansiedad en el cajón de bateo, conexiones sin solidez, mal pensamiento táctico en el terreno de juego, falta de combatividad, y apatía colectiva, fueron algunos problemas del béisbol cubano de la actualidad que quedaron al desnudo.

Cansados, psicológicamente vencidos, desconcentrados y desmotivados, los cubanos fueron arrollados en los tres primeros enfrentamientos por unos jóvenes que no sobrepasan los 21 años de edad, pero que dominan a la perfección los fundamentos básicos del beisbol, están compenetrados, son dueños de una fina técnica y exhiben un cuerpo de lanzadores de calidad con potentes rectas de velocidades muy por encima de la media de nuestros campeonatos domésticos.

En solo 72 horas, todo el entrenamiento previo de la selección nacional, el largo experimento de más de tres meses sin descanso —"novedoso" y "productivo", según los directivos y preparadores físicos del conjunto— quedó hecho trizas y ridiculizado por los aficionados.

Todos los recursos empleados, el tiempo, el sacrificio de familias enteras, y las promesas de especialistas, se fueron de golpe por una alcantarilla mientras la decepción y la burla andaban de fiesta por las calles y peñas deportivas.

Minutos antes del partido de la despedida, la banca de los criollos era una olla de presión. Afuera, mientras una hoguera gigante ardía pidiendo herejes, buscando culpables, los cubanos vapulearon a los visitantes de manera convincente, salvaron la honra, y levantaron una nube de interrogantes que ha dejado en ascuas a críticos y simpatizantes.

El béisbol es un deporte impredecible y casi mágico, con una fuerte carga psicológica, y es imposible enmarcarlo dentro de un círculo.

Tras solo un juego ganado, las críticas han quedado heladas, las bocas abiertas y los vaticinios han dado un vuelco de 180 grados. Los atletas viajaron con sus mochilas llenas de optimismo a Barranquilla, con amnesia temporal y motivados.

¿Se arreglaron de súbito todos los problemas del béisbol cubano? ¿Se acabó el maleficio? ¿Caerán como fichas de dominó todos los rivales en la competencia centroamericana? ¿Ya no necesitamos a los que emigran? ¿Estamos conformes con los que llevan las riendas de este, nuestro deporte más querido?

Mientras los dioses del beisbol se divierten, no sabemos a ciencia cierta que nos dejó el tope con los universitarios estadounidenses. En una semana la grama del estadio fue una pasarela donde desfiló lo peor y lo mejor de nuestros atletas, donde se puso de manifiesto el pozo más oscuro al que puede caer nuestro deporte y la cima dulce llena de fuegos artificiales donde una vez dormimos a pierna suelta.

Faltan pocos días para el comienzo de la competencia más importante de la temporada. ¿Será capaz la selección nacional de retener el único título regional que nos queda en las vitrinas? Pronto tendremos las respuestas. Nos vemos en el estadio.

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