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Opinión

Felo Ramírez y el miedo del régimen

Ha vuelto a suceder: un cubano universal ha muerto y en la Isla la prensa calla. ¿Por qué?

Miami

Ha vuelto a suceder: un cubano universal ha muerto y en la Isla ni se enteran. Su pecado, como el de tantos otros: irse sin decir adiós; desafiar con su ausencia el sistema político imperante hace 58 años. Felo Ramírez, el narrador deportivo más grande que ha dado Cuba, ha fallecido en Miami a los 94, sin que la prensa oficial —la única permitida en su patria— publique una sola línea sobre su deceso.

Ya debíamos estar acostumbrados a semejante deshonra. Porque en este y otros casos, no honrar a quien lo merece —más allá de las ideas políticas, color de la piel, preferencia sexual o religión—, es de una perversidad que no tiene una explicación lógica, coherente. Quiéranlo o no, tarde o temprano todos los cubanos sabrán quién fue este hijo de Bayamo, que está en cuatro salones de la fama del béisbol, narró momentos deportivos trascendentes por más de siete décadas, y a quien han rendido homenaje peloteros y fanáticos de todo el mundo, excepto en su tierra natal.

La pregunta obligada es si el régimen gana algo con tales ocultamientos. O si pierde, al anunciar el fallecimiento de otros famosos como Guillermo Cabrera Infante —Premio Cervantes—, Celia Cruz —la "guarachera de Cuba"—, u Orestes Miñoso, a quien el ex presidente de EEUU Barack Obama tenía como ídolo en su juventud y posee una estatua en el antiguo Comiskey Park de Chicago. Podría argumentarse que el primero fue un combativo contrarrevolucionario —solía decir "con la Revolución nada, contra la Revolución todo"—, pero, ¿y los demás? ¿Qué "sabotaje" hizo la picaresca de Leopoldo Fernández, "Tres Patines"? ¿Cuántos muertos costaron al régimen los boleros de Olga Guillot y Blanca Rosa Gil? ¿Dónde pusieron bombas los poetas Jorge Valls y Raúl Rivero para que cumplieran prisión y les cambiaran la celda por exilio?

Haber hecho de la salida de Cuba un acto de renuncia, de desacato, no es un argumento válido para limitar u ocultar la existencia de un compatriota. Incluso si se mantiene una postura contraria a quien gobierna un país, tampoco hay justificación ética para darle un portazo en la cara: la aceptación de las diferencias en ideas, razas, religiones y preferencias de todo tipo nos hacen mejores seres humanos. Lo contrario es una actitud fascista, totalitaria.

La única respuesta más o menos entendible a semejante borramiento de records, en catálogos musicales y cánones literarios, es el miedo: miedo a que los cubanos de la Isla sepan de una parte importante de sus artistas, deportistas y profesionales que no profesan el credo comunista, y fuera de su tierra han vuelto a ser tan o más grandes que cuando estaban dentro. Que el talento no lo dio la Revolución: es propiedad personal e intransferible. Negar durante décadas la existencia de quienes han enaltecido el nombre de Cuba, más que proteger al régimen y el atrincheramiento ideológico, lo descolocan en un mundo interconectado; semejante apartheid habla una naturaleza intrínsecamente torcida y frágil.

Precisamente en eso radica una parte sustancial de la relanzada "lucha ideológica" a que convocan en la Isla: taponar todo resquicio por donde la información pueda colarse; blindarse ante el acceso a internet, los blogueros independientes, las redes sociales, el "paquete" y las revistas digitales.

¿Qué pasaría si de pronto Liborio tiene acceso a ver jugar a Céspedes, Chapman y Puig? ¿Sería un problema ideológico disfrutar en la televisión a Mirtha Medina, Alfredito, Annia Linares y Lena Burque? ¿Es bueno para la Revolución olvidar los hilarantes chistes de Álvarez Guedes, oídos en toda la radio latinoaméricana menos en Cuba?

En el caso que nos ocupa, Rafael "Felo" Ramírez, la tristeza es doble. Es doble porque mi generación, nacida poco antes o después de 1959, creció creyendo que los mejores narradores permanecieron en su país, sin demeritar a un gigante como Bobby Salamanca o un Eddy Martin multifacético. Ellos mismos podrían haberlo reconocido, en un plano más íntimo, como el maestro de todos. Hemos tenido que salir de Cuba para descubrir que en el Salón de la Fama de Cooperstown, el más famoso del beisbol mundial, hay un narrador cubano conocido simplemente por Felo. Doblemente triste, porque quien sigue perdiendo es el béisbol y la afición de la Isla, que no conoce su pasado, y por ese camino no tiene ni tendrá jamás presente ni futuro.

Algunos no tenemos duda de que algún día la voz de "Felo" Ramírez se dejara escuchar de nuevo en un gran homenaje en el Estadio Latinoamericano, que antes fue su querido Estadio del Cerro. Será natural, humano, sano mental y espiritualmente, poder oír entonces algo así como: "¡Y están ganando los cubanos!"

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