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Béisbol

Enrique Ubieta defiende la tajada del régimen

El oficialismo pretende que los peloteros cubanos en las Grandes Ligas hagan ganar una parte del contrato al régimen.

La Habana

El ensayista Enrique Ubieta, uno de los talibanes de línea dura de la intelectualidad oficialista, ha escrito un curioso artículo que publicó el periódico Granma en su edición del viernes 12 de mayo.

El objetivo principal del trabajo periodístico es contrarrestar la imagen de crisis que ofrece el béisbol cubano, sobre todo después de la paliza que recibieron los peloteros de la Isla en el último juego del pasado IV Clásico Mundial. En ese contexto el señor Ubieta decidió titular su artículo "Elogio del pelotero cubano".

A pesar de admitir las deficiencias que se observan en nuestras Series Nacionales, e incluso aceptar que algo debe cambiar para revertir esa situación, el articulista se pregunta: "¿Por qué se habla de crisis en la pelota cubana, si cada año la escuela nacional aporta, de la peor manera, nuevas estrellas o prospectos a la Gran Carpa?"

Tener que acudir a semejante argumento para demostrar la "buena salud" del béisbol cubano, en el fondo, debe de haberle dolido en el alma a Ubieta, ya que a renglón seguido expresó su parecer sobre los peloteros que marchan a jugar en las Grandes Ligas de EEUU: "Esos peloteros aceptan la oferta de un sistema que intenta desangrar a su Patria, porque quieren alcanzar una gloria personal, material o deportiva, que no puede esperar a un contrato digno. El monto del dinero recibido no los dispensa de la indignidad".

Después de leer este párrafo no quedan dudas de que el elogio que da título a su artículo no se dirige a cualquier pelotero cubano, sino a aquellos que no han "desertado".

A propósito, vale la pena aclarar que Ubieta, cuando se refiere a un "contrato digno", piensa en aquellos que se firman con la mediación de las autoridades deportivas cubanas. Se trata de encauzar las relaciones entre las partes al estilo de lo que realizan las famosas agencias empleadoras en el ámbito de la inversión extranjera. O sea, evitar el trato directo entre el atleta cubano y el contratante foráneo. De esa manera, por supuesto, se asegura una "tajada" para el Gobierno.

El deseo de librarse de esa tutela gubernamental pudo haber sido la causa de que muchos deportistas, no solo en el béisbol, abandonaran los equipos nacionales de la Isla. Por solo citar el atletismo, tendríamos los casos de la saltadora Niurka Montalvo, el vallista Orlando Ortega, y más recientemente el triplista Pedro Pablo Pichardo.

Más adelante el ensayista asume una de las poses favoritas del castrismo: ser la víctima de la politización por parte del enemigo de cualquier asunto que tenga que ver con Cuba. En ese sentido el señor Ubieta asevera que "el bloqueo estadounidense obliga a los peloteros cubanos que se insertan en Grandes Ligas a vivir fuera de la Isla, y los estimula a hacerse pasar por opositores al sistema".

Sin embargo, el articulista calla acerca de la otra cara de la moneda, que consiste en la venganza del castrismo hacia los peloteros que abandonan la Isla —claro, sin permiso de las autoridades— para ir a jugar en ligas foráneas. Nunca más la afición cubana sabrá de ellos mediante los medios de difusión oficialistas. Pero no solo eso, sino que borrarán su pasado. Es decir, sus nombres no aparecerán más en las estadísticas de las Series Nacionales. Y ocurrirán episodios como el del pelotero santiaguero Antonio Pacheco, quien no fue exaltado al Salón de la Fama del Béisbol Cubano por haber decidido residir en EEUU, tras concluir un contrato de trabajo en Canadá. ¿Acaso no constituyen esas acciones una auténtica politización del deporte en la isla?

El artículo de Enrique Ubieta —¿habrá sido casualidad?— apareció un día antes de que el periódico Juventud Rebelde diera a conocer que tres ciudadanos de la provincia de Sancti Spíritus fueran sancionados bajo la acusación de tráfico de peloteros. Es decir, facilitarles la salida del país a aquellos jugadores que desean desempeñarse en el exterior.

Al parecer, el oficialismo está dispuesto a emplear todas las armas para impedir el éxodo de los peloteros.

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