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Ensayo

Martín Adán, apuntes en recibos y recetas

Los peruanos necesitan su poesía, sus décimas perfectas, sus sonetos barrocos, difíciles, incomprensibles y sus reflexiones sobre la vida escritas en unos versos libres que parecen añorar los peligros de las cárceles.

Madrid

Los peruanos necesitan su poesía, sus décimas perfectas, sus sonetos barrocos, difíciles, incomprensibles y sus reflexiones sobre la vida escritas en unos versos libres que parecen añorar los peligros de las cárceles. Sí. Al Perú le hace falta rescatar a Martín Adán, un poeta que los críticos suelen comparar con César Vallejo pero al que se recuerda más por su estancia en los bares y los manicomios de Lima que por su obra.

Con ese seudónimo de personaje de culebrón firmó sus poemas y una novela deslumbrante —La casa de cartón— que escribió en plena juventud, con solo 16 años. El hombre real se llamaba Ramón Rafael de la Fuente Benavides (1908-1985) y era un aristócrata apartado de los pasillos de los políticos que se valió de la locura y el alcoholismo para hacer más pura y legítima la soledad.

A los 75 años, le dijo a un periodista que lo único que añoraba era estar solo, tranquilo y en paz. Ya no podía leer y no escribía. Soñaba con no estar presente en el momento de su muerte y cuando le preguntaron su opinión sobre la ternura dijo esto: "¿Ternura? Nada en verdad. Soy un hombre apartado de toda relación inmediata con el mundo. Estoy viviendo mi vida a solas. Ya no tengo actividad ni siquiera emotiva".

Hay, en efecto, desde octubre pasado, una campaña en su país para recuperarlo y está abierta una exposición con las ediciones originales de sus libros y con algunos objetos personales como su máquina de escribir, fotos, pinturas y testimonios. Se escriben notas en las páginas culturales y se vuelven a contar anécdotas de su vida, los desplantes a funcionarios oficiales y una escabrosa entrevista que sostuvo con el poeta estadounidense Allen Ginsberg.

Martín Adán se consideraba un gramático, alumno del profesor español Emilio Huidobro. Escribió gran parte de su obra en sanatorios y hospitales psiquiátricos, perdió decenas de poemas y apuntes en las barras y mesas de sus bares preferidos y se convirtió en un escritor que, aunque se le reconoce la trascendencia de su trabajo, vive en la posteridad pasajera y verbal de su leyenda como bohemio y loco.

El escritor dijo alguna vez que la vida era una imposición y la poesía una elección. Martín Adán contó el tiempo y las aventuras que le impusieron a Ramón Rafael de la Fuente Benavides en estos libros que son los más importantes que dejó para la literatura del Perú y de la lengua española: La rosa de la espinela, Sonetos a la rosa, Travesía de extramuros, Escrito a ciegas, La mano desasida, La piedra absoluta, Mi diario y Diario de un poeta.

Estos versos son del poeta peruano: "La toda vida tuya es como cada ola: Saber matar,/ saber morir,/ Y no saber retener su caudal,/ Y no saber discutir y volver a su principio. / Y no saber contenerse en su afán.../Si quieres saber de mi vida,/ vete a mirar el mar".


Este artículo apareció en El Mundo. Se reproduce con autorización del autor.

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