Se puso chaquetilla torera la muy Barrenechea
peninsular por todas sus
costuras, pasada por
cubana: vistió pantalón
negro ceñido con una
lista roja a lo largo de
la pernera, pantuflas
bordadas, y siendo
jueves día demás
entró endomingada
como si fuera Novia
del Sábado, se me
plantó de frente, me
enjaretó cuatro
jugosos besos
vertiginosos y que
en adelante todo
cambiaría: buenos
tiempos, larga vida,
una salud de hierro,
y me bajara los
pantalones: ella
sexagenaria, yo
octogenario, bajé
la cabeza.
En esta casa tenemos declarada la guerra al
gluten, al azúcar refino,
la comida industrial,
embutidos, latería,
despojos y demás
excrecencias de res,
el chicharrón, la frita,
el tocino: guerra a
los tendones, vasos
sanguíneos, fuera
jiferos y matachines
de ovejas,
desmembradores de
merinos, moruecos,
al cuerno los
destazadores, sus
matavacas y delantales
de cuero, aquí no entran
pomos, enlatados,
híbridas conservas,
necrosados melocotones
en almíbar, salsas
de farmacia: causan
estitiquez (almorranas)
mañanas pujando,
prolapsando, trompetas
y algazaras de fétidos
meteorismos para que
cuatro camajanes
empresarios vivan
como Donato jugando
golf: a la mesa, siete
de la mañana, alzamos
ensartados dos boniatos
de Dominicana, tiras
gruesas de atún crudo
a la manera japonesa,
rebanadas de pan de
alforfón y tapioca,
muerte al gluten,
infusión de jengibre,
muerte al azúcar, un
poco como mucho de
miel de brezo o milflores,
y en todo el ámbito de
la sala, damas y
caballeros, jóvenes
estudiantes, queridos
lectores, no se oye un
eructo, borborigmos,
vientos: de haber alguno,
cinta olfativa, onda, círculo
concéntrico, respirad, que
huele a algalia (pachulí).
Sesenta y un abriles en enero esta mañana
Guadalupe enhorabuena
celebremos como bien
sabemos quedándonos
en casa, aquí son ferias,
albas a su lado, contigua
su mano amasa, pica,
trocea, funge almirez,
estira hojaldres, ceba
el mundo de pie cantando
villancicos sefarditas tras
hogazas, broquetas
marineras, gollerías
trigonométricas, salsas
etíopes, judías cubanas:
servimos, inclinamos la
cara, la frente tres veces
nos tocamos, reímos al
rato a mandíbula batiente,
y a los postres, tras la
sobremesa, vamos
sacando de un jabuco
sin fondo aparente dos
libros, tres monedas
suficientes, nos
separamos: cada
cual por su lado
celebra a su manera,
Guadalupe lee una
novela coreana, yo
escucho a Schubert
por el Cuarteto Italiano
(La morte e la fanciulla)
leo en voz alta (mantra)
ni envidiado ni envidioso
de aquel poeta y traductor
de su país.
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió en 2013 el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Este poema pertenece a un libro inédito.