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Libros

Wendy Guerra y el éxodo

'Todos se van' es una selección del diario de Nieve Guerra, fragmentos de su infancia y su juventud, y es también un inventario de persecuciones, de huidas, tantas que abruman.

La Habana

En Todos se van, una novela de Wendy Guerra, las personas parecen programadas para abandonar el país donde nacieron y radicarse en cualquier otro. Ese país es Cuba y la protagonista de la novela se llama Nieve Guerra y es una de las pocas personas que no se va. Tampoco se va su madre. No es que no hayan pensado en emigrar, sino que el padre de Nieve Guerra no da el permiso para que se marchen a Suecia y cuando en 1980 abandona Cuba, pone entre su firma y el autorizo que dejaría salir a las dos mujeres, el Estrecho de la Florida.

Nieve Guerra nació en 1970, el año de la Zafra de los Diez millones que se quedaron en siete. Es necesario ser cubano y haber vivido aquellos años para entender por qué esos tres millones de menos fueron tan significativos. "Lo único que permanecía era el frío húmedo del mar, y mi madre, pensando en 'las Europas' y en las cartas de los amigos que partieron, decidió llamarme Nieve." Si una novela va a tratar del éxodo cubano, está bien que sea esa dispersión fabulosa, desesperada y desesperante, la que inspire el nombre de su protagonista.

Todos se van es una selección del diario de Nieve Guerra, fragmentos de su infancia y su juventud, es también un inventario de persecuciones, de huidas, tantas que abruman. En un diario se pueden apuntar los hechos y las ideas sin mucho trabajo de introducción ni desenlace. Las personas pueden, de pronto, estar allí o desaparecer sin que se sepa más de ellas. De ahí el peso del éxodo en la novela, las personas configuradas por la ausencia, lo cubano deshecho por la dispersión, y el miedo. Todos debemos estar listos para renegar de nuestros padres, cuidar a nuestros hijos de la sospecha y saber que el énfasis en la palabra "libertad" molesta.

Wendy Guerra nos enseña que vivimos en un país conformado por cifras extremas, el cero y el todos. Son cifras incómodas para un relato porque pueden hacerlo poco creíble. Pero un relato de la Cuba reciente que se entretenga en el dos o el siete, que no repare en la ausencia del uno o que ignore el peso de todos y la desolación del cero, puede ser bueno para un Sábado del Libro o para una entrevista en la revista Bohemia, no para mucho más.

Escribe Nieve Guerra en abril de 1990: "Querido Diario: todos se van, todos me dejan. Algunos se van hacia fuera, Antonio hacia adentro, en un viaje descarnado, entre la asfixia, la claustrofobia y la humedad".

Antonio es un opositor político en Cuba y la ida que describe Nieve Guerra es imprecisa, hacia la muerte o la prisión, pero parece más hacia la muerte. Nieve, que toda la vida despide a los que se van hacia afuera, es conmovida por este hombre que no rehúye el remolino que lo absorbe.

"Con Antonio aprendí que una mujer y un país deben ser habitados, tocados, vividos, aunque el precio sea un abandono presente y sombrío."

Por el título, por las idas hacia tantas partes que describe Wendy Guerra, sentimos leyendo Todos se van que no entendemos la magnitud de nuestro éxodo.

La novela de Wendy Guerra termina en 1990 y 24 años después algunos amigos de mis hijos ya se han ido de la mano de sus padres. Caras que ya faltan en las fotos de cumpleaños en tanto otras tramitan su ausencia.

El castrismo ha convertido lo cubano en una referencia sin asiento. Ha sido llevado afuera por 50 años lo que en Cuba se difuminaba o bien terminaba abruptamente. No es la música que en el extranjero se aprecia como cubana la que rechina en nuestros altavoces. Un sándwich recorre el mundo con nuestro gentilicio por nombre, sin que podamos encontrar en este archipiélago ninguno de sus ingredientes. Cuba, como se describe en Todos se van, esel fruto de medio siglo de dispersión y huída mientras el diario Granma pondera nuestra unidad y llama a actualizar el modelo, sin saber si la próxima versión contará con cubanos suficientes.


Wendy Guerra, Todos se van (Anagrama, Barcelona, 2014).

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