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Crítica

Un bojeo erudito

Haroldo Dilla ha publicado un estudio sobre cuatro ciudades caribeñas a lo largo de siglos: La Habana, Miami, Santo Domingo y San Juan.

Xalapa

Por estos días, el lector interesado en los asuntos urbanos, regionales, fronterizos, o simplemente, cualquier apasionado de la historia y la cultura caribeñas tienen nuevas razones para el agasajo. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (sede México) acaba de publicar, en su sello editorial, el libro  Ciudades en el Caribe. Un estudio comparado de La Habana, San Juan, Santo Domingo y Miami, obra del sociólogo Haroldo Dilla. Se trata de una vieja deuda que el académico cubano-dominicano tenía con su propia agenda investigativa y con quienes hemos seguido su incursión en estos temas; acompañando desde hace algún tiempo la gestación y alumbramiento de esta robusta criatura.

El libro —soberbiamente prologado por el urbanista hispanocubano Carlos García Pleyán— nos conduce, a través de un recorrido histórico y teórico escrito en clave caribeña,  por los estudios urbanos. Partiendo de un marco analítico que combina la raigambre marxista —en su ponderación de los procesos de acumulación y expansión capitalistas de los siglos XVI y XVIII— con la mirada específicamente dirigida sobre el fenómeno de las ciudades del Mediterráneo Americano —sus semejanzas, diferencias y mutaciones—,  Dilla analiza la huella dejada en estos asentamientos humanos por la impronta colonizadora y la vinculación al mercado mundial.

En el libro se asoman las siempre complejas relaciones entre el acelerado —y a menudo caótico— crecimiento urbano y el (sub)desarrollo de la infraestructura y los servicios de nuestras urbes;  entre las promesas de una modernidad consumista y opulenta gozada por viejas aristocracias y nuevas clases medias y la marginación —ruralizada y/o periurbana— y pobreza en que sobreviven, por generaciones, mayoritarios sectores populares de la región. Y va dibujando el auge y caída de hegemonías regionales —de Santo Domingo a Miami, pasando por La Habana— y las identidades híbridas de la ciudad floridana o la capital puertorriqueña.

El libro destaca algunas características particulares del Caribe, constantes de su evolución histórica y desarrollo institucional. Partiendo de reconocer la existencia de diferentes procesos de colonización europea —y del impacto común del posterior tutelaje norteamericano—, Haroldo destaca el impacto, dentro de esos núcleos urbanos, de actores externos —potencias, comunidades emigrantes, economías globales—; los nexos entre lo étnico y lo clasista y la persistencia del autoritarismo político y la injerencia imperial. Y resalta, en todos los casos, una condición fronteriza ligada a su rol periférico dentro del capitalismo mundial.

Una tesis central del libro es que la capacidad para colocarse en (y administrar los) lugares de paso de las fronteras que las circundan —y en particular lo el autor que llama la gran frontera difusa entre "imperio" y economía mundial— ha sido la clave del apogeo, estancamiento y/o declive de Santo Domingo, La Habana, San Juan y Miami durante los tres siglos pasados. Para este análisis, el sociólogo recupera y desarrolla las nociones de enclave y desarrollo; en tanto atributos asignados a las diferentes ciudades, en distintos momentos de su historia, por sus respectivas élites comerciales, financieras, políticas y militares.

La visita a La Habana es una de las perlas de este erudito bojeo por las ciudades del Caribe. Tras comparar las apuestas truncas de enclaves como Veracruz o Cartagena —casos que ameritarían un mayor abordaje en futuras versiones de la obra—, Dilla va describiendo los sucesivos procesos de poblamiento, expansión edilicia, encadenamiento a mercados trasatlánticos y aparición de una esfera pública e intelectual que hicieron de La Habana —desde los tiempos del despotismo ilustrado—una de las grandes urbes americanas, al nivel de México y Lima.

Llaman la atención las sugerentes interpretaciones que el autor realiza sobre el rechazo que cierto hegemonismo habanero provocaba en las élites provinciales de la joven nación, a lo largo de los siglos XIX y XX. El cual se encarnó en las políticas plebeyas triunfantes a partir de 1959, agendas estas parcialmente revertidas hoy a partir de los procesos de gentrificación desplegados, de forma paulatina, al calor de las reformas en curso.   

Ciudades en el Caribe…. constituye, en suma, un agradable y erudito bojeo por las plazas, puertos y callejones de nuestras ciudades. Pero, sobre todo, una invitación a entender la historia, la economía y la cultura de la mano de la comprensión de los modos, siempre contingentes, en que las comunidades humanas viven su cotidianeidad y entretejen las hebras de su destino. 


Haroldo Dilla, Ciudades en el Caribe. Un estudio comparado de La Habana, San Juan, Santo Domingo y Miami (FLACSO, Ciudad de México, 2014).

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