Back to top
Crítica

De Sagua a la Sagüesera

Roberto G. Fernández ha escrito una novela basada en los amores de Alfonso de Borbón, primogénito de Alfonso XIII, y la sagüera Edelmira Sampedro.

Nueva York

Basada en los amores de don Alfonso de Borbón (1907-1938), primogénito de Alfonso XIII y heredero al trono de España, y la sagüera Edelmira Sampedro (1906-1994), El príncipe y la bella cubana parecería ser un aporte más al nutrido acervo de novelas históricas recientes. Como estas, el nuevo libro de Roberto G. Fernández está armado con un extenso archivo de datos verificables; pero a diferencia de otros practicantes del género, el también sagüero Fernández no se propone profundizar en la historia sino caricaturizarla. Se trata de una novela más que histórica, histérica; paródica en vez de padúrica; del episodio nacional que Galdós hubiera escrito si en lugar de ser un Pérez cualquiera hubiera sido un Fernández de Sagua La Grande.

Hasta ahora Fernández se había dedicado a documentar, en inglés y en español, la trayectoria vital, viral —la ruta, tanto en el sentido cubano como en el otro— de las primeras generaciones de exiliados cubanos. De imprecisa ubicación genérica, narraciones como La montaña rusa (1985), Raining Backwards (1988), Holy Radishes! (1995), En la ocho y la doce (2001) y Entre dos aguas (2007) dibujan un retrato cariñoso pero burlón de las idiosincrasias de los residentes de lo que fue "Little Havana" cuando todavía era una pequeña Habana.

Sin alejarse del todo de su obra previa, Fernández en este libro escoge otro camino. Con una arquitectura sólida, un argumento consecuente y personajes bien trazados, El príncipe y la bella cubana se acerca a la novela convencional. Lo cual no impide que la narración esté un poco off, que el mundo de la ficción ostente el trastabilleo, el wobble, que le imprime a la escritura de Fernández su originalidad. La novela no tergiversa los hechos, pero sí los empina.

Edelmira Sampedro y Robato, prima de Jorge Mañach, conoce a Alfonso de Borbón y Battenberg en Lausana en 1933. Se casan y el matrimonio se disuelve cuatro años más tarde. Después de la muerte de Alfonso en Miami a causa de un accidente automovilístico, Edelmira nunca habló en público sobre su vida, aunque se ha rumorado que dejó unas memorias que permanecen inéditas. De ese rumor se origina la novela, fingida autobiografía de la bella cubana.

Dotada de una sensibilidad que oscila entre Corín Tellado y Rafael Casalins, la cubana no es solo bella sino gárrula. Su gran secreto es que al divorciarse de Alfonso estaba encinta con su hijo. A fin de que la familia real no se entere de la existencia de un nuevo pretendiente al trono, se lo deja a otra mujer para criar. Pasan los años, sobreviene la revolución castrista y Edelmira se exilia en Miami. Por una de esas casualidades de la vida y la literatura, se vuelve a encontrar con su hijo, quien trabaja de jardinero en el cementerio de la Calle Ocho que guarda los restos su padre. Lo que ocurre después en el corazón de la Sagüesera, es secreto develado solo a los lectores de la novela.

En el primer capítulo, durante un aguacero en que truena sin relampaguear, el padre de Edelmira observa: "Algo anda mal, la luz debe preceder al sonido".  Al igual que el tiempo en Sagua, en el recuento de Edelmira algo también anda mal. Y no porque su historia se aparte de la historia. Todas las piezas fundamentales de la trama son verídicas o al menos verosímiles. Incluso el que ella haya tenido un hijo con Alfonso se sustenta hors texte en el testimonio de un extravagante personaje que se hacía llamar "Count Alfonso de Bourbon" y afirmaba ser el vástago de la pareja. (El presunto conde, que tenía un raro parecido con Alfonso XIII, murió en La Jolla, California, en 2012.)

Sucede, no obstante, que las memorias de Edelmira están tocadas, trastocadas, por el malicioso mal andar del novelista. Goloso exponente de la cocina del arroz con mango, Fernández condimenta el relato con yuxtaposiciones y ayuntamientos mucho más inusuales que el matrimonio de un aristócrata y una plebeya. La madre de Alfonso, Victoria Eugenia, escocesa de nacimiento, cita letras de boleros que, para colmo, todavía no se habían escrito. A su hijo lo apoda "Fonsy", como el protagonista del programa televisivo Happy Days. La infidelidad de Alfonso con otra cubana (la modelo Marta Roquefort, quien sería su segunda esposa) se narra en un capítulo titulado "El día que murió la música", frase que remite a una canción de Don McLean, "American Pie". En Miami, Edelmira se muda al edificio donde reside la memorable y memoriosa Mirta Vergara de Raining Backwards, cuya "ruta" particular consiste en recrear la playa de Varadero en la bañadera de su apartamento. Hasta el confesor de Edelmira, un sacerdote español, anda mal —para andar bien: trueca 53 misas por un par de Adidas lumínicos.

La consulta del médico de Edelmira está decorada con un trompe l’oeil que simula una arboleda. Cuando Edelmira se da cuenta de que los árboles que ve a través de la ventana no existen, se queja al doctor Hargreaves. El eminente galeno le responde: "falsa la percepción pero verdadero el embeleso". Lo mismo podría decirse de El príncipe y la bella cubana, falsa novela de cautivadora lectura.

 


Roberto G. Fernández, El príncipe y la bella cubana. Los amores de don Alfonso de Borbón y Battenberg y doña Edelmira Sampedro y Robato (Verbum, Madrid, 2014).

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.