Llora la madre de Dios, y el llanto de las piedras
es agua basta que corre
en dirección contraria a
Dios, el llanto del agua
lágrimas de cocodrilo.
No me sostengo sin la fuente nupcial, agua curva
donde bailar del brazo
con la novia (tules) su
tiara de azahar: pasos
comedidos, canto llano
la oración, nada de
vuelos poéticos, la
mano de Dios una
gargantilla de jazmín,
aderezo de madreselvas
ciñendo el muro de
ladrillos revocados
de enfrente: pasos
cruzados, brazos a
los costados, brazos
sueltos, aligerados,
para bailar con Dios.
Ser la novia del lunes, ver llorar a la Madre, diapasón
de cenizas, pentagrama
de hiel y espinas un
miércoles: pañuelo
áspero de algodón,
pañuelo de lona al
cuello (asperjado)
para secar el llanto
de la piedra el día
del encuentro,
sopesar las pupilas
humedecidas de la
Madre en la distancia
del agua rota, agua
de gólgotas, de mares
muertos en nombre
de la gloria del cuerpo
cruzado y descruzado
en travesaños de polvo,
polvo astillado, astilla
sometida al agua, a
la Madre de Dios
llorando los hematomas
del Hijo: la supuración
del Hijo vuelta arrecife
reblandecido de coral
amarillo entre anémonas
de mar, madréporas
deshechas en los
fondos submarinos:
Dios descansa absorto
en el regazo de la
Madre.
Dejémoslos quietos, quedémonos quietos, y llegue
para todos un tercer día
de reencarnación, ser
súbdito del agua, su
círculo concéntrico,
orilla, la otra orilla, ser
víscera florida, láudano,
cantárida, corola de
altura, alabemos una
y otra a la madre, su
natural orificio.
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió el pasado año el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Este poema pertenece a un libro inédito.