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Crítica

Escribir en campaña

En la planicie literaria cubana no hay lugar para la neutralidad. Oscar Cruz lo sabe, y continúa moviendo su campamento.

La Habana

A veces uno desearía merecer ciertas dedicatorias. En la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana, le di un bolígrafo a Oscar Cruz para que me firmara un ejemplar de su más reciente poemario, Balada del Buen Muñeco. Puso: "Para Lage, colega de campamento".

Leyendo el cuaderno, ganador del premio de la Fundación Wolsan de Corea del Sur, me acordé de la Feria del Libro anterior, la del 2012. Me acordé de un panel donde el peruano César Gutiérrez despachó la actual literatura de su país mencionando unos cuatro o cinco autores. Todos los demás, resumió el autor del artefacto-novela Bombardero, son unos farsantes.

Tal vez me falla la memoria. Lo más probable es que en lugar de farsantes haya dicho arribistas o algo parecido (de hecho, ahora estoy casi convencido de que dijo arribistas). No importa, a lo que voy: el caso es que después intervino Oscar Cruz, desde el público, para celebrar un criterio tan tajante como ese. En Cuba, dijo, necesitamos juicios así.

Hasta aquí la literatura, de aquí para allá la farsa (y la comparsa). Trazar una línea que es también una trinchera. Creo que Oscar lo que pedía era eso: escritores que asumieran posiciones de combate y las defendieran. Y como es sabido, la mejor defensa es el ataque. He aquí el espíritu y el tema de fondo de Balada del Buen Muñeco, que es un librito de balada belicosa.

En el texto "De riposta", para empezar, la escritura se equipara a una pelea de boxeo; por lo tanto, "cada poema lleva dentro hematomas,/ torsiones, cortaduras, el poema como/ fiesta de los golpes". Y en la pieza titulada "Poeta" leemos una definición con aires de dog fighting:

 

el poeta es un perro que hay que echar a la

perrera, pero debes encerrarlo a latigazos.

si no tienes el coraje para hacerlo, el poeta

sin pensarlo te echará.

 

Nada apacible ni conciliador puede salir de ahí. Como nada apacible ni conciliador puede salir de los "restos de un país desmantelado" que asoman sobre el concreto en el poema "P&G", donde Oscar Cruz nos advierte que su vida

 

ocurre allí, donde los culos sudados

hacen la cultura de un polígono

de razas que vive en un estado

de barbarie permanente.

 

P&G es por Procter & Gamble. El autor nos cuenta que su madre, desde que leyó las cochinadas que él escribe, no hace otra cosa que regalarle culeros Pampers: "una centena de paños desechables/ que impiden la salida al exterior/ de mis fluidos". Si en un poema anterior ("Los años de aprendizaje") esta mujer enmendaba a su hijo a cintarazos, aquí se prodiga en atenciones de lactante. Su madre, dice el poeta,

 

ha visto en los programas de la tele

a los grandes escritores disertando

con camisas de hilo.

cree que en eso que concierne a la escritura,

no paso de ser un neonato que enfermo

de odio desde el parto, requiero

todo el tiempo de cuidados intensivos.

 

En Balada del Buen Muñeco este odio tiene una dirección clara. Además de los escritores que salen en televisión con camisas elegantes, se habla de "los buenos hezcritores concertantes", de "los sabios" que dicen "naderías sepias, naderías rosas, naderías", o sencillamente de "los Grandes", así en mayúsculas. Como "La Bella Poesía", que es el título del poema donde se lee:

 

he tenido la idea de reunir

en un gran barco a los miembros

más notables de la Bella Poesía Nacional,

como eco del naufragio acontecido

en Manaos, en el año 1900.

 

La fantasía de exterminio se complementa con la de mutilación. En el poema "La plomada" es un pájaro la víctima. Un pájaro que "canta bonito" y parece "un sucedáneo de Lezama". A esta ave ornamental se le cortan las patas y se le cuelga en el pecho una plomada para que no pueda alzar el vuelo: "cantaba bonito el desgraciado./ solo que nunca más volverá/ a posarse en nuestro patio."

Pero es quizás "La campaña" el texto que mejor refleja esta —digámoslo con Silvio Rodríguez— necedad de asumir al enemigo. Aquí, dentro del conocido símil roedor, el autor diferencia los ratones literarios de las despreciables ratas: las segundas serían más fuertes y más peligrosas que los primeros.

 

celebro sus notables cualidades. sentadas

en todas las mesas, probando todas las

comidas, mirando con pasión el noticiero

para ver en qué sentido batirán los vientos.

ratas de derecha y ratas

de izquierda, ratas que exageran el talento

de las ratas que desean. ratas que estarán

en el listado cuando sea necesario proteger

a las ratas.

 

Pura (y trastornada) militancia poética: poner "a merced de la candela", leemos, a criaturas de las que tal vez es mejor no ocuparse, y escuchar con deleite sus chillidos. Pero la escritura puede, y debe, crear focos de violencia, así sea gratuita (claro que la violencia nunca es gratuita). La escritura como un estado de guerra, aunque la guerra sea un estado mental. Lo que importa es la actitud.

 

dicen mis amigos que soy un asesino,

que no entienden cómo encuentro placer

haciéndole eso a nuestras ratas. ratas que

llevan una vida consagrada a la belleza.

ratas que llenan de prestigio y hermosura

a la ciudad. solo puedo adelantarles

un cosa: estad alertas,

no conozco el corazón del asesino.

conozco mi corazón y es horrible.

 

Es el latido —tan horrible como necesario y, por supuesto, absolutamente vital— que se escucha al fondo de Balada del Buen Muñeco. Nos recuerda que, en última instancia, los escritores son aliados o son adversarios, escriben a favor o escriben en contra (¿pero a favor o en contra de qué?, hay que volver siempre a esa pregunta). En la planicie literaria cubana no hay lugar para la neutralidad. Oscar Cruz lo sabe, y continúa moviendo su campamento.


Oscar Cruz, Balada del Buen Muñeco (Colección Sur Editores, 2013)

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