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Poesía femenina de dos siglos

La antología hecha por Milena Rodríguez Gutiérrez 'permite acercarnos a zonas, autoras y obras poco revisadas y más o menos conocidas tanto del siglo XIX como del XX'.

Madrid

 

Una antología que comienza con "Al partir" de Gertrudis Gómez de Avellaneda no debe (no puede) ser otra antología más. Ni simplemente un panorama sobre poesía femenina, ni un texto parcializado de lírica insular, geográficamente hablando. El concepto de nación (cubana) está en crisis hace décadas, las orillas se complementan, el acto de partir tiene una vigencia tal que La Avellaneda bien puede ser erigida como mapa prolongado y disperso de la Isla; su propio cuerpo textual, su vida, su obra representan mejor que los de cualquier autor las divergencias y contratiempos del cubano de hoy, al haber ido más allá de sexos y latitudes.

Cuestionada como ninguno, disputada de orilla a orilla, puesta en duda como escritora, mujer, cubana o española, La Avellaneda representa las dos principales oposiciones que erige Milena Rodríguez Gutiérrez para presentarnos Otra Cuba secreta. Antología de poetas cubanas del XIX y del XX: masculinidad vs. feminidad y residente vs. exiliado. Al mismo tiempo, la propia Avellaneda rompe esas limitadas oposiciones, va contra ellas, las desacredita con su verso y con su vida; y ese es también uno de los principales propósitos del libro que comento: ir, como Tula y teniéndola a ella como paradigma, en contra de fórmulas facilistas y de cartografías políticas obtusas y discriminatorias. Es esta una antología que une orillas, que traza un mapa verbal itinerante y plural menos esquemático de la lírica cubana escrita por mujeres desde el siglo XIX hasta el presente.

La Peregrina, como la misma Gertrudis se autodenominó, es el rostro del desarraigo, de la pasión viva, de la descentralización tanto sexual, cultural como político-geográfica. La fuerte defensa de su punto de vista y su modo de vida, una postura que le costó el rechazo y la mala fama en su tiempo, hoy la erigen como eje y ejemplo de gran parte de la creación literaria cubana, escrita donde sea. Las razones por las que no fue aceptada entre sus contemporáneos, por las que un Martí totalmente desacertado la denominó "ánimo potente y varonil" y declaró que "(n)o hay mujer en" ella, son las mismas que llaman la atención en las últimas décadas para reivindicarla como mujer y poeta de un gran talento, compárese con cualquiera de sus coetáneos.

A pesar de mi tono impositivo al inicio, Milena Rodríguez pudo haber caído en el error frecuente de esos largos panoramas poéticos que cada cierto tiempo nos presentan las editoriales sobre la poesía cubana, en los que caben todos los que escriben, donde poco o nada se discrimina ni se selecciona, y donde tan mal se ejerce el oficio, el derecho, el deber de la crítica literaria. La antologadora, para mi satisfacción, "se moja" y toma partido: elige, propone, escoge, justifica la representatividad de su selección (cuestionable, pero también defendible).

Consciente de las limitaciones que tiene una obra de esta índole, de lo peligroso que sería que el lector piense encontrar en ella una visión panorámica de la lírica cubana femenina, Milena Rodríguez acepta el reto de realizar un trabajo crítico y selectivo, representativo y no totalizador. Para ello, propone la muestra de 9 poetas decimonónicas y de 33 autoras del XX. Las escritoras van desde 1814 hasta 1952. En una tercera parte del libro aparece como apéndice una breve muestra de poetas posteriores, nacidas entre 1953 y 1970.

Hay dos razones para que la muestra de autoras del siglo XX cuatriplique casi a las decimonónicas: la primera es la cercanía en el tiempo de la obra de las más contemporáneas y esta razón es explicada por Milena Rodríguez en su introducción. La otra tiene que ver con la apertura que significó el siglo XX en general y de manera paulatina para que la mujer pudiese desarrollarse intelectualmente sin limitaciones ni tapujos, aunque no dejasen de existir tabúes patriarcales que llegan hasta nuestros días, por lo cual es lógico que sea mayor el número de poetas representativas pertenecientes al XX en comparación con el período colonial.

Por un acto de modestia que podría considerarse nociva para el libro, Milena Rodríguez no se incluye a ella misma dentro de las autoras nacidas después de 1953. Pero la antologadora, profesora universitaria, crítica y ensayista cubana residente en España es una de las escritoras que mejor encarna en el presente las mismas oposiciones que enfrentó la Avellaneda: emigrante, mujer y poeta. Y acaso su condición de poeta interesada en la visión femenina, en entender el "parche" y la marginalidad como algo a su favor y no como limitación, sino como instrumento subversivo y desacralizante; acaso esa posibilidad de ver desde la cocina y también frente al papel y el libro, evidencia que los poemas de Milena Rodríguez enriquecen y confirman las directrices de su estudio y su propuesta. Como afirma Jorge Luis Arcos sobre Fina García-Marruz, en Rodríguez Gutiérrez también investigación y obra poética se complementan por la comunidad de temas e inquietudes.

También como La Avellaneda en "El porqué de la inconstancia", este volumen persigue el entendimiento con el otro; Rodríguez Gutiérrez reconoce que su enfoque es feminista, pero no exclusivo, si ellas están no se completan como mapa poético sin la obra de ellos, y viceversa; una tesis que bien puede entenderse del mismo poema citado de Gertrudis, donde la autora dialoga con un tú masculino que se cree superior y, siguiendo la tradición, se excusa culpando a la mujer por su inconstancia y apasionamiento, pero el sujeto lírico de la cubana explica y demuestra que las mismas aspiraciones y los mismos tormentos unen tanto a hombres como a mujeres.

Es cierto que desde Helena, Safo, Fedra, Medea y Dido la mujer es representada como pasional por no esconder lo que siente y lo que la hace arder, enfrenta los peligros por lo que desea, comprende y asume los riegos de aquel verso sáfico que reza "lo bello es lo que uno ama", o del parlamento de Antígona que expresa "no he nacido para odiar sino para amar". Por lo cual otra vez la directriz la traza Tula cuando expresa: "ella su afán inmenso/ siente perenne, profundo/ y rompe lazos del mundo/ como el águila la red". No se compara con una tojosa o una dulce palomita; la mujer es, por su pasión sáfica, un águila feroz.

Aunque por razones históricas ya esta antología de mujeres poetas puede estar plenamente justificada, a causa de los milenios de silencio obligado que ha padecido el ser femenino, para Milena Rodríguez la primera y más importante razón por la que aparecen las autoras es la calidad literaria y estética de sus obras. Afirma que esa visión de la literariedad está vista desde los parámetros del presente, de la vigencia y el valor que tiene la obra de algunas voces decimonónicas. Al mismo tiempo, pretende rescatar nombres prácticamente olvidados por la tradición literaria como el de Úrsula Céspedes de Escanaverino y Julia Pérez Montes de Oca, por considerar que son figuras de un gran valor que lamentablemente han sido poco conocidas y estudiadas.

El rigor del trabajo de Milena Rodríguez se evidencia en las notas de presentación de las poetas, en las referencias bibliográficas luego de cada nota autoral, en las agudas opiniones sobre la poesía (por ejemplo) de Emilia Bernal y de Dulce María Loynaz, en las rápidas y acertadas referencias críticas en medio de los textos introductorios. Si bien el contexto sociocultural es importante y tenido en cuenta en su estudio, la división la crean las propias mujeres; sus bordes significativos son, por ello, La Avellaneda y la polítropa y polifónica Reina María Rodríguez.

A diferencia de lo previsible que es la mayoría de los panoramas poéticos cubanos de los últimos años, la antología de Milena Rodríguez pertenece al tipo de textos perdurables y canónicos, como los que toma de punto de partida: Cincuenta años de poesía cubana de Cintio Vitier y Las palabras son islas de Jorge Luis Arcos.

Leer un libro debe ser siempre un descubrimiento. Este lo es por dos razones: porque la poesía siempre es hallazgo y porque permite acercarnos a zonas, autoras y obras poco revisadas y más o menos conocidas tanto del siglo XIX como del XX. Acceder a los poemas de estas mujeres nos hace menos esquemáticos, más inclusivos y analíticos, yendo más allá de las falsas diferencias sexuales y de las nocivas fronteras políticas.

 


Milena Rodríguez Gutiérrez (editora), Otra Cuba secreta. Antología cubana de poetas cubanas del XIX y del XX (Verbum, Madrid, 2011).

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