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Cine

Amaury Pérez, metido a crítico de cine

Desde su programa televisivo 'Con dos que se quieran', el cantautor arremete contra el cine cubano.

La Habana

En menos de un mes, Amaury Pérez Vidal ha manifestado en dos ocasiones su desacuerdo con el cine cubano desde la tribuna que le ofrece su programa televisivo estelar Con dos que se quieran.

Primeramente, entre él y el realizador Rafael Solís emitieron juicios acerca de lo que entienden como "cine independiente" y ventilaron, más que sus prejucios sobre el tema, su desconocimiento de la cuestión.

Esta semana, en entrevista con la vicejefa de la Cinemateca de Cuba, Lola Calviño, Pérez Vidal fue más explícito y directo: "Salvo contadas excepciones, me agoté", confesó, dando por hecho que el cine cubano de hoy no es lo que él quisiera, a pesar de esas "excepciones" que no ilustró.

Lo explicó incluso: "Tal parece que del Túnel de Línea o el de Quinta Avenida para acá no hay conflicto. Todos los conflictos que está tocando el cine cubano ocurren donde está el herrumbre, el óxido, el desastre..."

No queda claro si el cantautor quiere películas ambientadas en una demarcación exclusiva de La Habana como es Miramar. Lo que sí es obvio es que no quiere más "herrumbre, óxido y desastre". Da por hecho que, fuera de esa demarcación urbana que invoca, todo lo demás es invivible, insoportable. Y que el cine cubano solo se alimenta de tales escenarios (cosa que es falsa).

Pero Pérez Vidal, además de insistir en su agotamiento, en su hartazgo con las películas del hollín, propone una suerte de fábula clasista que pareciera aspirar a algo más amable, dócil, limpio, que esa negruzca suciedad. Una suciedad donde viven casi todos los cubanos, por cierto.

De acuerdo con el tránsito historiográfico que propone Amaury, el cine cubano se jodió en los 90: "mucha marginalidad, la queja perenne", así califica las películas de ese periodo. "¿La memoria que queremos dejar es esta?", pregunta.

Esa fijación con la memoria, o mejor, con la imagen que se deja de los tiempos, es una de las obsesiones recurrentes de los burócratas, para quienes no hay mejor norma estética que la del realismo socialista. En Cuba, los burócratas de la cultura han disfrazado esa demanda con términos diversos: ofrecer una "visión optimista"; mirar "lo bello de la resistencia"; asumir una "postura constructiva", etc.

Es obvio lo que pide Amaury: películas sobre su clase social. Sobre la gente con visa; que viaja para ver a Céline Dion en vivo; o a cumplir encargos oficiales; cuyos mayores conflictos se manifiestan cuando un aduanero inescrupuloso quiere decomisar alguna de sus "importaciones". Gente que defiende el socialismo cubano pero no acepta que sus privilegios de clase dirigente mengüen. 

Es paradójico lo que pide el entrevistador de Con dos que se quieran: un cine que sea espejo de la realidad, pero que busque sus conflictos allí donde no haya dolor. Curiosamente, el cine cubano reciente ha sido reflejo de la realidad, pero cuando ha mostrado algo inaceptable para el poder, la censura ha sido la respuesta. 

Lola Calviño invocó ese fantasma en la entrevista. Sin mencionarla explícitamente, hizo referencia a Quiero hacer una película, el largo de ficcion de Yimit Ramírez que provocó un fuerte enfrentamiento entre cineastas e instituciones en 2018. Para ella, más allá de la supuesta "ofensa a Martí" que contiene la película, "hay que verla, hay que discutirla".

Ante esa postura de su invitada, Amaury comentó: "Me alegra mucho que tú seas tan buena gente. No es mi caso. Martí no se me puede tocar".

Entonces sabemos que, además de no querer ver "desastre", Pérez Vidal se mofa de toda posibilidad de concordia. Su respuesta es la de las brigadas de respuesta rápida para con los cineastas atrevidos. Porque, como aseguró antes sobre ese cine cubano que no le gusta: "Tengo una batalla en contra de eso".

Para algunos cineastas que han reaccionado ante lo dicho en el programa, la batalla de Amaury Pérez Vidal es una "cruzada personal". Como si no se tratara de una viejísima cruzada que empezó con PM, Cecilia, Alicia en el pueblo de Maravillas, Guantanamera, Santa y Andrés, Nadie y una larga lista de inaceptables para esa ansia por administrar la memoria que solo quiere soles y banderas donde tantos cineastas ven hollín. Porque un artista no fabrica reflejos, sino reflexiones sobre lo que le rodea. Y si no es posible demostrar que miente, es porque "la cosa está que mete miedo y horripila de verdad."

Amaury Pérez Vidal tiene su propia "batalla en contra de eso" y, como sabe que es una batalla perdida, se declara agotado. ¿Y quienes lo azuzan?

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