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Artes Plásticas

Nelson Villalobos: 'Palabras de un gran poema'

El artista expone en su estudio en La Habana y habla con DIARIO DE CUBA sobre su arte y su vida.

La Habana

La vida de Nelson Villalobos (Cumanayagua, 1956) trascurre a caballo entre Vigo y La Habana. Presto a no perder el tiempo y con la pasada Bienal como punto de partida, el artista reconfigura su hogar para crear un espacio abierto donde trabajar, exhibir y seguir promoviendo encuentros e intercambio entre distintas generaciones de creadores, como ya hiciera en la década del 80 con Antonia Eiriz, Antonio Vidal, Osneldo Garcíao Julio Girona, entre otros.

En tiempos difíciles de olvido y negación, "luché por salvaguardar un legado. Aquí en casa nos reuníamos también con Segundo Planes, Tomás Esson, Carlos R. Cárdenas o el poeta Ángel Escobar, entre otros. Artistas de diferentes procedencias compartíamos experiencias. Antes no existían esas diferencias generacionales", dice.

Muy pronto, Villalobos regresará a España para una estancia prolongada. En su taller de Vigo deberá empezar a producir y organizar una exhibición retrospectiva que a finales de año inaugurará en el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad (MARCO), espacio emblemático de Galicia. A esta muestra le precederán intervenciones públicas y otras exposiciones que el artista ha venido realizando en galerías y espacios como la Casa de las Artes de esa ciudad.

Han pasado ya tres años de nuestro primer encuentro con el creador, y en ese tiempo ha trabajado frenéticamente, ganándose a pulso un espacio en la sobrepoblada escena artística cubana: "Llegar a Cuba ha sido un encuentro necesario", comenta.

En esta nueva etapa decidió realizar un sueño: un estudio abierto. En él expone actualmente pinturas de mediano y gran formato, de diferentes series, así como tres instalaciones.

En la primera instalación, sin título, utiliza materiales que, junto a su hermano, empleó en la reconstrucción del espacio. Los entremezcla con piezas de barro realizadas por él, en 1977. El empaste temporal es una expresión abierta de continuidad. Villalobos refirma su actitud ante el arte y la vida. Siempre le han regido las mismas premisas estéticas. Por ello no es casual la utilización de una línea de arena sobre la que reposan vestigios de obra anteriores y de su pasado personal, como representación simbólica del río vital, del cual sobresale un pequeño juguete de plástico, desgastado y enmohecido:

"Era de mi hermana. Es el único recuerdo físico que tengo de ella. Murió cuando era una adolescente. Cuando yo aún era un estudiante de escultura, me propuse hacer tres altares dedicados a la vida, el amor y la muerte. De esas obras me queda un cinco por ciento, muchas de ellas se perdieron por las inclemencias del clima, los traslados, el paso del tiempo y los descuidos. Entonces vivía en el central 30 de Noviembre. Las hice con barro extraído directamente de la zona, sin cocerlas más tardes. De ahí las patinas negras que han cogido con el tiempo, y su fragilidad", señala. 

Otra de las obras, Nos vamos, es un mural que se extiende sobre la pared del patio de luces, realizado con elementos acumulados por el artista en estos tres años de estancia en la Isla. Aquí reintroduce algunas piezas creadas en la década del setenta. Como fondo, la pared, tal cual ha estado por décadas. Sobre ella y utilizando pequeños clavos, Villalobos distribuye distintos objetos. La materia prima que utiliza provine de encuentros casuales con los elementos en su andar por las calles de La Habana: "No recojo cualquier cosa, solo las que llaman mi intención", comenta.

El mural se conformó como una gran nganga espiritual o punto de encuentro y reunión de historias vividas y energías elementales. Entre los componentes, Villalobos añade dibujos realizados a carbón sobre la pared, todo ello unificado por el óxido del hierro.Como él mismo señala,"las piezas encontradas se convierten en palabras de una gran poema", filosofía que ha regido su existencia.

La tercera instalación ocupa una habitación del inmueble, en la que Villalobos despliega su ingenio para realizar Biblioteca de la construcción y restauración permanente de La Habana. Obra total, en ella el artista utiliza la arquitectura, herramientas y materiales de construcción, esculturas, pintura, y la luz, para hacer un recorrido por la historia de la capital cubana. Dedica la pieza a los 500 años de la ciudad:

"Mi hermano me ayudó a reformar el estudio. Viendo cómo ponía los suelos comencé a idear la obra. Utilicé las losas de mosaico rescatadas de las estancias anteriores, como libros, más otras que dibujé en las paredes, junto a lugares emblemáticos de la ciudad, combinados con elementos cotidianos como el quinqué, el antiguo litro de leche y herramientas de trabajo. En la habitación convergen personajes como Servando, Leo Brouwer, Eusebio Leal o Carpentier, aunque solo dibujé a Martí en fuga, como un cometa, piedra angular de nuestra nación y carnal de nuestra familia. Utilicé citas de Lezama, el nombre de Habaguanex, la muñequita de mi hermana o Elegguá. No arreglé ni intervine las paredes. Las humedades siguen ahí. Sobre ellas dibujé a carbón imágenes tan eclípticas como La Habana".

En conjunto, Biblioteca de la construcción y restauración permanente de La Habana acopia el conocimiento del artista. Allí continuará para quienes decidan descubrirla. A pesar de su carácter efímero, aún permanecerá unos meses abierta al público, en el Estudios Villalobos, calle Apodaca 260, entre Factoría y Aponte, La Habana Vieja.

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