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Cine

Un exsoldado cubano enloquecido protagoniza un filme en concurso en San Sebastián

Su director persiguió retratar a través de este personaje la situación de 'muchos cubanos'.

Madrid

El argentino Francisco Marise estudiaba en la escuela de cine de San Antonio de los Baños cuando en un pequeño pueblo y por casualidad se encontró con Andrés, un excombatiente cubano que le mostró una forma de enfrentarse a la memoria y al recuerdo que quiso plasmar en su película Para la guerra.

El dolor y el orgullo se mezclan en Andrés, algo muy diferente a lo que pasó con los jóvenes inexpertos que lucharon en la Guerra de las Malvinas y fue ese contraste lo que interesó a Marise y lo que le llevó a realizar su ópera prima, que presenta en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián.

Andrés Rodríguez Rodríguez fue "El Rayado" cuando luchó en Angola entre 1975 y 1977; y "Mandarria" cuando lo hizo en Nicaragua entre 1983 y 1987. Hoy, ya sexagenario, es un hombre que parece haber vivido, como dice el título, exclusivamente para la guerra. Sus recuerdos, sus imágenes grabadas en unos VHS y sus muy escasos amigos, están siempre ligados a entrenamientos, misiones y desfiles militares.

Marise lo muestra en la actualidad haciendo todavía con envidiable entusiasmo ejercicios de combate o mostrando distintas técnicas de camuflaje, y también en su cotidianeidad (cosechando, afeitándose, leyendo mientras llueve, fumando, viendo películas de guerra).

Hombre de pocas palabras, Andrés solo dirá unas pocas frases (no falta su diatriba contra “el daño que han hecho” las tropas de Estados Unidos por el mundo), mostrará su admiración incondicional hacia Fidel Castro (y el cimbronazo que produce su muerte) y buscará vía telefónica retomar contacto con viejos camaradas de lucha a los que no ve desde hace tres décadas

El objetivo de Marise con esta película a medio camino entre la ficción y el documental, explicó en entrevista con EFE, era mostrar la locura y la lucidez de Andrés y a través de este personaje retratar la situación de "muchos cubanos".

"Conocí y conozco a otros excombatientes cubanos, pero Andrés condensa" las experiencias de todos porque "es un gran no actor que entiende la puesta en escena de una película pero a la vez es totalmente franco, dice lo que piensa", explicó Marise.

A través de su testimonio y sobre todo de su forma de actuar, de sus ejercicios hipnóticos -"casi coreográficos", reconoce el director-, Para la guerra cuenta la diferente relación que tienen los cubanos "con su pasado y con la guerra".

Mientras que los argentinos que combatieron en las Malvinas quedaron traumatizados con la experiencia -la tasa de suicidios posteriores casi iguala al número de fallecidos durante el conflicto, asegura el realizador-, los cubanos tienen una forma muy diferente de enfrentarse a sus miedos y a su memoria.

Eso es lo que cuenta en Para la guerra, donde Andrés es el protagonista de su propia historia, con todas sus contradicciones.

Porque este hombre, que a los nueve años hizo del Che su héroe y a los 16 años se presentó voluntario para luchar en la guerra de Angola, es tan loco en apariencia como lúcido y coherente en sus planteamientos, cuenta Marise.

Haciendo ejercicios militares en medio del frondoso paisaje caribeño, tratando de contactar con sus antiguos compañeros de lucha o contemplando emocionado en la televisión el anuncio de la muerte de Fidel Castro, Marise retrata a este excombatiente con cercanía y a la vez con distancia y sin juzgar.

40 años después de combatir en Angola, Andrés sigue entrenando y muestra ante la cámara "la memoria que le queda en el cuerpo", relata Marise, para quien es "un soldado que está herido pero no vencido".

Una historia muy diferente a la que el realizador tenía en principio en mente, más relacionada con el trauma que las Malvinas provocó en su país.

Pero llegó a Cuba y se dejó conquistar por los cubanos, por su selva, su calor, y el conocer a Andrés fue el último elemento para poner en pie un proyecto para el que coescribió el guion con el realizador español Javier Rebollo, que fue su profesor en la escuela cubana y que cambió su "forma de ver y de pensar cine". 

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