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Literatura

La 'Revista de Literatura Cubana' resucitada

La publicación de la UNEAC renace vieja, desentendida de la literatura cubana de hoy dentro y fuera de la Isla.

La Habana

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ha decidido retomar el proyecto de Revista de Literatura Cubana, abortado en 1997 después de 15 años de salida ininterrumpida —con algunas variaciones—, debido a las dificultades económicas que limitaron a las publicaciones seriadas en la década de los 90.

El comité gestor, encargado de su número cero, lo integran los investigadores Pablo Argüelles, Ricardo Hernández Otero y Cira Romero y, como en su fase anterior, en esta segunda época la RLC se proyecta como una publicación especializada en crítica, historia literaria, bibliografía e informaciones varias vinculadas a las problemáticas y especificidades del desarrollo literario insular.

La publicación pretende privilegiar los acercamientos a la tradición y a la renovación, en diversas épocas y manifestaciones, en cualesquiera de los enfoques, criterios y métodos teóricos de análisis del hecho literario, incluso en sus vínculos con disciplinas afines como la historia y la lingüística. Se trata, en síntesis, de un proyecto necesario que, en una primera etapa, se recupera solamente en versión digital.

Sin embargo, este proyecto ha nacido un poco añejo. Demasiado añejo digamos, porque de atractivo e interesante, para quienes estudian la literatura cubana hoy día, este número fénix no trae nada de nuevo. Además del dossier de homenaje a los fundadores de antaño y a personalidades de la cultura recién fallecidas, con artículos ya manidos y (re)publicados en otras plataformas —de Ángel Augier, José Antonio Portuondo, Roberto Fernández Retamar, Julio Le Riverend y Desiderio Navarro—, la sección de artículos agrupa una serie de textos que hacen pasar gato por liebre.

No vamos a negar que un ensayo de Jorge Luis Arcos, esta vez sobre Retamar —pero, ¿no fue publicado ya antes?—, resulte siempre de un interés notable, pero convengamos que otra vez sobre Mirta Aguirre (Frank Padrón), la política cultural en los años 60 (Pablo Argüelles), el origenismo (César A. Salgado), y todavía más, la poesía martiana y el "juancriollismo" por Cira Romero, son temas que continúan cocinándose en su propia salsa y que ya resultan harto tratados en el horizonte investigativo sobre la literatura cubana.

Por el mismo camino desanda la sección "Notas y Documentos", que comprende textos sobre la olvidada Ofelia Rodríguez Acosta, muy trabajada por Zaida Capote; la ensayística de Enrique Saínz, por Olga García Yero —el ensayo más novedoso de todos—; un extenso "más de lo mismo" sobre la novela Siempre la muerte, su paso breve, de Reynaldo González, en la edición publicada este año con prólogo de Luis Álvarez; Hernández Otero disertando sobre el Augier editor; la joven filóloga Nadiezda Proenza aportando "algo más" en torno a El siglo de las luces; mientras que algún texto seguro ya publicado también, del fallecido Salvador Arias, y otro más de Carmen Suárez sobre la impronta del Apóstol complementan los "atractivos" de esta segunda época de resurrección de la RLC.

¿Es esta renovación literaria e investigativa sobre la literatura cubana de la que hablan los gestores de la RLC? Dónde queda la imagen de la literatura actual y el interés que despierta en lectores e investigadores dentro y fuera de la Isla? Si a lo anterior se añade el pésimo diseño de la revista, con el cual pretende continuarse la línea que mantuvo durante su primera época, lo mejor hubiera sido mantenerla donde estaba, enterradita y olvidada.

En su frecuencia semestral, otros serán los encargados de continuar el proyecto, pues la labor del Comité Gestor termina aquí, en este número cero. Desconozco quiénes serán los encargados de esta tarea titánica pero si algo debe estar claro es que la nueva RLC no debe permanecer al margen de las letras cubanas de hoy día. Fomentar el estudio de los nuevos autores, tanto dentro como fuera de Cuba, ojalá que sin censuras, será una manera de visibilizar sus aportes, incentivar al debate con el reconocimiento justo que merecen.

(Que conste que no hablo solo de Leonardo Padura o Pedro Juan Gutiérrez, que de ambos también ya estamos un poquito saturados del bla-bla-bla).

Y sería necesario dar cabida también a los nuevos críticos, a las nuevas voces que insertarán un soplo de aliento fresco a esta publicación.

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