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Opinión

Danilo Maldonado, autor de 'El Quijote'

Bastarían 'Paradiso' de Lezama Lima y el más conocido grafiti de El Sexto para comprender la complejidad y las polaridades de la literatura cubana de todos los tiempos.

College Station

Danilo Maldonado, más conocido como "El Sexto", se suele presentar a sí mismo como artista plástico, esencialmente como grafitero. Sin embargo, para mí es uno de los mejores narradores de la Cuba posterior a 1959.

El grafiti, en sus orígenes, estuvo relacionado con la inmediatez, con la información, con la comunicación de las noticias más frescas. Maldonado, muchas veces, desvela o informa de una realidad cotidiana marginada o prohibida por el régimen cubano, o habla de temas polémicos y actuales desde un punto de vista que parece molestar mucho a las autoridades.

El grafiti es un arte marginal, por lo que Danilo Maldonado (una vez que el aparato cultural y estatal cubano lo ha ubicado entre la disidencia, entre los que no tienen voz ni derecho a expresión dentro de los espacios legitimados de la isla) ha reafirmado su voz y su estilo desde ese lugar obligado, desde el que habla y contra el que lucha a la vez. Ha convertido en marca de estilo y protesta lo que ha sido impuesto por las autoridades.  

Algunos temen a la página en blanco. Maldonado demuestra que con una sola palabra puede contar, desde el anverso, toda la historia de una país, su fracaso y su destrucción. El Sexto, desde los márgenes, opone solo una palabra al maremágnum discursivo inabarcable de Fidel Castro, que habla desde el centro de legitimación por antonomasia. El grafitero, ubicado en las afueras de un proceso que lo silencia y lo intenta ignorar, opone a la oficialista verborrea pasada y presente una sola frase, aparentemente inofensiva, cotidiana, simple. La complejidad de la misma se alcanza por el contexto:

Maldonado escribió "se fue" en las paredes del Hotel Habana Libre el día de la muerte de Fidel Castro. No fue ni excesivamente literal ni pretendidamente metafórico. Se quedó en el justo medio. El comandante, el líder absoluto, el padre de la nación, el tirano, el dictador, el militante eterno, el sujeto omnipresente, se vuelve en el grafiti sujeto omitido, además de que la frase verbal en sí implica el abandono de quien había sido y de quien sus acólitos nombran todavía hoy como "el comandante eterno".

A esa eternidad, al carisma del líder indiscutible, Maldonado hace un huequito, un pequeño agujero que desinfla de golpe, sin embargo, toda la narrativa revolucionaria. Un verbo reflexivo viene a representar el abandono, la ausencia del que se había creído eterno e indispensable. Al "yo soy Fidel" que repiten como poseídos algunos manifestantes cubanos a vivas voz o en camisetas y pancartas, El Sexto opone una tercera persona ausente, cuya partida se vuelve irrevocable. Escribir esta frase aparentemente inofensiva en un espacio público le costó, una vez más, la cárcel a su autor.

Con ella Maldonado arremete contra la trova cubana más militante, desde la trova misma: "Se fue" es una hermosa canción de Raúl Torres, dicho sea de paso. "Se fue, no está, y no queda ni su ausencia". Pero lo que es dolor en la canción de Torres no lo es en Maldonado. Es más bien todo lo contrario. "Se fue" es el mejor minicuento o textículo escrito en la Cuba de cambio de siglo.

Bastarían Paradiso de Lezama Lima y este grafiti para comprender la complejidad y las polaridades de la literatura cubana de todos los tiempos. Con este grafiti Maldonado no solo se reafirma como un artista grafitero sino, y sobre todo, como un narrador. El libro de lo cubano tiene en él un referente narrativo fundamental. Maldonado, con su capacidad de síntesis, consigue reescribir el Libro de Cuba, más cerca del destierro de HerediaMartí que de la política legitimada en la Isla desde 1959 hasta hoy. Cerca del destierro de ellos, que no del estilo, porque en cuanto a estilo Maldonado se opone a toda la verbosidad insular, a la "ampulosidad en la frase" que Varona reconocía como propia de los escritores cubanos. Al Niágara él opone una frase como un escupitajo, un aparentemente efímero salivazo gráfico.

Hay un hermoso cuento de Julio Cortázar,  "Amor 77", en el que no aparece nunca un sujeto gramatical explícito y a su vez está lleno de verbos reflexivos. Maldonado utiliza la misma ausencia de sujeto, pero esta vez no para hacer de la experiencia narrada un hecho consustancial a la raza humana o más universal. Todo lo contrario, también con un verbo reflexivo, su ausencia de sujeto es un secreto a voces, un individuo muy expresamente marcado, aunque se omita; la censura que impide usar en vano el nombre de Fidel como si fuera el de Dios, juega a su favor, se vuelve en su grafiti su mejor arma, un elemento discursivo lúdico que va de la supuesta indefinición y disimulo a un referente directo, de la aparente simulación a todo lo contrario: no mencionarlo es señalarlo claramente. Maldonado logra poner en práctica un procedimiento utilizado desde Esquilo: hacer de las limitaciones un elemento que juegue a favor. Consigue que la censura se conjugue con su estilo.

A Maldonado la literatura cubana le debe posiblemente el cuento más corto escrito en lengua española. Al contrario de Augusto Monterroso, Maldonado no menciona al dinosaurio, no le hace falta, el contexto de su acción llena, como en ningún hecho narrativo que conozco hasta hoy, todos los espacios aparentemente elípticos. Toda la historia reunida en su personaje ausente y omitido le evita tener que hacer una introducción y un desarrollo: la narrativa de la revolución la conoce el mundo entero y ello le sirve para concentrarse en el momento de la peripecia, del cambio de fortuna que puede interpretarse o no como el desenlace.

Como Cervantes, entre la cárcel y la pluma, Maldonado consigue escribir, con una sola palabra, la primera novela poscastro, el inicio de una modernidad cubana que, esperemos, incluya cada vez más sus márgenes en sus centros. Así, en plural todo.

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