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Literatura

Orlando Jiménez Leal: 'Severo no era nada severo'

El cineasta habla de cómo conoció a Severo Sarduy, de sus prejuicios para no leerlo y de las razones que hicieron que la entrevista del escritor no apareciera en la edición final de 'Conducta impropia'.

Camagüey

Cuando, en medio de mis investigaciones para el documental Severo secreto, realizado junto a Gustavo Pérez Fernández, llamé a Orlando Jiménez Leal, él fue tan espontáneo y estuvo tan dispuesto, que solo tuve que contar con la feliz coincidencia de que el documentalista Pedro Gutiérrez Torres estuviera cerca con una cámara.

En aquel primer encuentro con Orlando hablamos de su obra, y en especial de PM, hablamos del documental como género, y de cómo representar la realidad. Finalmente fue muy útil conocer sus visiones acerca del escritor cubano Severo Sarduy, móvil generador del encuentro.

¿Cómo conociste a Severo Sarduy?  

Conocí a Severo de una manera muy curiosa, creo que fue en el año 60, o algo así. Acompañaba a mi amigo, el poeta Raimundo Fernández Bonilla, al periódico Mañana libre. Bonilla tenía con Severo una página literaria allí. Me parece recordar el logotipo, con un aire algo provinciano: "Arte y Literatura. Por Severo Sarduy y Raimundo Fernández Bonilla".

Al conocerlo, la primera impresión que tuve fue que Severo no era nada severo. Era un tipo muy voluptuoso y con mucha chispa, su carácter contrastaba con el de mi amigo Raimundo, guantanamero algo solemne... Un gran poeta también. Eran dos personalidades, tan diferentes, que no se entendía cómo congeniaban… Uno era un heterosexual grave, el otro todo lo contrario, con mucha gracia…

Después, en sucesivas visitas, descubrí su sentido del humor, su inteligencia, su cultura y su capacidad para hilvanar ideas y conceptos. Esa fue la primera impresión.

En una época Severo trabajó en el magazine Lunes de Revolución, pero eso fue muy al principio. Después no supe más de él, porque se fue muy pronto de Cuba. No lo volví a ver hasta muchos años después en París, cuando estábamos filmando Conducta impropia.

¿Puedes imaginarlo en esos primeros momentos de expresión libre dentro de Cuba?

Primero, era un momento mágico, en que la gente creía, o pensaba, que tenía mucho más libertad de la que realmente tenía. Bueno, quizás la teníamos, pero siempre fue precaria. Porque dependía de la palabra de un hombre. Lo que no sabíamos era que aquello se iba ensombreciendo.

Yo creo que Severo fue un ser libre, y lo fue siempre. Cuando conocí a Reinaldo Arenas, me recordó un poco a Severo. Era el mismo sentido del humor, picaresco y ácido que ambos tenían… Aunque Severo era… ¡más rumboso!

Pero yo no sospechaba lo bien que escribía Severo. Conocía algunos de sus poemas, y nada más. El que me hizo leer a Severo fue Emir Rodríguez Monegal. Porque te confieso que yo estaba un poco prejuiciado con él. Hasta que más tarde leí De dónde son los cantantes.

Había un divorcio entre el Severo, el escritor que la gente admiraba, y el Severo que yo conocía, con ese costado frívolo. Cuando le comenté mi prejuicio a Emir, me dijo una frase que me impactó: "Tú te lo pierdes".

Ahí empecé a leerlo, y aprendí a apreciarlo en su justa dimensión, la del escritor que es.

¿Cómo era ese costado frívolo de Sarduy?

Era irreverente ante la vida, y ante las cosas. Siempre tenía una actitud de chacota. Y a la vez, notabas en su ironía una cierta profundidad.

Más tarde descubrías que su frivolidad era, quizás, una expresión de su libertad. Y formaba parte también de ese sentido libre que él tenía. Él estaba tan seguro de sí mismo, que nada le importaba. No le importaba que lo percibieran de una manera o de otra.

En mi caso, yo lo percibí de una manera que poco tenía que ver con lo que él era en realidad.

Por entonces ya ha publicado su cuento "El seguro", en la revista Carteles, una historia arriesgada, y muy crítica…

Severo fue formado en la diversidad, en una sociedad abierta. Su actitud no era siquiera crítica. El disentir formaba parte de su estructura mental, de lo que él era. Ahora, en Cuba, cuando alguien es crítico, eso es algo que sale de su realidad. Es una cosa añadida a su realidad. Tienes que arriesgarte a ser crítico, cuando eso debería formar parte de tu naturaleza: te gusta lo que te gusta, y no te gusta lo que no te gusta. Te gusta un plátano, o una piña, eso es parte y razón de tu ser..

No creo que Severo se planteara eso como: Yo voy a escribir un cuento crítico. No lo creo.  

Yo, por ejemplo, no puedo hablar del pasado si no es de una manera elogiosa. En la vida que yo vivía, a pesar de sus contradicciones y sus problemas, me sentía libre. La gente aspiraba y lograba cosas con su esfuerzo. Tú no esperabas a que te dieran las cosas, sino que salías a buscar, a resolver y a crearte tu propio mundo.

En el tiempo en que lo conoces, Severo forma parte del grupo de jóvenes que tiene una sección en Mañana libre, dedicada a la cultura, y trabaja en Lunes de Revolución. ¿No crees que esto le permitió expresarse y darse a conocer?

Lunes era un suplemento literario que salía todos los lunes dentro del periódico Revolución, por eso se llamaba Lunes de Revolución. Las tiradas del periódico eran de 250.000 ejemplares. El suplemento se insertaba dentro del mismo periódico, pero no creo que tuviera 250.000 lectores. El periódico Revolución sí.

De todas maneras, eso le dio un impulso a la cultura. Los intelectuales tenían la posibilidad de expresarse a través de un medio masivo. Que los leyeran era otra cosa. ¿Quién se iba a leer un ensayo de Breton sobre el surrealismo en la Sierra Maestra, o en Cocosolo? No creo que el escritor pensara que lo iban a a leer de esa manera tan masiva. Lo que sí sabía ese escritor es que por primera vez tenía acceso a un medio masivo de comunicación, aunque no se le leyera.

Lunes también tenía un espacio en la televisión. Es que la caída de Batista despertó la idea de que se podía tomar un rumbo diferente. Que todo era posible. Y hubo muchas señales positivas al principio para avalar eso. Pero también, desde el comienzo, las señales negativas fueron bastante obvias. Lo que pasa es que uno no quería ver las malas señales y aceptaba nada más las buenas.

La cultura dirigida se empezó a manifestar desde muy temprano. Lo enmascaraban con programas culturales y sociales, y con la crítica al pasado. Uno pensaba que eso iba a ser temporal, que formaba parte del balance normal después de dejar atrás una dictadura como la de Batista. Se suponía que iban a haber elecciones libres, y que se iban a respetar los derechos humanos, pero pronto se hizo claro que, desde entonces, había un plan, secreto, un diseño inteligente, para llevar al país a una sociedad cerrada. Y la creación de un asfixiante partido único.  

Hace un rato mencionabas el documental Conducta impropia. ¿Por qué escogen a Severo?

La película fue producida por la televisión francesa, y Severo era un persona conocida en Francia. Como en el caso de Juan Goytisolo, o Susan Sontag, Severo podía dar su testimonio en francés. Eso hacía que el documental tuviera una dimensión y una legitimidad desde el punto de vista lingüístico. Aparte, Severo, era homosexual, lo que le daba una sensibilidad especial hacia el tema

Pero Severo no estaba en Cuba en el momento de las UMAP y no podía dar testimonios…

Ni Susan Sontag estaba en Cuba, ni Juan Goytisolo tampoco. Hay mucha gente que no estaba en Cuba en ese momento, pero son una autoridad moral. Y en el caso de Severo, no solo como intelectual, era razón más que suficiente para haberlo escogido. También era francés, era cubano que puede hablar francés con fluidez, y además era una personalidad del mundo académico y literario.

Sin embargo, no quedó en el corte final de la película…

Es verdad. Pasó una cosa muy curiosa: él empezó a hacer un discurso estructuralista, muy hermético. Nosotros tratamos de seguirlo, y pensamos que de alguna manera iba a encontrarse con el tema, pero no fue así.

Yo recuerdo que, cuando terminamos de entrevistarlo, Néstor Almendros y yo nos miramos, y casi nos echamos a reír. Entonces Néstor, que no solo sabía francés perfectamente, sino que vivía en Francia, me dice: "¿Tú entendiste algo?". Y yo le digo: "¡No!". "Yo tampoco", me dijo.

Tratar de insertarlo en el filme era como mezclar a Stravinski con un vals de Strauss. Y tratamos, pero a nuestro pesar, no se pudo. Aunque sí se publicó luego en el libro que se hizo sobre Conducta impropia.

Has dicho que Conducta impropia es como "un río narrativo". Y al parecer no disfrutas mucho la narración a través de personajes.

Lo que pasa es que si dejas que los protagonistas hablen todo el tiempo sin una brida, corres el riesgo, de hacer una oda al narcisismo, y reduce la capacidad del cineasta para manipular, artísticamente, la realidad. Esto somete al realizador a una pasividad de la que yo quiero alejarme.

Hay otra cosa también, y es que Néstor Almendros, como todos sabemos, era un fotógrafo con un gusto exquisito, y no quería que Conducta impropia fuera una película esteticista. Él aspiraba a alejarse lo más posible de toda pasión estética. Y ese concepto nos obligaba a ser muy pasivos. Realmente él no quería ni editar, porque se conmovió mucho con esos testimonios. Y le tocaba muy de cerca. Eso hizo que el documental tuviera un hilo narrativo muy lineal. Y sobre todo tratamos de que ninguna manipulación artística interrumpiera ese río narrativo. Y eso creo que se logró.

Pero siendo tú, hombre tan comprometido con la realidad…

¡No, no! ¡Yo con la realidad, nada! ¡Yo detesto la realidad! ¡Qué voy a estar yo compromiso con la realidad! ¡Yo la niego todo el tiempo! No, no, yo estoy comprometido con la abstracción. Con la dispersión y con el caos.

¿No te parece una contradicción, siendo documentalista?

No, porque, cualquier manipulación de la realidad, ya deja de ser "real", ya es "otra realidad". Lo que pasa es que tú piensas en el documental como documento histórico. Pero yo creo que los documentales han trascendido eso. En una película como 8-A, yo quise desdibujar los límites entre la realidad y el sueño. O con la pesadilla y la realidad.

Y creo que ese es uno de los grandes logros de muchos documentales. Ahí tienes a un clásico, Robert Flaherty, con su Nanuk… Nada más real que esos personajes que están allí. Pero sin embargo tú te das cuenta de que hay una cercanía con la ficción. Hay una intención de recrear, y de borrar esa realidad que tienen frente a la cámara para crear otra. Lo que es una nueva realidad. Y no tiene nada que ver con el realismo.

En la entrevista que Severo diera para Conducta impropia habla de la revolución como un hecho liberador…

Pero él se refería, creo yo, a la revolución del ser, no a la revolución política. Yo creo que él estaba mucho más cerca de Breton que de Marx. Y creo que él habla de la revolución que produce en el individuo un acto de libertad, que es lo que sentimos fugazmente nosotros en el año 59.

No sé si lo hizo a propósito, pero yo creo que él no quiso tocar el tema político. Al menos de una manera vulgar. Y por eso escogió ese discurso totalmente impenetrable, alejado de la realidad nuestra, y del documental mismo. Eso es lo que pienso.

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