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Artes Plásticas

Servando Cabrera vuelve a la Galería Habana

Una muestra reúne 27 piezas del pintor.

La Habana

La Galería Habana se viste de lujo entre Guajiros y Habaneras, dos de las más célebres series temáticas de Servando Cabrera (La Habana, 1923-1981). Con la muestra Mírame así, la institución celebra sus 55 años de existencia.

Servando Cabrera nació en La Habana Vieja el 28 de mayo de 1923, en la Calle Obispo. Se graduó en 1942 en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, y sus obras se exponen hoy en el Museo Nacional de Arte Moderno de México, el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, la Fundación Joan Miró de Barcelona, y la Fundación Verannemam de Bélgica, entre otras muchas.

Cabrera expuso sus obras en tres ocasiones en la Galería Habana durante las décadas del 60 y 70 del siglo pasado. Hoy su directiva, la Casa Biblioteca-Museo Servando Cabrera, el Museo Nacional de Bellas Artes y sobre todo el coleccionismo privado unen esfuerzos para agrupar 27 obras originales.

La muestra contiene óleos sobre telas, dibujos sobre papel también al óleo, temperas y una pequeña lienzografía dispuesta a la entrada de la institución, en la cual, y a modo de testimonio, se reproduce el tríptico de gran formato "Mírame así", que da título a la muestra. Las telas fueron presentadas por vez primera en la exhibición Habanera tú, exposición personal del artista en el mismo recinto en 1975. La mayoría de las obras fueron realizadas en la década del 70, aunque también es parte de la muestra un magnífico lienzo de 1981, titulado "Marco para un cuadro", pintado el año de la desaparición física del pintor.

Servando Cabrera abordó tempranamente los temas vinculados a la épica revolucionaria. A finales de 1961 expone en el Palacio de Bellas Artes un grupo de obras inspiradas en esas realidades. Como también sucediera con Raúl Martínez, Servando se ve seducido por el nuevo contexto, protagonizado por un pueblo entregado a sus jóvenes y exuberantes líderes. 

Las figuras del pueblo se convierten entonces en centro de la poética del pintor. Sus grandes virtudes como artista le llevan por derroteros personales, alejados del manido realismo socialista y de personajes acartonados. Influido profundamente por pintores como Pablo Picasso, las soluciones plásticas de Servando están cargadas de poesía, homoerotismo y belleza hipnótica.

Entre las obras destaca un retrato realizado en 1975 con tempera sobre cartón. La pieza irradia magnetismo, sensualidad y paz, se percibe el amor profeso a "María Castaña". Trabajada en tonos amarillos y rosas, se distingue del resto de las obras expuestas. Al fondo de la galería encontramos un óleo sobre tela de gran formato, titulado "Habana Cuba", de 1975. Los rostros de cinco mujeres desafían al espectador y no lo hacen de manera agresiva, sino que utilizan la seducción como arma, luchan por un lugar en la historia, "por el porvenir". En esas utopías quedaron congelados sus semblantes hermosos y jóvenes. En la actualidad, simplemente encarnan un acto de fe, un salto al vacío que les devoró los sueños.

"Flores dulces para Marta Jiménez", óleo sobre tela de 1979, de una factura majestuosa e intimista, nos muestra en primer plano una encantadora mujer de mirada leve y melancólica. La fuerza de la imagen nos hace pensar en la soledad, pero nada más alejado de la realidad: un brazo masculino rodea a la dama. Ese elemento basta para mostrarnos que estamos en presencia de una pareja enamorada, fundida en un abrazo que trasciende el formato de la obra.

"Soledad", óleo sobre tela de 1975, muestra una gran cabeza de mujer de perfil, sus tonos grises, reflejos azulados y violetas contrastan con su penetrante ojo marrón. No se trata de una obra trabajada en demasía, quizás ahí radique su belleza recóndita. La serie de Guajiros y Habaneras se funde en unas pocas obras, tal es el caso de "Rayo de vida" (1979), "Tierra de campos" (1974) o "El paraíso encontrado" (1973), todas realizadas en óleo sobre tela, esta última de gran formato. En los dibujos expuestos también se notan las manos delicadas de un gran artista, de las que emanaban actos de sublime belleza.

Después de largos años, Servando Cabrera, el hijo pródigo, regresa a la Galería Habana y, con él, la luz.

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