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Opinión

Dos poetas se encuentran en La Habana

Néstor Díaz de Villegas reseñó con acritud la intervención de Rafael Alcides en un documental censurado. Ninguno de los dos escritores, uno en la Isla y otro en el exilio, se conocían. Hasta ahora.

La Habana

Como viajaban las noticias en la Antigüedad, de mano en mano, al poeta Rafael Alcides le llegaban las críticas que de manera episódica escribió Néstor Díaz de Villegas, otro poeta cubano, pero exiliado en EEUU, sobre el documental Nadie, de Miguel Coyula, del cual Alcides es protagonista.

A pesar de que Néstor lo atacaba por haber creído en el proceso y cito: "Alcides no admite que tuvo que existir, dentro de sí mismo, una pulsión de muerte, un apetito de destrucción, y no solo de júbilo".

Sin embargo, Alcides nunca pareció ofendido, sino todo lo contrario, lo admiraba: "Es un poeta", decía, "hasta cuando hiere lo hace con elegancia… un provocador, es la visión de un tipo que está del lado de allá".

"Si acaso, Alcides y su generación son más reprobables después de la confesión", refiere Néstor en otra parte de sus artículos.

Se generaba un misterio alrededor de la figura del crítico, que odiaba y amaba al Alcides personaje, al que solo conocía a través de la pantalla.

Finalmente Coyula comienza a comunicarse con Néstor, y un mes más tarde, el pasado 13 de mayo, ocurrió un encuentro antológico entre los dos poetas en la casa de Alcides, en La Habana.

Alcides lo llama "el último gran amigo", Néstor le corresponde.

Mientras los escucho hablar, pienso que una película los ha reunido, o tal vez no.

Néstor, un radical, su juventud fue truncada en medio de la euforia del proceso revolucionario. A causa de sus poemas, sufrió cinco años de prisión, siendo un adolescente.

Alcides, un romántico, no emigró, pero es un fantasma entre los escritores de su generación y con la voz entrecortada dice: "Coño, Néstor, me siento responsable, yo contribuí a crear esta cárcel".

Con la condena de Néstor fueron estigmatizados sus padres, en una época en que ser considerado un contrarrevolucionario era repudiado por la mayoría. Su padre fue expulsado de las filas del Partido Comunista de Cuba (PCC), su hijo era "la papa podrida".

Desde la soledad del presente se reconocen, se estremecen… se reúnen las almas de los poetas.  No es que el dolor haya cedido, es que se transformó en poesía.

"La Revolución es incapaz de generar entusiasmo, de reavivar la creencia y transformarla en arte", dice también Néstor, refiriéndose al discurso expresado en Nadie.

Verlos juntos, escucharlos, develó una parte del misterio. Pensaba que ambos, en circunstancias y generaciones distintas, pero por una misma causa, padecen de ostracismo dentro de la Isla.

Me preguntaba, ¿qué habría sido de ellos, si los artistas e intelectuales cubanos no hubiesen aprobado las "Palabras a los intelectuales" de Fidel Castro en el año 1961? Doce años antes de que juzgaran a Néstor, firmaron su sentencia de muerte, pues nunca quedó claro qué significaba estar "dentro" o "fuera" de la revolución, o incluso, qué era la "revolución". Un término tan subjetivo como el arte mismo, susceptible a cualquier tipo de interpretación.

El tiempo los une en el juicio final, ante la muerte de una ideología que no es precisamente la muerte de las ideas.

Casi al final de la tarde, Alcides con rabia pregunta: "¿Y cómo es que todavía tú vienes a este país Néstor, después de todo lo que te hicieron?".

Y como un Odiseo que regresa a Ítaca, él le responde: "Porque siento a los Néstores multiplicados en la Isla".


Este artículo apareció con otro título en Havana Times. Se reproduce con autorización de la autora.

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