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Literatura

Legna Rodríguez: 'Cuba es un país totalitario en casi todo', incluida su 'belleza' y su 'angustia'

La escritora habla de su libro 'Mi novia favorita fue un bulldog francés', 15 'enormes brochazos de un mundo real'.

Madrid

Legna Rodríguez vive desde hace dos años en Miami, pero de alguna manera aún reside en Cuba, donde escribió Mi novia favorita fue un bulldog francés. Quince relatos cortos, "enormes brochazos de un mundo real", el de la Isla, trazados con fuerza y simplicidad, reporta EFE.

La palabra Cuba no aparece ni una vez en el texto, pero en cada uno de sus cuentos Rodríguez transporta al lector hasta las contradicciones de la Isla a través de historias que hablan de política, cultura, burocracia, amor, sexo.

Rodríguez (Camagüey, 1984) vivió en Cuba hasta los 30 años y dice que aún vive allí "más de lo que podría hacerlo alguien que físicamente permanece en el país".

En Mi novia favorita fue un bulldog francés (Alfaguara) —un perro real en el que se gastó todos los ahorros debido al alto precio de esta raza— hay "una obligación de recordar, de graficar la memoria", por eso "los textos son enormes brochazos de un mundo real".

Y no cita a Cuba porque le interesa "una literatura que va más allá de un territorio. Esas historias remiten, sobre todo, a una atmósfera del cuerpo, de la familia, de un sistema, de una sociedad en decadencia, que puede ser cualquier sociedad".

"Cualquier semejanza con hechos reales pueden echarme la culpa a mí. Me tiene sin cuidado", con esa declaración de intenciones Legna Rodríguez se adentra en una panoplia de personajes, ninguno de los cuales se libra de un poso de tristeza.

"Cuba es un país totalitario en casi todo. La belleza del país frente a la angustia del país son dos espejos circulares del mismo tamaño", señala la escritora como explicación a esa tristeza.

Un difunto que rememora su biografía, una mujer maltratada y asesinada por su marido, una joven enfrentada a la burocracia en la estéril tarea de conseguir el pasaporte, un bulldog francés que cuenta la historia de su dueña o una niña que junto a su hermana enfrentan la ausencia de la madre.

Historias con un planteamiento sorprendente, un desarrollo tortuoso e incierto final, porque —indica— "la realidad supera al arte. Es por eso que las grandes obras de arte lo son, porque tuercen aquello que ya de por sí es incomprensible. Toman la realidad y le dan otro significado".

Relatos escritos con frases breves y certeras, que dejan traslucir algunos aspectos de la literatura que "interesan sustancialmente" a Rodríguez: "la simplicidad, la brevedad, la ruptura, y la fuerza. Es algo que persigo en cada uno de mis libros".

Y es que, asegura, "uno es lo que hace. Uno es lo que parece. Y uno, por consecuencia, es lo que persigue. Mi afinidad con lo simple me hace ser simple. A veces juego con las palabras, pero siempre soy inexorable con la simplicidad, y no es instintivo. No creo que la literatura sea instintiva. Uno siempre sabrá lo que quiere".

Narradora, dramaturga y poeta, a Rodríguez le gusta "casi siempre" alternar los géneros. "Eso me repone, me llena de alegría, me da la posibilidad del salto. Jump, jump, jump, jump, como una rana literaria".

Saltos entre géneros que le han valido el Premio Iberoamericano de cuento Julio Cortazar (2011), el Casa de la América de Teatro (2016) o el Premio Paz de Poesía (2016).

Rodríguez vive ahora en Miami. "Me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo", señala parafraseando la famosa novela de Juan Rulfo, aunque en realidad llegó a Estados Unidos por "una razón personal, incluso romántica" y asegura que no ha dejado de escribir desde que llegó, en enero de 2015.

Y aunque no sabe si se quedará, "por ahora estoy aquí", sí sabe que "no regresaría a Cuba en estos momentos. En estos momentos tan tristes no. Cuba es para mí algo triste, personal y archipiélagamente, aunque esta palabra no exista".

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