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Censura

Los artistas desaparecidos

Las ausencias del cine y la televisión antes se disolvían en el silencio, hoy nos llegan noticias de artistas que admirábamos y que se han ido lejos.

La Habana

Revisando la memoria flash de un amigo descubrí ediciones del nuevo programa de Carlos Otero. Nunca fui fan del popular locutor ni seguí "Pellízcame que estoy soñando", su primer programa en Miami después de su sonado exilio, o el show de Alexis Valdés, pero agradecía si al toparme con uno me enteraba de la suerte de artistas "desaparecidos".

En esta ocasión vi a Beatriz Valdés, la esplendorosa "Bella del Alhambra", de quien aquí se comenta hace tiempo se arraigó en Venezuela, y a María Isabel Díaz, la gordita de Una novia para David.

Por sus brevísimas intervenciones en el show de marras supe que Beatriz se presentaba en Miami con el espectáculo teatral Brujas, dirigido por ella; María Isabel, (reconocida ya como "chica Almodóvar" por trabajar con el connotado realizador), habló de su personaje en una serie para televisión, muy bien recibido por el público español.

Escuchándola sentí tristeza, pensé en lo bien que habría recibido su teleaudiencia, la cubana, un personaje sin duda actúado con gran autenticidad, porque desde la cinta que la dio a conocer, hace 30 años, demostró que tiene el poder de desbordar con poderosa humanidad ese molde discriminatorio en que los medios han encasillado a la figura femenina.

"Ámame como soy", decía el tema de aquella película de los 80, cuando aún creíamos en Cuba como proyecto de nación, y no imaginábamos que los rostros que nos representaban en las pantallas irían desapareciendo misteriosamente, para enterarnos de su éxito de forma aleatoria y proscripta. Un éxito donde la revolución contribuyó en dos alternativas opuestas: en su sólida formación profesional, y en su fuga.

La obra dirigida por Beatriz Valdés quizás no la veamos nunca, la serie en la que interviene María Isabel, con suerte podamos obtenerla tardíamente a través de copias piratas.

Un balance optimista me habría hecho concluir que en el pasado notábamos las ausencias del cine, la televisión y la curiosidad por el destino de artistas que admirábamos se disolvía en el silencio y los mitos, hoy al menos nos llegan noticias gracias al auge (aún accidentado) de la tecnología.

Pero lo que conseguí al comparar, fue duplicar la tristeza. Recordé los rostros que marcaron mi generación en un programa de gran teleaudiencia como "Para Bailar", y las preguntas volvieron: ¿a dónde fueron a parar esos locutores que tanto prometían: Salvador Blanco, Caridad Ravelo, Lilian Rentería…?

De Salvador, cuya popularidad era un fenómeno sin precedentes, se corrió que había emigrado para convertirse en detractor de la revolución "pagado por el enemigo". Ignoro si siguió una carrera de locutor o actor en las que ya descollaba. De Cary supe que formó parte del proyecto Ballet Teatro de la Habana, y luego se difundió que había emigrado ilegalmente. Solo la volví a ver en una aparición fugaz, en el filme Bitter Sugar, donde me alegré de reencontrar también a ese gran actor que es (¿o fue?) Miguel Gutiérrez.

De Lili escuché que al saberse su intención de emigrar, la Seguridad del Estado había hecho correr el rumor de que ella había contraído sida, provocando esta falsa noticia la muerte de su abuelo.

Verdad o chisme, quién sabe. A ella misma solo la vi en un documental refiriendo su decepción cuando, en plena efervescencia de "Para Bailar", fue invitada a una fiesta donde había altos oficiales "cuyos nombres no tenía sentido mencionar" y en la cual fue testigo de una corrupción que no esperaba, después de un "discurso de pureza" del que ella venía y en el que había creído.

Luego de décadas de ostracismo, recientemente le "permitieron" entrar a su país de nacimiento como parte del elenco de una obra de teatro. También a Susana Pérez, cuya popularidad en Cuba todavía es simplemente incuestionable.

Quién se atribuye el derecho de borrar las caras que son emblemas del arte cubano, es una pregunta inútil. Por qué lo aceptamos tan fácilmente, también. Cuánto puede sorprender que un artista emigrado sea borrado de nuestro radio de visión si al excelente director Juan Carlos Cremata lo están "exiliando" hoy de los escenarios, aunque esté en Cuba y aunque no fue precisamente el público quien censuró su obra El rey se muere.

Tal vez la respuesta está en que el público de ese cine, televisión, teatro, emigraba y continúa emigrando. De ese público tampoco se dan noticias oficiales, aunque reúna grupos de miles y ahora mismo sea causa de conflicto entre varios países de Centro América. Aunque en La Habana se reciban cancilleres para negociar el delicado asunto, aunque se envíen donativos para los cubanos varados en su itinerario a Estados Unidos, en una situación desesperada.

El silencio seguirá siendo la estrategia oficial, mientras las nuestras sigan siendo el silencio, o la fuga. 

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