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Música

Blues cubanos y… de los otros

Bobby y Robertico Carcassés, con AfroCuba, inundan La Habana de blues y rumba junto al grupo estadounidense Fusion Blues.

La Habana

Invitados por Bobby Carcassés, el carismático y autoproclamado showman del jazz cubano, los músicos estadounidenses del grupo Fusion Blues, bajo la dirección del compositor y guitarrista Tony Loeffler, compartieron acordes en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, junto al pianista y compositor Robertico Carcassés, al frente de AfroCuba.

Integrado por Ed Maina (saxofón), Harley "Coconut" Lamoreaux (armónica), Samuel Mojica (bajo), Marco de Sciscio (drums) y Curtis William (guitarra), los norteamericanos ejecutaron blues tradicionales, entre un country lejano y un sintético soul, con canciones que semejaban salmos doloridos, humilladas letanías de asuntos graves como la marginalidad y la pobreza, ya sea en Uganda o Cuba, y un último mensaje muy sencillo de esperanza religiosa.

Loeffler, quien además de músico es pastor, ha armado su banda con exreclusos y exdrogadictos rehabilitados o devenidos auténticos blueseros ―Lamoreaux, Mojica, William―, y une a la escasa hondura de las letras, arreglos comunes, del puro underground o propios del espiritualafroamericano más melismático. Sin embargo, se trata de un blues eléctrico (esta vez con cero fusión), y son estos muy buenos músicos, sobresaliendo Ed Maina, cuyo saxo despliega un paleta sonora enfática, de brillante comportamiento y gran limpieza técnica, impecable. A Maina le tocó en suerte toda la carga emotiva del concierto.

Al blues tradicional respondía la frescura contagiosa de los chicos —estudiantes de 16 años— de AfroCuba, cuando interpretaban con auténtica garra arreglos soberbios: Juan Carlos Rojas (drums), Rafael Aldama (bajo), Jesús Ricardo Andúz (trompeta), Cristian Pimentel (saxofón tenor) y Dayron Rodríguez (congas). Luciendo además en los teclados, la excelencia de Robertico Carcassés, por sus sutilezas armónicas e intuición rítmica, su festiva sensualidad partidaria del swing ágil. 

Mientras, Bobby, consagrado al dudoso arte de los sonidos étnicos, se decantaba por blues con guaguancó, rumba y un pintoresco homenaje a Benny Moré, acompañado del estilo y calidad del chequeré de Pancho Terry. "Summertime", "Son de la Loma", "Lullaby of birdland", "Folsom Prision Blues", "Brigth Light", "Wayfaring Stranger", "Touched by Love", y "Amazing Grace", entre otros, fueron los temas escuchados.

Carcasseando

Con su habitual manierismo, Bobby pretende que este sea un primer encuentro de blues tradicionales y que como tal se repita —al estilo del Jazz Plaza, evento internacional de innegable prestigio al contar con Chucho Valdés como máximo inspirador. Cómplices musicales, Fusion Blues, cuyos integrantes llegan a la Isla por primera vez (excepto el pastor Loeffler, quien ha estado en 50 ocasiones, según declarara orgullosamente), esperan regresar, gracias a la tan buena acogida. Y aunque el público asistente esperaba más, sobre todo jazz latino, respondía bien a la guajirada yanqui en un espectáculo plagado de viejos sonidos que convencen más por su fundamento y solidez que por su innovación o riesgo.

¿Ya nos vamos despidiendo?

Bobby Carcassés, quien subido a las tablas solía ser un terremoto de energía, de arrebatada interpretación, parece que ya se va despidiendo, arribando al crepúsculo artístico. Porque todo tiene su fin y los años no perdonan: si no ha decrecido el entusiasmo, sí lo han hecho la voz y la gestualidad del cuerpo: ya Bobby es músico de andar por casa.

Por cierto, aprovechó la ocasión para lucir sus dotes de dibujante al proyectar en la pantalla del teatro su "concierto visual", con una breve muestra de sus dibujos y pinturas. Y eso es otro recital.

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