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Opinión

Octavio Paz, cangrejo en 'Granma'

El diario oficialista celebra el centenario del escritor y se extraña de que no tenga suficientes lectores en Cuba.

Madrid
Octavio Paz.
Octavio Paz. ACTITUDFEM.COM

Se cumple el centenario de Octavio Paz y el artículo que el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba le ha dedicado a la ocasión me ha hecho acordarme de un chiste político. Lamento no recordarlo exactamente, y seguramente muchos lectores lo recordarán mejor. Pero viene del Este, del perdido universo soviético, así que habrá pasado por mayores deformaciones que las que pueda prestarle ahora este resumen.

En el cuento hay una mesa de laboratorio, científicos alrededor y un cangrejo sobre la mesa. El cangrejo es el centro de un experimento que hacen. Le dictan una consigna partidista y él camina. La consigna habla de avanzar hacia el futuro y el cangrejo va a contramarcha, pero ese detalle es irrelevante. Lo decisivo es la relación entre la orden dada y su culipandeo. Los científicos anotan la reacción en sus cuadernos.

Proceden luego a arrancarle una pata, vuelven a soltarle el lema, y el bicho camina. Cada vez más dificultosamente, porque van extirpándole una a una sus pinzas y sus patas. Hasta que solo queda en carapazón, y no se mueve por más que le griten. De modo que, luego de haberse desgañitado, los científicos arriban a esta conclusión: "El cangrejo sin patas, no escucha".

Pedro de la Hoz ha escrito en Granma que Octavio Paz es "curiosamente más citado y referenciado en nuestro país que leído de primera mano". En tal razonamiento prima, como en el de los científicos del experimento, una casualidad bastante errática. Por supuesto que un cangrejo sin patas no podría caminar por mucho que se lo ordenaran, y que un autor no publicado jamás podría ser leído ampliamente. Pero algo diferencia al chiste del artículo: este último no reconoce la violencia ejercida y procura borrar toda memoria del despiezamiento, de la censura ejercida durante tantas décadas.

La curiosidad, que en otros es virtud intelectual, es en Pedro de la Hoz recurso para la engañifa. La suya es una curiosidad mentirosa. Felicita a Roberto Fernández Retamar por su "lúcida gestión editorial", por haber ofrecido al lector cubano un volumen de ensayos sobre la obra de Paz. Pero en este caso la lucidez de Fernández Retamar es idéntica a la que ya desplegara con Borges: luego de negarlo con razones de materialismo histórico, se ocupa de "recuperarlo".  Prologó y antologó y visitó a Borges, a la par que cambiaba sus opiniones contra el  argentino en ese ensayo suyo que no se cansa de reescribir, Calibán. Y si alguna lucidez conserva el presidente de Casa de las Américas es la de una celestina que zurce y rezurce su propio virgo.

A comisarios políticos como él (y otros más altos) puede achacarse lo poco leído que ha sido Octavio Paz entre cubanos. Fernández Retamar no ha tenido a mal torturar cangrejos gritándoles lemas partidistas, aunque donde un sujeto como Pedro de la Hoz pretexta curiosidad, él habla luego de su admiración entrañable por esos bichos.

Granma no menciona la censura que pesara en Cuba sobre Octavio Paz, pero el artículo no habría sido publicado allí  sin un ajuste de cuentas con el Paz político. "Prejuicios y cegueras propias y un desmedido afán de protagonismo como hombre público explican sus desencuentros con la Revolución Cubana, el sandinismo y la izquierda mexicana", afirma De la Hoz.

Lo que él considera izquierda mexicana es, mayormente, el régimen del PRI. Y cualquier oposición política va a ser entendida en Granma como patología: narcisismo, ceguera, incapacidad de completar un juicio. Pero hay que ver el tratamiento empleado por De la Hoz contra el afán de protagonismo del Nobel mexicano: saca superioridad de la nada y llama a Octavio Paz criatura. Así describe al escritor centenario: "una criatura que en su juventud se identificó con las ideas socialistas y la defensa de la República Española".

Parece que el ridículo acompaña siempre a estas exhumaciones oficiales. Porque, a pesar de todo su talento literario, Roberto Fernández Retamar no alcanza nunca a desprenderse de ese ridículo. Y tampoco pudo conseguirlo aquel otro dotado exhumador, Cintio Vitier. Incapacitado para alcanzar tales alturas, De la Hoz maneja con chapucería la sentimentalidad de los censores, suelta suspiros de comisarios mucho más risibles.

"El Octavio Paz que nos pertenece y al que no debemos renunciar", afirma en su artículo, "es el que se revela poéticamente como un transformador de la función de la palabra y un constructor de imágenes que traducen la experiencia interior del ser humano".

Apartando lo farragoso de la frase, vale la pena preguntar quiénes hablan por ella. ¿El articulista y la redacción de Granma? ¿Quién son todos esos que no renunciarán a Paz como no se renuncia al turno de una cola? Lo mismo que en Fernández Retamar o en Vitier, esa primera persona del plural ha de corresponder a toda una nación, es un nosotros nacional. Sin patas y sin prejuicios, sordo pero sin ceguera, y librado clínicamente de su afán de protagonismo, el cangrejo Paz es propiedad ahora de los científicos de Granma.

Hubo un tiempo en que el régimen castrista se creyó tan poderoso que podía ningunear a Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Lydia Cabrera, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Mario Vargas Llosa, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante y tantos otros. Pero al final el chiste no versaba sobre el cangrejo, sino sobre los científicos. Los científicos eran, en realidad, el cangrejo del cuento. Y podría decirse que ahora que ha perdido sus patas y sus pinzas, ese régimen cangrejo parece cobrar más oído que el que nunca tuvo, da señales de escuchar lo que antes dictó como inexistente pero, así y todo, no camina. No camina de ningún modo.

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