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Teatro

'Ana en el trópico', de vuelta a La Habana

Se estrena la puesta habanera de la obra de Nilo Cruz, Premio Pulitzer, con varios actores del exilio: Lilian Rentería, Carlos Miguel Caballero y Mabel Roch.

La Habana

 Tras un largo proceso de diálogos, acuerdos, búsquedas de apoyo en diversas entidades y una fe teatral que no podía faltarle a este proyecto, mañana se estrenará en La Habana uno de los más famosos títulos del ámbito escénico reciente. Ana en el trópico (Anna in the tropics), firmada por Nilo Cruz en el año 2003, podrá sumarse ahora no solo al repertorio de Teatro El Público, compañía que la lleva a las tablas de la mano de Carlos Díaz, sino también a la memoria viva de los espectadores cubanos, que han esperado toda una década para conocer la trama de esta pieza, ganadora del premio Pulitzer, el único concedido hasta hoy a un dramaturgo de origen latino.

Ha sido necesario el concurso de entidades diversas, como FUNDarte, la Universidad de Miami, su Departamento de Artes  Teatrales y el Departamento de Lenguas Modernas y Literaturas, y el Archivo Digital de Teatro Cubano que dirige Lilian Manzor, para que ilumine el escenario habanero que ahora habitarán los personajes de Nilo Cruz.

El autor, que ha cedido los derechos para esta producción, conocerá la puesta en escena cuando su elenco arribe a Miami, en noviembre venidero, para tres funciones ya programadas en el Colony Theater de Lincoln Road, a fin de completar el ciclo, que ha aspirado a tener no solo un texto de calidad como garantía, sino además el atractivo de unir a intérpretes de la Isla con otros radicados en esa ciudad de la Florida.

No es el primer intento de lograr tal cruce, pero sí es el primero en alzarse a partir de la mezcla de todos estos componentes, desde el anhelo de hacer real y creíble un diálogo en el que artistas de uno y otro lado puedan interactuar libremente, desde el territorio específico de la creación, quebrantando barreras que persisten, con mayor o peor certeza, en la mente de unos cuantos.

FUNdarte, la entidad que dirige desde el 2003 el productor Ever Chávez, ha sido impulsora de este tipo de cruzamientos, llevando a Miami a figuras tan respetadas como Marta Valdés, Harold López Nussa, Ivette Cepeda, o grupos como Teatro de la Luna, Argos Teatro, El Ciervo Encantado y Teatro El Público: un álbum indudable de lo mejor de la escena cubana actual.

Para esta producción, el texto de Nilo Cruz ha sido traducido al español por James López, profesor cubanoamericano de la Universidad de Tampa. Sobre esa nueva vuelta al original, se alza la versión que Carlos Díaz emplea para reimaginar los parlamentos del autor, y evocar a Cuba desde la Isla misma.

En la trama, un pequeño grupo de tabaqueros afincado en Ybor City, en la Tampa de 1929, verán cómo se estremecen sus vidas rutinarias ante la llegada de un nuevo lector de tabaquería. Juan Julián Ríos, tal vez el mejor lector de La Habana, se dispone a leerles Ana Karénina, la célebre novela de Tolstói, y eso alterará la existencia de todos, sacando a flote secretos de familia, pasiones encontradas, rencores y resentimientos.

Desde esa postal en sepia que puede ser Ybor City, desde sus esquinas en las que aún se guarda el recuerdo que José Martí dejó allí a su paso, Cuba es invocada y evocada por los personajes, que alucinan con esos paisajes del mismo modo que se dejan arrastrar hacia la Rusia de la novela que los seduce. La puesta de Díaz apela a la transparencia y sutileza del texto, al delicado ir y venir que sobre esas palabras el autor induce, aprovechando las referencias históricas, literarias y escénicas para añadir a ese tejido una nueva capa de teatralidad.

Una discusión sobre la utopía

A menos de un mes de haber estrenado Antigonón, un contingente épico, pieza de verbo radical concebida por el joven dramaturgo Rogelio Orizondo para dejarnos saber de qué modo una nueva generación, descreída de tantas utopías, puede aún enlazarse con el sueño político de otra Cuba libre; Carlos Díaz vuelve a demostrar su versatilidad, apostando por una obra que, en cierto modo, está en el extremo de lo que Antigonón propone. En ambos montajes se discute, sin embargo, lo mismo: esa utopía que puede y no ser Cuba. Desde las maneras del teatro, de un teatro tan particular y ansioso de cómplices como es el suyo, Carlos Díaz nos recuerda que es La Habana teatral la que nos lee y nos vuelve personajes de obras muy diversas.

La puesta cuenta con música original de Ulises Hernández, luces de Carlos Repilado y vestuario de Vladimir Cuenca, así como diseño escenográfico y promocional de Manuel Romalde. El elenco lo integran, por la parte cubana, actores tan reconocidos como Fernando Hechavarría, Osvaldo Doimeadiós y Alexis Díaz de Villegas, amén de los jóvenes talentos de Clara de la Caridad González y Yanier Palmero.

A ellos se unen, en las funciones de La Habana y Miami, Lilian Rentería, Carlos Miguel Caballero y Mabel Roch. La presencia de esos tres conocidos intérpretes ha levantado expectativas ya en el auditorio, ansioso por reencontrarse con estas actrices, así como de ver nuevamente en escena a Caballero, quien, entre sus trabajos más recientes, puede contar el filme Verde verde, dirigido por Enrique Pineda Barnet; y se enfrenta aquí a Palomo, uno de los caracteres más complejos de la pieza.

Para Rentería y Roch, de excelentes trayectorias en el teatro, la televisión y el cine cubano, la experiencia ha estado cargada de emociones, tras dos décadas de no presentarse en Cuba mediante un proyecto de esta naturaleza. Los que recuerdan a la Rentería de Mariana o Los enamorados, dos de sus más aplaudidos desempeños bajo la guía de Roberto Blanco en Teatro Irrumpe, encontrarán ahora a una mujer que, amén de su belleza, tiene consigo toda la memoria de ese tiempo y apela a ella para crear a Conchita, su nuevo rol.

Mabel Roch, una de las protagonistas de Un hombre de éxito, Shiralad o Manteca, es toda una actriz de carácter, dueña de un temperamento de amplia gama, que va desde una bien aprovechada vis cómica hasta momentos de excelente dramatismo en la imagen que ella da de su Ofelia.

La emoción ha sido, además de las naturales tensiones de todo proceso de montaje, la clave de los ensayos que se acercan al estreno. Los actores de uno y otro lado se han reencontrado en el espacio común que es el teatro, y desde ahí, aprovechando el punto de partida que es la obra y el puente que es el espectáculo concebido por Díaz, han compartido memorias desde los años de estudio, de proyectos anteriores, de admiraciones mutuas y de nuevos aprendizajes.

A pesar del silenciamiento que la prensa cubana tuvo como primera reacción (el diario Juventud Rebelde publicó una extensa nota sobre el Festival de Teatro de La Habana, que acogerá este montaje, sin mencionarlo y más, sin dar información alguna sobre las otras puestas que Teatro El Público mostrará en ese evento), poco a poco se ha roto la brecha y ya muchos esperan el estreno para aplaudir a un elenco que tiene estas y otras sorpresas, en lo que al parecer será una noticia que arrastrará a muchos hasta las puertas del Trianón, sede de la compañía.

Redacto esta nota como parte de la agrupación que ha trabajado para que el nombre de Nilo Cruz deje de ser una nota al pie o tema de un artículo en revistas cubanas especializadas, como una invitación a que los espectadores de una y otra orilla acudan a confrontar la puesta, a aplaudirla o discutirla, entendiéndola como ese espacio en el que coincidir no es más que un derecho natural extendido desde la libertad misma que puede ser el arte. Por encima de tensiones y recelos, esta es una manera más de hacer explícitas nuevas voluntades de diálogo e intercambio, que aspira a consumarse más allá de los recalcitrantes de uno u otro lado.

El teatro, que tiene su propia memoria, concede estas y otras tablas como puentes. Ya se han publicado textos de dramaturgos cubanoamericanos en la Isla, se han representado obras como Fango, de María Irene Fornés, y se han realizado lecturas dramatizadas de sus obras, como las que coordinó Pedro Monge Rafuls. Este es un paso más, que toma de todo ello y quiere dilatarlo a una nueva dimensión.

Lo que viene ahora, es el estreno, los aplausos, las reseñas, las fotografías, el recuerdo de una puesta que ojalá, abra muchas otras posibilidades para que autores como Jorge Ignacio Cortiñas, Caridad Svich, Dolores Prida y muchos más tengan, en esa Cuba teatral, un espacio que nadie podrá ni puede negarles.

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