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Entrevista

Leonardo Padura: «Escribir es mi forma de vivir»

El escritor habla del mundo de la edición, de su literatura y de su periodismo, y de los cambios en Cuba y el mundo.

Santa Clara

El pasado 20 de octubre, fecha en que celebramos el Día de la Cultura Cubana, tuve invitado a mi tertulia La Hora de la Verdad, que mensualmente realizo en el Café Literario de Santa Clara, a Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955), sin dudas uno de los escritores fundamentales de la narrativa cubana y un periodista audaz que suele tratar en sus artículos y crónicas escabrosos temas de la sociedad cubana.

Nunca llego a estas tertulias con un previo cuestionario, pues en realidad no pretendo entrevistar a mi invitado, sino tan solo conversar con él.

Ofrezco ahora esa conversación con Padura, quien visitó ese día la ciudad de Santa Clara para presentar su libro de crónicas, ensayos y obsesiones, Un hombre en una isla (Sed de Belleza, Santa Clara, 2012). Pese a una copiosa y persistente lluvia, un público atento y fervoroso asistió a ambas actividades. Ahora les doy a todos la posibilidad de sumarse al festejo de participar en la conversación con un hombre honesto y lúcido, que quizás sea el único representante actual de ese boom que generó la literatura cubana, en los 90, permitiéndole a algunos escritores cubanos, residentes en la Isla, publicar sus obras en importantes editoriales del mundo.

Mi primera pregunta pudiera ser pueril, pero es sincera. ¿Por qué un escritor como tú, que tiene las puertas abiertas de grandes editoriales, en distintas partes del mundo, has entregado un original a una editorial de provincia, con corta trayectoria y dirigida por jóvenes, como lo es Sed de Belleza? Ya sé que eres un hombre sencillo; sigues fumando cigarros Populares, andas en un auto viejo y permaneces viviendo en Mantilla, pero por qué decidiste publicar Un hombre en una isla, en Sed de Belleza.

Siempre venir a este café literario. Cuando regreso a Santa Clara, me produce un placer especial. En esta tertulia, o este conversatorio o reunión, como quiera llamársele, uno se siente muy cómodo a la hora de poder hablar, por lo que uno puede hasta decir un disparate y pasa como algo absolutamente normal. Este libro, como sabes, es de ensayo y periodismo, fundamentalmente. Las obsesiones están a medio camino entre el periodismo y el ensayo.

¿Son trabajos ya publicados?

No todo estaba publicado en Cuba, pero todo está publicado en algún lugar, en periódicos, o en revistas, sobre todo en revistas especializadas de universidades de otras partes del mundo. Y una de las razones de que ahora esté publicando esos textos en un libro editado por Sed de Belleza se debe a que el mercado internacional del libro es muy complicado.

Yo tengo la fortuna de haber podido establecer relación, hace ya 16 o 17 años, con una editorial española muy prestigiosa de Barcelona, Tusquets, que tiene una repercusión internacional, lo cual ayudó mucho a que mis libros fueran también adquiridos por otras editoriales de otras lenguas y por eso en este momento tengo novelas publicadas en 17 idiomas. En lenguas tan peculiares como el hebreo y el chino, tanto en el chino simple como complejo. Porque no sé si sabes que existe un chino simple y uno complejo.

Si mi amigo, el poeta Pedro Llanes, que es políglota, estuviera aquí quizás pudiera explicárnoslos, pero la verdad yo lo desconocía.

El mercado internacional del libro funciona sobre todo con la narrativa, sobre todo con la novela. Incluso con el cuento en estos momentos es muy difícil publicar en distintas partes del mundo. Tanto es así que yo había publicado en España, en el año 97, mi segundo libro de cuentos, La Puerta de Alcalá, en una editorial pequeñita que se había montado en Madrid, que se llamaba Olaya, editorial que desapareció. Porque en ese tiempo Tusquets me dijo que de momento no publicaría mis cuentos y yo insistí en que quería publicarlos. Y me dijeron: perfecto, publícalos, haz un contrato por cinco años y fue entonces que lo publiqué en esta pequeña editorial.

En el año 2001 o 2002, cuando ya se había vencido ese contrato, Tusquets compró los derechos de mi libro de cuentos... Pero este libro aún no ha sido publicado. Han seguido saliendo mis novelas pero nunca ha sido un buen momento para publicar los cuentos. Y mucho menos es un buen momento para publicar un libro de periodismo y de ensayo.

En el mundo de la literatura de no ficción, lo que más circula es el tipo de literatura utilitaria, por llamarla de alguna forma. Los libros de autoayuda, que funcionan mucho, los libros de cocina, los libros de divulgación de determinados aspectos de la ciencia, que no son los libros científicos, sino los de divulgación, que tienen un nivel para un lector no especializado. Pero para el ensayo literario como tal cuesta mucho trabajo encontrar un editor.

Donde generalmente yo podía encontrar posibilidades para este tipo de libros era en las editoriales latinoamericanas, pero éstas comienzan a entrar en crisis a partir de los años 90 y esto comienza a complicar mucho más las cosas con el cuento, el ensayo y el periodismo.

De alguna manera, un poco aleatoria, algunos de mis libros en estos géneros se han ido publicando en México, Argentina y Uruguay. Con editoriales más o menos importantes. Por ejemplo el libro sobre Alejo Carpentier fue editado por el Fondo de Cultura Económica de México, que es una editorial establecida. Ahora, mi último libro de periodismo, La memoria del olvido, lo va a publicar la editorial de la Universidad Veracruzana. Pero son editoriales que tienen un sentido académico, o más de labor cultural que de proyección económica o de mercado. Porque es muy difícil encontrar un editor para esos libros.

Por eso, cuando un editor cubano me propone publicar un libro yo siempre trato de decir que sí. De hecho una de las cosas más importantes que me ha pasado, una de las suertes que he tenido, es que todos mis libros, incluso aquellos que en el momento que he terminado de escribirlo he pensado "éste sí no se publica en Cuba", incluso ésos, los he podido publicar. Y cuando Sed de Belleza me propone publicar un libro de periodismo, me sugiere la idea de reunir una serie de textos que estaban dispersos.

Nos pusimos enseguida a trabajar con mi esposa, Lucía López Coll y mi editora Vivian Lechuga. Yo les fui dando materiales y ellas fueron revisando lo que podía aparecer en ese libro. Porque el origen de lo que me propone el editor de Sed de Belleza, Jorge Luis, es reunir las crónicas de cultura que estaban en La memoria y el olvido y algunos ensayos, de los que él había leído algunos. A partir de allí hicimos esta reunión de textos que tienen carácter diverso y que yo quería estuvieran reunidos en un libro que se publicara en Cuba y que el lector cubano tuviera acceso.

Cuando yo leo muchos de tus trabajos periodísticos, sobre todo por el correo electrónico, ya que nos los vamos pasando uno al otro, me parece, con muchos de ellos, que no tienes en cuenta esos límites de libertad que se establecen para hablar de determinados temas polémicos. Te pregunto: ¿has pagado algún precio por eso?, ¿te parece que ha sido justo ese precio?, si es que has tenido que pagarlo. ¿Estás conforme con pagar un precio por escribir un periodismo polémico que se aleja de esos cánones de conformidad, que ponen el dedo en la llaga?

El precio es que tú tengas que leer esos artículos, esas crónicas, de esa manera aleatoria porque no se reproducen en los periódicos oficiales cubanos. En la red de distribución de información oficial cubana no circulan estos trabajos. Circulan de esta manera, un poco paralela. No puedo decir clandestina porque no lo es, pero es de una forma muy alternativa, al margen de los canales oficiales. Y a las personas les llegan de una manera aleatoria, te puede llegar un trabajo y otro no, porque depende de la persona que los hace circular y a qué lista de correo los envía.

Ese es el precio que he pagado. Pero creo que el hecho de que estos trabajos al final hayan sido recogidos en libros y estos libros se hayan publicado en Cuba y que los lectores cubanos de una forma u otra tengan acceso a este tipo de periodismo compensa la posibilidad de haber podido hacer ese periodismo diferente.

¿En qué sentido es un periodismo diferente? Pues en el sentido que yo trato desde una perspectiva muy civil y desde un punto de vista ético, de mirar la realidad cubana y expresar mis preocupaciones sobre ella. No es un periodismo en el cual yo hable de las cosas que pudieran considerarse que son las mejores que nos pasan, sino de las cosas más complicadas que nos pasan. Porque para hablar de las cosas mejores que pudieran pasarnos hay muchos periodistas en Cuba.

Yo tengo la condición de vivir en Mantilla, que es un barrio de la periferia de La Habana, un barrio común y corriente. En La Habana existe lo que queda de los barrios buenos, por llamarlos de alguna manera, ya sabemos que la parte de Miramar, donde están las embajadas, es otro mundo. Pero queda una parte de los barrios buenos en esa zona de Playa, del Vedado. Los barrios más calientes, en Centro Habana, San Miguel del Padrón, y los barrios, digamos, normales. Mantilla es un barrio normal.

Mi bisabuelo nació en Mantilla, mi abuelo y mi padre nacieron allí, y yo hace 57 años nací en Mantilla. Allí yo salgo a la calle y me pongo a conversar con cualquier persona y enseguida tengo una percepción de qué cosa es lo que está pensando la persona común y corriente de Cuba, obtengo esa percepción con mucha facilidad. Porque primero, conozco a todo el mundo y, segundo, porque esas personas viven con esas condiciones de "normalidad".

En la cuadra mía viven dos médicos a dos casas de la mía, en el otro lado de la casa vive un porquerizo, es decir uno que se dedica a criar puercos. El porquerizo, por cierto, ahora trata de ser agente inmobiliario a ver como se busca 1.000 CUC por esta vía, porque criando puercos le será imposible. Entre el porquerizo y los médicos están todas las posibilidades de una visión de la sociedad cubana que es la que yo trato de reflejar en este periodismo que hago. Por lo tanto, sí he pagado ese precio de no tener toda la difusión, porque no voy a hablar de reconocimiento.

El reconocimiento no me interesa en ese sentido. Lo tengo cuando vengo a un espacio como éste y tú me entrevistas sobre mi periodismo y difícilmente traigas a este espacio a determinados periodistas oficiales porque no te interesa hablar con ellos o hacerle este tipo de preguntas. Para mí hacer periodismo es un trabajo que me completa. Yo no puedo poner en mis novelas todo lo que me pasa por la cabeza. Además escribo novelas cada cuatro años. Llevan mucha investigación, es un trabajo muy difícil de hacer, debo escribir y rescribir y en esos cuatro años me pasan muchas cosas por la cabeza y pasan muchas cosas por la cabeza de este país de las cuales yo quiero decir algo y, si tengo la posibilidad, trato de hacerlo.

¿Esos trabajos periodísticos los publicas en la agencia IPS por un problema económico, porque te pagan bien, o porque es quien te ha dado la posibilidad?

Es la que me ha dado la posibilidad. Comencé a colaborar con la oficina cubana en el año 95. En esos años quien atendía la parte de cultura y sociedad era Justo E. Vasco. Él se casó con una española y decidió radicarse en España. Justo me propuso encargarme de lo que hasta ese momento hacía él. Fue el momento en que yo había dejado La Gaceta de Cuba. Trabajé en Juventud Rebelde hasta el 89 y en el 90 comencé en La Gaceta donde trabajé hasta el 31 de diciembre del 95 cuando terminé todos mis vínculos laborales oficiales y empecé a trabajar con IPS.

Seis o siete años después, la Central de IPS, en Roma, me pidió comenzara a colaborar con su grupo de escritores para el servicio internacional. Lo he estado haciendo hasta este mes, en que acaban de avisarme que, por el tema de la crisis y por el problema que hay con los periódicos, sobre todo en Europa, no están comprando servicios de prensa y por ahora se va a detener ese tipo de trabajo con la agencia de IPS.

Pero también en el libro hay trabajos que están escritos para periódicos específicos que me piden una colaboración o periódicos con los que me interesa colaborar. De vez en cuando enviaba, y digo enviaba porque eso también va a ser pasado, al periódico El País, el más importante de España, determinados artículos o crónicas para que los publicaran. Eso va ser ahora prácticamente imposible, porque en El País se está planteando sacar a 130 personas de la plantilla oficial del periódico. Por lo cual se quedarán con colaboradores como Mario Vargas Llosa y dos o tres autores de ese nivel o comentaristas políticos que a ellos les interesen mucho.

Los espacios para la colaboración se han reducido porque se ha reducido la cantidad de páginas, el personal y los presupuestos, porque la prensa en general, en el mundo, está viviendo una crisis. Hay algo de lo que aquí en Cuba, todavía, no nos hemos enterado. Y es que ha habido un cambio de era. En el año 90 o 91, cuando desapareció la Unión Soviética parecía que el mundo había cambiado porque las estructuras políticas que habían existido desde la Segunda Guerra Mundial se quebraron. Más tarde, cuando el derrumbe de las Torres Gemelas, en 2001, también parecía que el mundo había cambiado, porque la lucha contra el terrorismo era el gran argumento que necesitaba Estados Unidos para tener una determinada política exterior. Pero lo que realmente ha cambiado el mundo es la llegada de la era digital.

Pasamos de la era moderna e industrial a la era digital. En la era moderna e industrial en una fábrica de automóviles se necesitaban, voy a decir cualquier cifra, 1.000 empleados. En la era digital se necesitan 300. Ese solo ejemplo sirve para todas las estructuras productivas y, sobre todo, en el mundo de la cultura. Y donde primero se ha visto el efecto de este cambio es en la prensa plana. Porque el periódico que va a salir mañana, posiblemente si trajera alguna noticia, ya esa noticia podría haber sido dada en el noticiero de televisión o por toda una red de sitios digitales que podrían haber reproducido esa noticia.

Cuando un periódico en el mundo entero se pone a la venta ya está circulando él mismo en su sitio de internet desde el día anterior. Es decir las 24 horas previas a su salida ya ese periódico se ha ido rehaciendo en su sitio digital, por lo tanto solamente compran el periódico de papel las personas que quieren leer, porque les gusta leer el periódico de papel. Pero el que quiere enterarse de algo aprieta una tecla en su computadora (en los lugares donde el acceso a Internet es normal), y lee ese trabajo o busca esa información. Esto ha creado una gran crisis para el periodismo. Crisis que comienza a reflejarse en el terreno de la literatura. Ya en los Estados Unidos se está facturando alrededor de un 20 porciento de los libros que se venden en formato digital. En Europa todavía no ha pasado, se vende mucho menos, entre otras cosas porque se piratea mucho más que en los Estados Unidos.

Se está creando una dinámica social y económica diferente, una realidad a la cual Cuba está viviendo totalmente de espaldas. Y eso es muy peligroso. Porque para que Cuba tenga un desarrollo integral, y cuando digo integral no me estoy refiriendo solamente a la cultura, sino de todas las manifestaciones del conocimiento que son múltiples. Para que nosotros los ciudadanos cubanos y el país puedan entrar plenamente en la era que se está viviendo, se necesita participar de las nuevas tecnologías.

Me imagino que en algún momento choquemos, los cubanos, con esa verdad. Mientras que uno sospechaba que en algunas zonas de la noticia se le mentía ahora no pasa por esa sospecha. La era digital, de la que has hablado, nos da la posibilidad de tener la prueba de que mucha de la información que recibimos es manipulada.

Así mismo. Por eso es peligroso estar de espaldas a esa verdad.

Tu novela más reciente has dicho que se llama Herejes. Como has conversado sobre ella en otros espacios, intuyo que no tienes el prejuicio, tan arraigado en muchos escritores, de conversar sobre una obra que aún no has dado por terminada, por lo que me gustaría nos conversaras de ella.

La nueva novela es un experimento de escribir una obra como La novela de mi vida y El hombre que amaba los perros, pero con Mario Conde. Una novela en que se une el carácter policial, sin poderla llamar una novela policial, con la novela de carácter histórico, pero sin ser una novela histórica. Juego mucho con estos términos y juego mucho con las representatividades de una y otra manifestación porque yo lo que hago es utilizar los recursos de la novela policial e histórica para siempre volver a una de mis obsesiones que es hablar sobre qué cosa es un cubano de estos tiempos.

Es una novela muy difícil de contar su argumento, porque son tres novelas, que tienen un hilo de enlace muy tenue o muy visible por momentos, eso no es importante, pero que las une, las conecta, a pesar de que ocurren en tres momentos muy distintos, con personajes bastantes diferentes, y con otros personajes que se repiten.

Hay una primera historia que es la de un judío polaco que llega a Cuba en el año 39 esperando que sus padres vengan en el famoso barco "San Louis", que traía novecientos y tantos judíos, y sus padres nunca llegan. Y es la historia de la vida de este hombre que decide dejar de ser judío y hacerse cubano. Esa es su gran opción de libertad. Pero esto lo complica con otras historias que únicamente se sabrán cuando su hijo venga desde los Estados Unidos a Cuba a averiguar la historia de su padre.

Hay una segunda historia, que transcurre de 1642 a 1648, que se desarrolla fundamentalmente en Ámsterdam, esencialmente en el estudio de Rembrandt, cuando otro judío, que quiere ser pintor, comete la herejía de representar figuras humanas y, como se sabe, para los judíos estaba prohibida la representación gráfica, pictórica de la figura humana. Por esta razón, este judío tiene que huir de Ámsterdam. Va a dar a Polonia y muere o desaparece en una matanza de judíos de las que frecuentemente ocurrían allí.

En la primera historia aparece Mario Conde, pero como personaje secundario. En la tercera es el protagonista de una historia en la que está buscando una muchacha emo, como las que se reúnen en la calle G, en La Habana, que se ha perdido. Es una muchacha cuya opción por la libertad es decidir dejar de pertenecer a la masa para pertenecer a su tribu. Por lo tanto es una novela que trata sobre la relación del individuo con la libertad. La opción y las consecuencias de las libertades individuales que asumen las personas a lo largo de tres momentos históricos y de tres situaciones diferentes.

Supongo que estés enterado que tu novela El hombre que amaba los perros ha sido privilegio de unos cuantos el poderla adquirir. Es un libro que se mostró pero que no estuvo al alcance de todos los lectores que la esperaban. Lo que quiero es que nos hables de la repercusión que para tí ha tenido esta novela y que nos des, si es que la tienes, la esperanza de su reedición, que además alcanzó, considero que merecidamente, el Premio de la Crítica.

Cuando entré en este recinto me senté a conversar con unos viejos amigos que compartieron conmigo una parte del tiempo de mi estancia en Angola, una época que fue muy dura para todos. Estábamos en un país que era muy complicado, que no entendíamos, que no nos entendía y donde no nos querían, según la percepción que teníamos. Estaba hablando con ellos y mi amigo me decía que, por lo general, no podía estar más de hora y media sentado y que se había puesto a leer la novela y no se había vuelto a parar. Mi amiga me decía el efecto que le había producido la lectura de la novela. A mí me satisface mucho oír esto porque la relación que ese libro ha establecido con los lectores cubanos era algo que yo necesitaba ocurriera.

Ese libro tenía dos posibles lectores, que eran complementarios pero diferentes; el lector cubano y el internacional. El internacional tenía un conocimiento, que podía ser parcial, manipulado, ideologizado, como quiera llamársele, de esa historia y el lector cubano, que tenía un enorme desconocimiento de esa historia. Entonces yo tenía que hacer una novela que fuera capaz de poder llegar a esos dos tipos de lectores, porque al final cuando el lector cubano entra en conocimiento de esta historia se convierte en el otro lector de alguna forma. Por tanto no podía escribir para uno y no para el otro, por lo que fue un ejercicio muy complicado. Creo que funcionó.

El problema con la difusión aquí de la novela ha tenido que ver fundamentalmente con la inexistencia de un mercado del libro en Cuba. Si Ediciones Unión fuera una editorial que vendiera libros con las características normales que se vende el libro en el mercado internacional, es decir, si yo como editor publico estos cinco libros, de estos cinco libros publico mil ejemplares, pero si veo que del libro tres vendo esos mil ejemplares en quince días, inmediatamente mando a reimprimir y reimprimo dos mil ejemplares más. Los demás trato de venderlos, si se venden bien y si no también, pero este se convierte en mi caballo ganador. Y lo voy reimprimiendo cada vez que pueda. Primero porque económicamente me permite sostener el resto del proyecto. Porque no todas las editoriales son puramente comerciales. Y cuando hay un libro que funciona muy bien comercialmente eso le permite a la editorial tener un espectro mucho más amplio para publicar libros que posiblemente no funcionen en lo comercial.

Muchas veces se habla en Cuba desde una perspectiva satánica del mercado. Y el mercado en el mundo completo es satánico, todo el mundo lo sabe, pero puede tener su aspecto positivo, porque la promoción del autor depende mucho de ese mercado. En Cuba no se ha reeditado El hombre que amaba los perros, sencillamente porque las editoriales no tienen ese carácter comercial. Esa perspectiva comercial necesaria para publicar libros, porque hay una deformación que va más allá de ellas y hay una deformación en ellas. La deformación que yo veo que va más allá de ellas es que un libro en Cuba cuesta más producirlo que el precio en que se vende. Mientras que este sea un país que viva en dos monedas habrá una diferencia de veinticuatro puntos entre una lógica y otra.

Por otra parte las editoriales cubanas no tienen los recursos para producir sus libros. No tienen el papel, o si lo tienen, no tienen la imprenta, o si tienen estas dos cosas no tienen el dinero. No creo que haya habido terceras intenciones, segundas sí, pero terceras no, en que se haya publicado una cantidad pequeña de ejemplares. Debe salir, entre finales de año, para la Feria Internacional del Libro de la Habana, la reedición de El hombre que amaba los perros. Estoy contento porque Casa de las Américas quería que esta reedición estuviera para noviembre porque me van a dedicar la Semana de Autor y pensábamos hacer una presentación del libro en una actividad donde por primera vez el escritor invitado es un escritor cubano.

Yo estaba en España y Roberto Fernández Retamar me escribió un correo comunicándomelo. Me sentí un poco extrañado, porque me dije entre los posibles escritores canonizados que hay en Cuba que le pasen por encima y que lleguen a mí algo, creo que algo está cambiando. Por eso no creo existan terceras intenciones.

¿Cuál fue el punto, la motivación inicial que te interesó por la historia que trata El hombre que amaba los perros? Lo que te motivó a escribir esta novela.

Hay dos puntos que creo estuvieron en el origen de esa novela. La primera es la visita, la primera que hice a la casa de Trotski, en México. Yo tuve la suerte de participar en encuentros de escritores policíacos, antes de ser escritor policíaco. Lo hice como periodista. Fui a México en octubre del año 89, mi primer viaje a México, a un encuentro de aquellos que se llamaban "De tres fronteras"; Cuba, México y Estados Unidos. Y estando en ese país, a un mexicano, Ramón Arencibia, que había vivido en Cuba muchos años y que yo conocía, le dije que quería ir a Coyoacán, a casa de Trotski. Y le dije que quería que me llevara a ese lugar por dos razones.

Primera, tenía gran curiosidad por conocer el sitio donde había muerto un personaje del que prácticamente no sabía nada, pero sí sabía que lo habían matado en ese lugar y que era un personaje importante. Y no sabía nada por las mismas razones que todos nosotros no sabíamos nada y es que no teníamos acceso a información acerca de este personaje. Y le pedí que me llevara a ese lugar porque yo pensaba que aquel lugar, adonde se había ido a refugiar Trotski, donde la mano larga de Stalin lo había tocado, era un lugar remoto. Y cuando llegamos a Coyoacán veo que hay una boca del metro que llegaba hasta allí. Porque la ciudad de México ha crecido tanto que ya llega hasta ese lugar.

Estando allí, sentí una conmoción. Sentí que ese era un lugar muy dramático. Que era un lugar donde había ocurrido una gran tragedia. Tuve esa percepción. Además estaba medio abandonado. Se había convertido en el museo dedicado al derecho de asilo. Estaba la oficina de Trotski, tal y como quedó después que pasó la policía por allí y prepararon aquello tal y como debió haber quedado en el momento del asesinato. Las gafas de Trotski rotas, el libro que estaba leyendo sobre la mesa. Y sentí esa conmoción de un lugar donde había ocurrido algo mucho más grave.

Eso ocurrió en octubre de 1989. En ese momento creo que en el mundo no pasarían de 10 o 15 personas las que podían imaginarse que un mes después el muro de Berlín no existiría. Un mes después el mundo comenzó a ser otra cosa. Y aquella conmoción yo creo que comenzó a alimentarse allí con el aprendizaje de una historia que nunca habíamos conocido y que a partir de la desaparición del muro de Berlín comenzamos a conocer.

Y el segundo bombillo, fue el día que tuve la noción exacta que Ramón Mercader, el asesino de Trotski había vivido cuatro años en Cuba y había muerto en La Habana. Eso lo sabían algunas personas en Cuba. No fue un secreto militar, pero fue algo de lo que nunca se habló por ningún medio.

No fue un secreto, porque por ejemplo, los perros que aparecen en la película Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea, Titón, en la primera parte, los perros elegantísimos en la época que la familia burguesa estaba aún bien, eran propiedad de Mercader. O sea que había personas que sabían de la presencia de Mercader en La Habana.

No sé si Titón, en el primer momento, sabía que Ramón Mercader era Ramón Mercader. Porque Mercader en Cuba no llevaba su nombre, sino el de Ramón López y no se sabía exactamente quién era. Pero el hecho de saber que la historia había convivido conmigo, porque para cualquier persona hablar del asesinato de Trotski, del asesino de Trotski, es como mirar hacia un pasado que está en la historia. Y de pronto saber que esa historia había convivido conmigo y que yo podía haberme cruzado, igual que se cruzó Titón, con Ramón Mercader, en La Habana, en cualquier momento, fue algo que me conmovió, en el sentido que me dije: bueno, yo nunca he conocido la verdad.

Y creo que esa necesidad de conocer la verdad fue la que me impulsó definitivamente a escribir El hombre que amaba los perros. Tardé un tiempo en poder comenzar a escribirla porque yo mismo no me encontraba literariamente preparado para hacerlo. El haber escrito La novela de mi vida, fue fundamental para enfrentar esta otra novela.

Cuando estás escribiendo una novela, ¿cómo es tu vida cotidiana? Hay diferencia entre los días que escribes y los días en que no lo haces. ¿Hay un horario, existe una rutina? ¿Cómo es ese momento íntimo en que estás creando?

No hay ninguna diferencia. Escribo todos los días, porque para mí escribir es mi forma de vivir. Yo tengo una gran preocupación siempre que estoy terminando una novela y es qué va a pasar después. Porque sé que no soy capaz de empezar una novela sin que transcurra un tiempo entre una y otra. Necesito un tiempo entre una novela y otra. Entre otras cosas por que sé que cuando tratas de escribir una novela muy pegado al momento en que terminaste la anterior, al final sigues escribiendo la misma novela. Entonces entre una y otra tengo que hacer algo y he tenido la suerte de que siempre ha aparecido algún proyecto. O bien he escrito algún ensayo o he escrito algo para el cine.

Ahora mismo estoy esperando a recibir de los editores españoles la copia escrita de la última versión de la nueva novela. Y ya estoy empezando a escribir un guión para el cine. Ahora, cuando reciba la novela, empiezo la última versión y la voy a terminar, posiblemente un domingo, y el lunes voy a levantarme a la misma hora, a las 7 de la mañana y a las 7:20 voy a estar sentado en la computadora, revisando los correos. Los más importantes los voy a responder, y a las 7:45 empiezo a escribir al igual que el día anterior, cuando terminé de escribir la novela, escribiendo el guión. Y cuando termine el guión comenzaré a escribir un ensayo u otra novela.

¿Cuántas horas le dedicas a la escritura?

Estoy escribiendo hasta la 1 pm. Escribo 5 horas casi seguidas.

En Mantilla eres el hijo de Nardo Padura y en toda Cuba eres un escritor muy seguido. Quizás el autor cubano que más lectores tenga. Tus libros se agotan inmediatamente, adquieren espeluznantes precios en el mercado negro. Tus lectores saben de lo que estás escribiendo y esperan desde ese momento esa nueva novela. Me gustaría que tú mismo definieras quién es Leonardo Padura.

Siempre cuesta mucho trabajo tener una percepción, en ese sentido, cuando uno hace un trabajo que tiene una repercusión pública. Ahora que Retamar me escribió para la Semana de Autor de Casa de las Américas, yo me dije: "Qué cosa más rara. Que sea yo el primer cubano que inviten para ser el protagonista de una Semana de Autor y no a otros escritores". Pero es que el año pasado cuando gané el Premio Roger Caillois...

Del que muy poco se habló en nuestro país. Y nos estamos, con ello, perdiendo un premio importante para la cultura cubana.

No se habló prácticamente nada. Y el Roger Callois no es un premio solo para mí. Es un premio para la cultura cubana. Un premio que han ganado escritores muy importantes en Latinoamérica, Alvaro Mutis, Bioy Casares, Roberto Bolaño, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, entre otros. Y cuando yo veo esas cosas me siento muy extraño. Porque me cuesta trabajo pensar que soy la persona que gana esos premios. Porque yo me veo como un tipo que se sienta todas las mañanas y pasa un trabajo del carajo para poder escribir.

Porque escribir es un trabajo muy difícil. Tengo que escribir las páginas y volverlas a escribirlas. Y se las mando a Vivian, y las lee Lucía y se las mando a mi traductora en Francia y a mi editora francesa, a un traductor alemán, a un amigo que vive en Costa Rica, porque necesito que me digan: oye esto está bien. Porque yo no me lo creo, no lo sé. No tengo la perspectiva.

Y con respecto a lo que pasa con los libros me sucede exactamente lo mismo. Creo que tengo una gran satisfacción. Y es que si no pude jugar en el stadium Latinoamericano con un uniforme de los Industriales, que hubiera sido la gran realización de mi vida, creo que cuando me encuentro con una persona y me dice: "te agradezco que hayas escrito determinado libro", eso bien vale la satisfacción de ese sacrificio de levantarse todas las mañanas y tratar de escribir el mejor libro que uno es capaz de escribir.

Tú aseguras que la literatura cubana y la sociedad cubana están en cambio. Y yo creo que esos cambios son necesarios. Como lo cree, me imagino, la mayoría de los cubanos, los que vivimos aquí y los que viven en cualquier otro lugar. A mí me gustaría que me especificaras qué cambios ves visibles.

A veces la propia cotidianidad nos impide ver más allá y quizás por ello nos parece que vamos muy lentos. Quizás tú, que acostumbras a escribir de esos temas, que tienes un universo mucho más amplio, que estás atento a ellos, te hayas percatado de esos cambios con una visión mucho más objetiva que la nuestra. ¿Cuáles son para tí esos cambios más importantes que se están operando en nuestra sociedad?

Creo que se está cambiando en dos sentidos; en el sentido económico, desde las decisiones del Gobierno y en el sentido social, desde la propia dinámica de la sociedad cubana. Casi todas las medidas económicas que se han tomado en los últimos 5 o 6 años, de alguna forma eran la ratificación de una realidad que ya existía. Los teléfonos celulares más o menos todo el que se empeñaba en tenerlo lo tenía, la gente vendía casas, vendía carros, la gente viajaba inventándose una carta de invitación que se la mandaba cualquiera. Es decir se ha ratificado algo que ya estaba ocurriendo. Y se está empezando a tratar de reordenar la economía cubana no solamente en la superestructura de las grandes producciones, sino también desde la base, con este tema de las cooperativas, del cual se ha hablado tanto y se ha tenido que experimentar tanto, como si fuéramos a inventar la cooperativa y hubiera que llevarla a un laboratorio.

Yo tengo un ejemplo de cómo funciona esto. Uno de los barrios cercanos a Mantilla es Lawton y allí había una pizzería que estaba en Porvenir y Dolores, un cruce céntrico de ese barrio. Y esa pizzería casi siempre estaba cerrada, porque no había agua, faltaba alguien o algo. Y en un portalito, al lado de esa pizzería, había un horno donde siempre había pizzas. ¿Cuál era el secreto de oro? Que la harina que llegaba a la pizzería alguien se la robaba y se la vendía al de al lado. Si hubieran hecho una cooperativa en esa pizzería, hace cincuenta años, esa sería la más grande del mundo y el Gobierno hubiera recibido mucho dinero y no le hubieran robado mucho dinero, como le robaron. Es decir que esto está inventado ya.

Y ahí mismo está entonces esa dinámica de la sociedad. Y es cómo la gente empieza a cobrar conciencia que entre el Estado, el Gobierno y ellos se está abriendo una distancia y que esa distancia, de alguna forma primero, les da un espacio de libertad, pero también de desprotección. Y tienen que empezar a buscarse su existencia, a resolverse sus problemas. Eso, por supuesto, genera tensiones sociales, como le llaman a veces las indisciplinas sociales, pérdida de valores. Pero también genera un movimiento dentro de la sociedad, un espíritu competitivo, de que la gente comience a tener la conciencia de que el Estado no tiene por qué mantenerlo. Que la regla es que la gente es quien mantiene al Estado, porque el Estado no es productivo, vive de administrar los bienes y las riquezas de un país y del trabajo y los tributos de las personas.

Esa mentalidad de contribuyente, de persona que paga un impuesto, que la debe tener no solo el trabajador por cuenta propia, la debe tener también el que trabaja para el Estado, porque todos sabemos que el médico que cobra seiscientos pesos debería cobrar diez mil, para poder vivir con su salario, todo eso va creando una dinámica social diferente, en la que creo que las retóricas se van sintiendo cada vez más vacías. Ninguno las va escuchando, cada vez más esa retórica deja de funcionar. Y que el realismo con que se está mirando el problema económico, en algún momento tendrá que pasar, también, al terreno político. Porque si no, entre la economía y la sociedad van a ir dejando rezagada a la política. Y eso tiene que ser un entramado, porque si no puede pasar algo como lo que ha pasado en Europa, en España específicamente, con todo este tema de la crisis, donde la política y los políticos iban por un lado y la economía iba por otro y en un punto, donde no se encontraron, el sistema se quebró. Y vivir otro Período Especial en Cuba sería realmente terrible.

Ya vivimos uno del que todavía estamos pagando las consecuencias. Por lo tanto creo debe haber una armonía en estos cambios para que no se produzca un desbalance entre los distintos componentes de lo que es una realidad; el componente económico, el componente social, el componente político.

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