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Artes Plásticas

«Mis cuadros producen molestia, rechazo, intolerancia»

César Beltrán expone en Farside Gallery, de Miami, y habla para DDC.

Los Ángeles

César Beltrán (La Habana, 1960). Farside Gallery presenta tres acrílicos sobre tela y 50 dibujos de tinta sobre papel.

César es pintor, artista gráfico, "muelero" y bloguero ocasional. Trompón Metabiótico, su museo sin paredes, transformó la rutina virtual en una experiencia didáctica, en un recorrido diario por regiones poco atendidas, entendidas, del arte moderno. Así el público tuvo un atisbo de César el crítico, del connoisseur y el voyeur.

Marginado, rechazado, desamparado, impresentable, mitómano: un iconoclasta creador de íconos.

Hace unos años pintaste una serie de cuadros que representaba a los presidentes constitucionales de la República de Cuba, desde Estrada Palma a Fulgencio Batista. Esos cuadros me recordaban la serie de Hombres famosos, de Gerhard Richter, de 1971, o sus 48 retratos, de 1998, para el Museo Tate. Me pregunto si el salto de La Habana a Miami significó también, para tu obra, una evolución desde el hiperrealismo castrista a eso que Richter llama "realismo capitalista".

Richter es un mostro de evolución inalcanzable. En mi caso, lejos de Richter y de Alemania en general, pasé más bien de un proto-hiperrealismo fragmentario, parcial, al "capitalismo realista" de vivir ya por dieciocho años en Miami.

¿Cuáles son los límites, si hay alguno, de la ilustración y la "Pintura" con mayúscula? Francis Bacon sentía terror de "caer en la ilustración", ¿es válido todavía ese temor?

Sorprende saber de ese terror en un "natural" de la Pintura con mayúscula, que no creo haya corrido mucho el riesgo de tal caída. Sí existen límites y muy claros por cierto, aunque parezcan ser difusos en obras de determinados soportes como el papel, el plato, el abanico...

Técnicamente, la ilustración complementa una información previa o paralela: la ilustración en la literatura o en la prensa. Pero sé que te refieres a un asunto de nivel, de escalón, de gradiente hacia ese alto pedestal de lo mayúsculo. Gracias a su medievalismo, a su veteranía en la cultura humana, la Pintura tiene reglas propias, normas ocultas, arcanos misteriosos difíciles de describir y aún más de alcanzar. Miles de catedrales y museos estarían repletos entonces de ilustraciones admirables y al propio tiempo acogerían alguna de esas gemas escurridizas, alguno de esos tesoros invaluables, camuflado entre otras figuritas, riéndose al borde del abismo insondable en el que caemos casi todos.

¿Qué opinión tienes de la obra de los artistas plásticos de tu generación exiliados en Miami? ¿Existe una continuación del arte cubano de Miami?

El grueso de mi generación salió de Cuba y una gran parte radica en Miami. A pesar de que la negociación del escape planificado de las promociones incómodas de los años ochenta se hizo con México, los artistas, a la larga, se marcharon finalmente a Miami, desde donde ciertas sirenas de optimismo ululaban tentadoras bienvenidas. La mayoría de los artistas de esa oleada han madurado su obra aquí y sí considero que, en general, engrosan el cuerpo de la cultura nacional cubana.

Individualmente, unos pueden haberse integrado a la vida estadounidense más que otros, pero colectivamente mantienen y crean una obra netamente cubana, que yo respeto mucho. Claro que con los años se va produciendo una mayor imbricación con la obra de artistas cubanoamericanos, nativos o integrados, que son exclusivamente engendros de Miami o de los Estados Unidos.

El arte cubano vive en el extranjero, como ha sido siempre, además de en la Isla. ¿Quién puede desmembrar del cuerpo de las artes visuales cubanas la obra de Guido Llinás y Jorge Camacho, hecha en París, o de Emilio Sánchez y Carmen Herrera, hecha en New York, o de José Bedia y Rubén Torres Llorca, hecha en Miami?

En tu obra hay dos obsesiones: por un lado, la iconografía patria, las banderas, la propaganda estatal y el formalismo y, por el otro, el erotismo y el grafismo porno. ¿En qué punto intersectan patria y pornografía?

Como lo verdaderamente erótico, la verdadera excitación, ha de ser un acto inconsciente. Puede llegar a percibirse como pornográfico el regodeo impúdico y constante con los sagrados símbolos nacionales, pero en principio —y en serio— es un acto de respeto y amor.

Siempre estuve muy vinculado al diseño, al cartel, la portada, el logotipo y me formé dentro del sistema comunista, ejercitando hasta la saciedad las formulas machacatorias de la propaganda totalitaria, que abusa de esos elementos. Incorporé esas fórmulas cuando ya tuve qué y pude decir algo. Me han ayudado a conformar cierto estilo, cierto discurso, a pesar de lo manido y del peligro de la recurrencia agotadora. Mantener cierta ironía en el uso de esos códigos, creo que me ha ayudado.

La pintura, llena de códigos, símbolos y otros elementos de discurso, de compromiso, aún en los casos más arrojados y provocadores está siempre concebida para ser exhibida. Arrastra una especie de autocensura o "control de calidad". El dibujo, lo gráfico, en mi caso es más personal e íntimo, el terreno donde se desatan mis demonios y mis aberraciones. Muestran más humor, más burla hacia mí mismo, la manera privada de tratar de sobrellevar las cosas. La intersección, en todo caso, es involuntaria y espontánea.

Estos dibujos, creados en la soledad "voluntaria, fortuita y circunstancial", como dice el volante de la exhibición, y en condiciones que describes como un "auténtico estado de sobrevivencia en Homestead, Florida, por debajo del estándar oficial de pobreza", no parecen haber sido concebidos como objetos de arte, para ser expuestos en la galería, y tampoco con la intención de que aparecieran en una revista. ¿No están más cerca de la letrinalia, de la intervención exhibicionista?

Son dibujos ocultos, muy personales. Son los garabatos que he hecho en la noche durante toda mi vida. Especie de terapia automática que usualmente no tiene otra intención que la "descarga". La idea de exhibirlos fue de Alonso Mateo, que curó la selección y de Glexis Novoa, que los conoció hace años y desde entonces me ha estimulado a mostrarlos. En el caso de esta serie específica, sí responden a un "período especial" por el que he pasado, debido a circunstancias personales y son producto de un encerramiento inhumano, el "outcome" de la sicosis de un confinado. La desinhibición de los temas responde a eso, a total confianza e intimidad. Disponer de tiempo durante ese encierro les ha dado esa cualidad técnica de lo complicado, lo paciente.

Has pintado a Kid Chocolate, a Batista, a Fidel Castro, a Arnaldo Ochoa, ¿no te tienta retratar a Armando Pérez Roura, a Marco Rubio, o a Nancy Pérez Crespo? ¿Por qué crees que el espacio político cubano-americano en tiempo real ha quedado en el limbo, sin representación?

Los sujetos o temas sociales de Miami son realmente tentadores, pero al propio tiempo duros de abordar. Yo tengo la experiencia de lo que significa evidenciarse aquí con respecto al asunto político. Es cierto, es penoso que no vaya quedando ninguna iconografía política de los cincuentipico de años de la "banda acá", como decía Celia Cruz. Es pobre la gráfica política, inexistente la "depiction" de episodios históricos de la vida cubana como comunidad, como cultura nacional en este territorio.

Hay un elemento marcial, una presencia masculina, de tipos duros (la "monada", los chinos rojos, los carros americanos, los boxeadores y peloteros), hay una carga de testosterona, que se corresponde con la dureza de la composición, la austeridad de la concepción y la militarización una tu pintura propagandística. ¿Se trata de un arte intencionalmente "machista"?

 Mi trabajo concierne a lo cubano, lo político, lo popular, histórico y actual, y en todo eso está presente lo machista, lo violento, lo castrense, lo duro y vulgar. No sé si se trata de un "arte machista", pero es evidente que no he dejado mucho espacio a lo bonito, al paisaje bucólico, a las flores o a la señorita entre gasas y tules junto al piano. Eso, me complace que lo hagan otros.

En Trompón Metabiótico, tu álter ego virtual, "El Machetico" blogueó, hizo crítica, coleccionó arte, creó una especie de Kunstkammer para aficionados del boxeo y la gráfica esotérica. ¿Qué te ha quedado de esa temporada en el infierno mediático?

Trompón Metabiótico fue una experiencia memorable. Fue en la época en que a todo el mundo le dio por los blogs. Todo el mundo abrió el suyo, era como la moda de los aretes o la de las carteritas riñoneras. No tenía nada que decir y muchas ganas de joder y se me ocurrió eso del boxeo. Comencé a pescar y a cotejar información online que vinculara artes visuales y boxeo y así jugando se convirtió en una investigación inagotable. Paré porque no tuve más una PC, pero no se acababan nunca los ejemplos de artistas boxeadores, boxeadores fotógrafos, obras maestras sobre tema del box, dibujos de Muhammad Alí, fotos de Nabokov o Hemingway boxeando. Me divirtió mucho esa experiencia y me permitió satisfacer, gracias a la tecnología de internet, mi eterna sed de información, mi solitario placer de regodearme en la cultura. Todavía algunos hablan por ahí de "Machetico".

¿Has tenido un trabajo "normal" en Miami? ¿Has hecho otra cosa que pintar?

¿Trabajo con salario?, nunca. He realizado trabajos informales, de todo tipo, pintar una casa, mudanzas, muralitos en patios, de palmeras y playas hawaianas. De un tiempo a acá "janitoreo" una oficina médica, lo cual me da para la mitad de la comida. He ganado poco dinero con mi obra. He regalado mucho. Me han robado bastante. He vendido muy bien un par de cosas. No sé como he sobrevivido y le doy gracias a Dios todos los días.

¿En qué trabajas en estos momentos?

Pinto una serie de retratos de personajes relacionados con Cuba, pero no necesariamente cubanos. Son como "mug-shots" de policía, grandotes y monocromáticos. Pinto por encargo un cuadro épico, de una escena trascendental de la historia latinoamericana. Me está tomando largos meses y para hacerlo he disfrutado estudiar a Súrikov y Repin, a Remington y Homer, a Romañach y Harold Foster, el de los muñequitos del Príncipe Valiente.

Tu exposición se llama unwelcome, ¿crees que Miami es un territorio hostil? ¿No te sientes bienvenido entre los pintores? ¿Cómo te llevan los galeristas?

Lo de unwelcome no se refiere específicamente a Miami. Responde más bien —con consciente ironía— a esa reacción a la que ya me he acostumbrado, que parece que producen mis cuadros a ciertas personas con poder, de molestia, de rechazo, de intolerancia. No creo que Miami en sí sea hostil. Es una ciudad joven, de apenas algo más de cien años y ha sido siempre un territorio de frontera, de constante movimiento demográfico y prioridad por la adaptación y la supervivencia. Que haya un desdén en general por la cultura no creo que la haga más hostil que otros lugares. Hostiles deben ser Damasco o Ciudad Juárez.

Mi relación con otros artistas es como la que tengo con el resto de la sociedad, a algunos los quiero mucho y me son muy próximos, con otros estoy enemistado y en plan guerra, con la mayoría qué bolá-qué bolá.

Galeristas, no conozco ninguno. No he tenido el placer.

 


César Beltrán, unwelcome, Farside Gallery (1305 SW 87th Avenue, Miami, FL33174, 305-264-3355), Octubre 15-Noviembre 20, 2012.

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