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Opinión

¿Estilo cubano?

¿Por qué a nadie se le ocurre decorar una casa a la moda cubana posterior al 59?

Taos

"Yo tengo mi casa arreglada a estilo cubano, ven para que la veas". La primera vez que escuché esta frase fue a los pocos meses de mi llegada a San Diego, mientras conversaba con una señora que había salido de Cuba siendo niña, en los años sesenta.  Al oír aquello de "estilo cubano" creí que iba a  encontrarme con una réplica de las viviendas isleñas que conocía: sala con televisor Electrón (en blanco y negro, claro), lavadora Aurika 70 en el baño, y un radiecito VEF en cualquier lugar…

OK, estoy exagerando un poco. Claro que no contaba con ver toda esa cacharrería socialista en la ciudad más yuppy de California. Pero confieso que me sorprendí al encontrar, en la moderna sala de un condominio de Del Mar, dos sillones de mimbre con rejillas perfectamente sanas, una lámpara cocuyera preciosa, como las que solo había visto en fotografías, y un óleo enorme de una mansión colonial de La Habana Vieja, una mansión que, si hoy no es un museo, se habrá convertido en un barrioterísimo solar.

Con el tiempo me fui  dando cuenta de que el "estilo cubano" a que se referían los compatriotas del lado norte del estrecho de la Florida, sobre todo los que llevaban varias décadas aquí, era un estilo… museable. Para mí, nacida en los sesenta, que viví en Cuba hasta el 96, el estilo cubano está representado por las barbacoas (la habitación similar al ático, no la parrilla), los multimuebles de pino, las matrioshkas colocadas de mayor a menor en las repisas de plástico transparente y los mencionados electrodomésticos procedentes de la antigua Unión Soviética. Aquellos equipos —que eran a la vez frágiles, por su mecanismo interior siempre a punto del desmoronamiento, y de pesadez elefantina, por su exterior carente de la estética más elemental— son la asociación mental inmediata que establezco con la decoración de las casas cubanas de los setenta y los ochenta.

Por otra parte, las mecedoras decimonónicas, las cocuyeras versallescas de principios del siglo XX, los palacetes bien cuidados con patio central y tinajones pertenecen al pasado, no sé si perfecto o imperfecto, de la historia cubana —o a las regiones área dólar de la Cuba actual, pero ésa es otra historia. Pocos de los nacidos después de los sesenta podemos asociarlos con la islita de a pie que conocimos y sufrimos.

Mi pregunta es: ¿por qué a nadie se le ocurre decorar una casa a la moda cubana más reciente —es decir, posterior al 59? ¿Acaso éste no sería también un "estilo cubano"? Alguien contestará que el tal estilo es demasiado feo, hasta grotesco, para tratar de recrearlo, y estoy absolutamente de  acuerdo. (En mi casa no entra una lavadora Aurika ni aunque me la envuelvan en papel de regalo.) Pero me queda la duda de si existirá, en algún rincón del mundo, una sala arreglada al uso cubano de hoy en día, o quizás un museo de muebles, adornos y trastos varios que reflejen el presente imperfecto de nuestra nacionalidad.

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