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Artes Plásticas

Raza y racismo en el arte cubano contemporáneo

Parodia, autorepresentación: La exposición 'Queloides' se presenta en el Mattress Factory de Pittsburgh.

Ontario

Con esta exposición que hoy se inaugura en el Museo de Arte Mattress Factory, de Pittsburgh, el término Queloides queda definitivamente acuñado como expresión distintiva del debate sobre el racismo en la Cuba actual, una nación que durante la última década ha desbordado los límites geográficos que una vez la contuvieran.

Desde la diáspora y desde la propia Isla, doce artistas presentan su particular aportación sobre el tema, y la singularidad de la obra de cada uno de ellos cobra sentido en el marco colectivo de la exposición. La curaduría conjunta de Alejandro de la Fuente y de Elio Rodríguez ha sabido presentar la dimensión estética de un discurso social.

Censura y respuesta

La exposición, presentada inicialmente en abril en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam de la Habana, con la tradicional censura a posteriori que caracteriza a la Cuba castrista fue silenciada e ignorada desde las instancias oficiales.

No muy diferente fue el tratamiento que recibieron en su día las exposiciones pioneras sobre el mismo tema en la Isla: Queloides I (1997), Ni músicos ni deportistas (1997) y Queloides II (1999), aunque su legado fue fundamental para que hoy asistamos a este renovado Queloides.

Por un lado, esta secuencia de exposiciones abrió en la Isla un debate que llegaba avivado desde otros puntos de América Latina, el Caribe y, por supuesto, Estados Unidos; por otro, gracias a estas muestras colectivas, varios de los artistas participantes tomaron conciencia de la importancia de presentar una propuesta estética en torno al tema racial.

A partir de entonces, autores como Roberto Diago, Alexis Esquivel, René Peña o Elio Rodríguez han centrado sus prácticas artísticas en reflexionar sobre la construcción de lo racial en la sociedad cubana. El interés y la importancia que este tema ha ido adquiriendo paulatinamente se ha hecho perceptible en diversas esferas, desde las reuniones del grupo Color Cubano en la sede de la UNEAC, la realización en 2008 del documental Raza, por Eric Corvalán, o la celebración institucional del centenario de la fundación del Partido de los Independientes de Color.

Raza y género

Desde los años ochenta, las artes plásticas cubanas han concebido el espacio artístico como un foro en el que discutir temas silenciados o castigados por el discurso político, cubriendo así, y denunciando implícitamente, la ausencia de sociedad civil en el país. De ahí que sea un acierto más en esta nueva edición de Queloides el presentar un discurso paralelo al del racismo, el de la diferencia de género, que sigue siendo marginado en el país.

A ello contribuye la presentación de tres autoras claves en la escena artística cubana contemporánea: Belkis Ayón, María Magdalena Campos-Pons y Marta María Pérez Bravo.

La obra de estas tres artistas presenta un planteamiento del legado religioso africano en el que el cuerpo de la mujer se convierte en icono e instrumento con el que se interroga la textura de la subjetividad.

Con una gran coherencia conceptual y estética, sus obras cuestionan las implicaciones que ha tenido la institucionalización del concepto del hombre nuevo, con su identidad homogénea y neutra, que ha impedido hasta los años noventa la articulación en Cuba de discursos sobre la diferencia y desigualdad racial, sexual y de género. Más allá de eso, la propuesta estética de estas mujeres cuestiona la folclorización de la cultura afrocubana como consecuencia de la etnicidad trascendente que propuso el discurso revolucionario en aras de la unidad nacional.

Queloides

Un paseo por la exposición nos revela la variedad de estrategias estéticas y conceptuales que los artistas han desarrollado para presentar los temas de la desigualdad racial y la marginalización del afrocubano.

Por un lado, ciertas obras demuestran un interés por aproximarse a la cultura y al individuo afrocubanos desde perspectivas renovadas que cuestionan la folclorización a la que habitualmente está sujeta su representación, y que no ha servido sino para cosificarlos. Por otro, se observa un interés en las diferentes realizaciones de los artistas por reconstruir una memoria cultural que salve el vacío al que el saber oficial ha condenado a los afrocubanos, verbalizando así procesos silenciados que den visibilidad a la historia común del colectivo y a su realidad.

En buen número de obras, como las de René Peña, Pedro Álvarez, Armando Mariño, Douglas Pérez, Manuel Arenas, Alexis Esquivel o Elio Rodríguez, se aprecia además la concepción de la obra de arte como un sitio político en el que se cuestionan y denuncian los estereotipos establecidos desde la mirada racializadora que ha reducido la subjetividad y la identidad de los negros cubanos y con ello sus posibilidades de participación equitativa en la sociedad.

Por último, los artistas resuelven sus propuestas con gran pericia, utilizando técnicas como la reapropiación, la parodia o la auto-representación.

Uno de ellos es Elio Rodríguez. Sobre la iconografía de diferentes tipos de carteles, Rodríguez recrea hipotéticas situaciones en el contexto cubano. Los carteles son protagonizados siempre por el alter-ego del artista y patrocinados por una compañía de su propia creación. En ellos, se cuestiona la invisibilidad histórica del negro y su falta de representación, así como la folclorización y estereotipación que sufren los negros en un contexto socioeconómico que los ha instrumentalizado como señuelo turístico y objeto de consumo.

La apropiación no sólo se utiliza para cuestionar la representación tradicional, sino para reivindicar modos de obrar alternativos. Roberto Diago, en concreto, reivindica el arte pobre y el reciclaje desde presupuestos que nada tienen que ver con el mercado del arte internacional, sino con la situación material real de la que su arte emerge.

Finalmente, René Peña recurre a la auto-representación para abordar las consecuencias del racismo en la subjetividad, reflexionar sobre los estereotipos y considerar la piel y el cuerpo como vehículo de una subjetividad marcada.

El hecho de que la exposición del Mattress Factory se presente de nuevo bajo la inscripción de Queloides, nos habla de la voluntad de los curadores y artistas participantes de continuar un discurso abierto hace más de una década en Cuba, un discurso que aún se enfrenta a la resistencia del gobierno cubano, a pesar de que sea necesario para el progreso sociopolítico del país.

Más allá de esto, la complejidad de las obras presentadas en la exposición nos invita a todos a reflexionar sobre nuestras propias prácticas y concepciones culturales, y sobre todo sobre nuestra visión de nosotros mismos y del otro.

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