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Sociedad

Mucha comida y mucha policía: carnavales en los 500 años de La Habana

Los habaneros se asombran de la oferta, mientras siguen sufriendo el desabastecimiento en los mercados estatales.

La Habana

Antonio Blanco vive en Bayamo y está de vacaciones en la capital. Aprovechó el fin de semana para disfrutar de los carnavales habaneros y dice estar asombrado de las cosas que ha visto.

"En oriente los carnavales son otra cosa. A las 3:00 de la tarde, en Bayamo los carnavales están en su apogeo, pero aquí mira, esto parece un velorio".

"No hay música, ni una sombra, con este sol que está maldito. Y hasta las 6:00 de la tarde aún no comienzan a despachar. Ya las colas son inmensas y, cuando abren, peor. Hasta entonces, solo brindan servicio los particulares con precios muy altos. La gente de pocos recursos, como yo, tiene que martirizarse y esperar".

Antonio iba acompañado de su primo Héctor, custodio de un policlínico. El oriental quería ver los paseos que, según le contaron, eran vistosos, con grandes carrozas, bailarinas y faroleros. A las 7:00PM Antonio pensó que al fin comenzaba el desfile, pero lo que vio avanzar por la avenida, en formación, fue un escuadrón de policías.

El primo le explicó que en los últimos años la violencia en los carnavales de La Habana había crecido y en esta ocasión las autoridades se habían tomado en serio la seguridad en las áreas recreativas.

Un gran número de efectivos militares han patrullado todo el Malecón estos carnavales, incluidos Boinas Negras.

Tras la tropa de policías iba otra caravana: decenas de ambulancias en perfecta alineación.

La fiesta comenzó después. Varias personas coincidieron en que estos carnavales han estado "mucho mejor" que los de años anteriores.

"Esto es un oasis en medio del desierto", comentó Julia Veliz, de La Habana Vieja y carnavalera de cuna. "Hay el doble de los kioscos que otros años. La cerveza dispensada está fría. Hay comida cantidad y los precios están bastante aceptables, porque mientras el particular te vende la ración de cerdo asado a 40 pesos, el Estado la oferta a 23, así sucede con casi todos los productos".

"La superioridad de los particulares —explica Julia— es que están abiertos a cualquier hora y puedes comer sentado, con más comodidad, sin hacer colas que a veces son de horas".

La cola de cerveza dispensada del kiosco estatal Los Andes no terminaba nunca, pues cada persona que compraba y ya había marcado otra vez.

"Es una técnica para no tomar cerveza caliente", explicó Elías, de 58 años y vecino del Cerro. "Antes comprábamos cerveza en una vasija grande, para no hacer la cola dos veces, pero la cerveza se convertía en caldo. Ahora marco en la cola dos o tres veces y mantengo siempre la cerveza fría".

Katy Guzmán, dependiente del kiosco, se refirió a la organización establecida este año.

"El abastecimiento no ha fallado. Ni la cerveza. Mucho menos la comida. ¡Hasta cartuchos, que no los veía hacía años! Tenemos en la pizarra 17 productos. Llevo trabajando cinco años en los carnavales y nunca el abastecimiento se ha comportado así. Cuando algo está llegando a su fin, alertamos al administrador. 'El Negro' coge el celular, llama a la comisión encargada de la distribución, y en nada ya están aquí".

Según contó Katy, ellos están abiertos hasta que la comisión da la orden de parar. El día antes fue a las 2:00 de la mañana y a esa hora estaban todavía los 17 productos en la tablilla. Y la cerveza continuaba fría.

La situación contrasta con el desabastecimiento de productos en los mercados estatales que sufren los cubanos desde hace meses, lo que hace a muchos sospechar que el Gobierno ha intentado no irritar a los habaneros en estas fiestas.

"El Negro" administra dos kioscos de la industria ligera y confiesa que la cantidad de dinero que están recaudando "no la brinca un chivo".

"Ayer el kiosco recaudó 90.000 pesos y era solo jueves. Multiplica eso por los cientos de kioscos y timbiriches y preguntate de dónde sale ese dinero. ¿Y toda esta comida, y los aseguramientos? ¿O es que este carnaval es especial, porque son los 500 años de La Habana?".

Clara y Nélida son dos hermanas amas de casa. Viven en el mismo apartamento en la calle Águila y cuentan que llevan una hora en la cola para comprar pan con lechón.

"Tenemos que morir como Cafunga", dice Clara. "El gas se acabó y ahora el ciclo lo alargaron, no nos toca hasta la próxima semana".

"El pan con lechón asado cuesta solo cuatro pesos, vamos a comprar una buena cantidad y con eso pasaremos el fin de semana", añade.

Los paseos debían comenzar a las 9:00PM, pero a las 10:30 aún no habían arrancado. Cuando al fin dieron la orden de marcha, las primeras carrozas descubrieron que no tenían audio. Para colmo comenzó a caer una fina llovizna. La gente comenzó a correr y a guarecerse donde pudiera, y a la cabeza de la estampida iban los faroleros. Si se mojaba el cartón no podían participar en el desfile.

Antonio Blanco, el bayamés, corría junto a ellos mientras los criticaba. "¿Por qué abandonan la pelea? ¡Blandengues! ¡Allá en oriente ni la lluvia impide que la gente goce en el carnaval!".

*La periodista Yunia Figueredo colaboró en este reporte.

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