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Sociedad

¿Cuánto puede ganar un trotamundos español en Santiago de Cuba?

Así ven los cubanos una forma de vida que les parece imposible.

Santiago de Cuba

Estaba en un parque haciendo acrobacias. Tenía la ropa gastada e iba descalzo. Por el acento, deduje rápidamente su origen, pero pensé que podía ser otro turista de esos excéntricos que abundan por la calle, o un "comunista" de los que vienen a vivir barato en Cuba.

Ni una cosa, ni la otra. Era un artista de la calle y andaba de paso por Santiago de Cuba. Había recorrido ya diversos países de Europa, África y América, haciendo del arte callejero un estilo de vida.

Frente a él, un grupo de curiosos crecía con el paso de los minutos. Al terminar el número que hacía, se presentó como David, español, y respondió a preguntas de su público.

"¿Qué hace un yuma jineteando en Cuba?", le preguntó un hombre de aspecto rudo. El extranjero comprendió muy bien la jerga. "Soy un yuma, pero no estoy jineteando. Este es mi trabajo, soy un artista de la calle", contestó.

Relató que había estado en Italia y en África, donde tuvo que trabajar ocho meses para encontrar una forma de salir. "Estuve en Cabo Verde, ¿lo conocéis?". No recibió respuesta.

"¿Y en qué te trasladas?", lo interrogó una joven. "En lo que aparezca, cojo 'botella' casi siempre en auto o en barco".

Mientras David hablaba, me pregunté si un cubano elegiría una vida como esa: abandonar su país para recorrer el mundo con pocos recursos, en lugar de para buscar un futuro mejor en otra parte.

Quienes desde la Isla emprenden aventuras migratorias sin la gracia de un artista, en ocasiones pagan con la vida el sueño de un escape.

A David la Policía ya lo había requerido en varias ocasiones por "alteración del orden público". Pero —comentó— si terminaban imponiéndole una multa, se pagaría ella sola, porque él ya estaría muy lejos.

Alguien formuló la pregunta que todos se estaban haciendo: "¿Lo que recaudas en Cuba por tu trabajo te dará para salir de aquí?".

"No lo creo", respondió sin pensar.

"¿Y cómo piensas salir, mijito?", insistió la misma persona.

"Me he echado un amigo que es capitán de un barco que va hacia Panamá. Le he explicado quién soy, lo que hago y que no he agarrado mucho dinero aquí. Él me ha dicho que me lleva, que no le cuesta nada, que de todos modos él va para allá. Así que agarro la botella y me voy".

Para los cubanos, Panamá tiene un significado muy diferente: negocio, "mulas", compra de artículos que en las tiendas estatales no hay, para vender en la Isla.

"¿No tienes miedo a perder la vida con esos acrobacias y por tan poco dinero?", pregunté a David.

"Soy un artista de la calle y estos números de aquí los he practicado mucho. Duran diez minutos, pero son horas y horas de entrenamiento, estoy seguro de que no caeré. Los que tienen más dificultad, los hago con una colchoneta debajo", dijo.

Tomado por loco, por nómada o por excéntrico, David ya debe haberse marchado a Panamá sin preocuparse por la zona franca de Colón ni de la zona selvática del Darién, los lugares a los que suelen dirigirse los cubanos.

Para un español siempre habrá puertas que se encuentren abiertas. Todas las de América y un poco más allá. David se puede dar el lujo de hacerle ascos al sueño capitalista y, con solo mochila y manta —porque "es más fácil ocultarlas en caso de que te pillen"—, recorrer el mundo a voluntad.

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