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Opinión

Editorial: La sociedad civil tiene que luchar por el matrimonio igualitario en Cuba

Buena parte de América Latina ha legalizado en esta década el matrimonio igualitario, mientras las autoridades de la Isla, que hablan en nombre de una 'revolución', se muestran en todo su conservadurismo.

Madrid

Desaparece del Proyecto de Constitución el Artículo 68, que habría permitido el matrimonio igualitario. La Asamblea Nacional del Poder Popular habla de "diferir el concepto de matrimonio". Es decir, deja su definición para cuando, dentro de un par de años, se redacte y "discuta" el nuevo Código de Familia.

La legalización del matrimonio igualitario fue un tema sobre el que se polemizó con relativa seguridad para las autoridades. De lo contrario no habrían permitido las campañas efectuadas por diversas iglesias, que puntualmente desbordaron los templos hasta llegar al espacio público.

Discutir sobre el matrimonio igualitario evitó que se hablara sobre otras innovaciones constitucionales. De "la traición a la patria", por citar solamente un ejemplo.

Mark Twain, escritor y humorista, ofreció una receta para aquellos que se quedan calvos repentinamente: dejarse la barba. La atención general recae entonces en la parte inferior del rostro y se desentiende del cráneo. El Artículo 68 del Proyecto de Constitución ha sido la barba de ese calvo decidido a despistar.

La Asamblea Nacional explicó la supresión del dicho artículo "como forma de respetar todas las opiniones". Mienten: no son todas, e incluso si fueran mayoría, no componen una totalidad.

"No hay retroceso", se apresuró a declarar la presidenta del CENESEXMariela Castro pidió el SÍ a la Constitución y pidió cerrar filas para "lograr un Código de Familia tan avanzado como el nuevo texto constitucional". No le importó contradecirse y mentir: si el nuevo texto constitucional fuera tan avanzado como sostiene, no habría que esperar al Código de Familia.

Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, México (en muchos de sus estados), así como una multitud de islas caribeñas que dependen políticamente de EEUU, Francia, Reino Unido y Países Bajos, han legalizado ya el matrimonio igualitario. Mientras tanto, las autoridades de la Isla, que hablan en nombre de una "revolución", se muestran en todo su conservadurismo. Utilizan una Asamblea Nacional, de la que no cabe esperar nada, y postergan la solución a un asunto candente.

Es de esperar que las iglesias que hicieron campaña contra el matrimonio igualitario no emprenderán campaña por ninguna otra causa, pero volverán sobre este tema si lo consideran necesario.

Toca, pues, a la comunidad LGTBI luchar por sus derechos en tanto verdadera sociedad civil, independiente, no manejada por alguien como Mariela Castro, más interesada en la sobrevivencia política de su familia que en el surgimiento en Cuba de familias de nuevo tipo.

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