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Opinión

Amaury Pérez y la envidia de los aduaneros

Los artistas Amaury Pérez Vidal, Violeta Rodríguez y Luis Silva reconocen haber sido víctimas de los aduaneros y lo explican por la envidia.

Madrid

Amaury Pérez Vidal, compositor y cantante y conductor de un espacio televisivo vuelve a La Habana, donde reside, después de un viaje a Estados Unidos. Un viaje soñado, según confesó en un texto publicado en el perfil de Facebook de su esposa. Y en el mismo texto reconoce haber sido humillado "por el personal de la Aduana del Aeropuerto de La Habana de tal manera que no hay forma de describirlo".

Ya en otras ocasiones había sido tratado del mismo modo, dijo, pero había preferido callar. "Hasta ahora", escribió con muchos signos de exclamación.

La humillación es algo habitual en las aduanas de Cuba. La han sufrido en carne y equipaje muchísimos viajeros. Lo singular de este caso es que no parece salvarse de ella ni siquiera una tan conocida figura pública. Amaury Pérez Vidal, quien se ha autoproclamado hijo de Fidel Castro, ni siquiera así consigue inmunidad aduanera.

Lo más curioso, sin embargo, han sido algunas reacciones al texto en el que Pérez Vidal se quejaba. Violeta Rodríguez, actriz de telenovelas e hija del cantautor Silvio Rodríguez, explica lo ocurrido a través de la envidia. Dice de los aduaneros: "Tengamos en cuenta que son unas personas que como mucho han viajado de provincia a la capital".

Según ella, la envidia que esos funcionarios sienten ante quienes sí tienen la posibilidad de viajar hace que traten de humillar a estos últimos. "Ah, y si eres artista y sales en TV, peor!", sostiene.  

Otro actor, creador del popular personaje televisivo Pánfilo, Luis Silva, es de la misma opinión: "Yo quisiera bajarme del avión, y ya salir directo a la calle, para no tener que ver las malas caras, los pocos deseos de trabajar, el desgano, la mala forma. Pero es entendible. Porque nadie de esa gente viaja. Les molesta que vengas con cositas que has comprado. Con maletas llenas de todo lo que hace falta en Cuba (que es todo)".

Amaury Pérez Vidal, Violeta Rodríguez y Luis Silva reconocen haber sido víctimas de los aduaneros. La situación, tal como la explican los dos últimos, no podrá cambiar mientras no se resuelva la diferencia crucial entre quienes viajan al extranjero y quienes, si acaso, viajan a provincias. Aquellos que vuelvan del extranjero estarán siempre expuestos a los humores de quien los atienda en el aeropuerto. Y según sea el resentimiento de aquel o aquella que los reciba, así será la humillación.

Visto de esta manera, las cosas no podrán cambiar en lo inmediato. Aunque a Violeta Rodríguez y a Luis Silva, en tanto víctimas, les vendría bien hacer el esfuerzo de entender quién es quien los humilla y los humillará. Porque una víctima que no identifica del todo a su victimario tendrá más difícil la escapatoria, la salida o la solución.

De explicarlo por la envidia, como hacen ellos dos, esta no debería quedarse reducida a la de unos oficiales de Aduana. Mejor sería entenderla como sistema. Así: envidia en la Ofensiva Revolucionaria, envidia en quienes gritaron "¡Escoria!", envidia en cada acto de repudio, envidia como ingrediente esencial del cederismo, envidia en vigilar si el prójimo vive o no "por encima de sus posibilidades", envidia como motor de la chivatería y, para resumirlo en una ocurrencia popular, el cartel propagandístico aquel que rezaba en La Habana: "Señores imperialistas, ¡no le tenemos absolutamente ningún miedo!", y que la gente en voz baja subvertía con esta coletilla: "...pero sí tremenda envidia".

Más que unos funcionarios, quien humilla en las aduanas de la Isla es todo un sistema diseñado para la humillación de los cubanos. Tal vez Violeta Rodríguez y Luis Silva nunca se hayan detenido a pensarlo, pero es de sospechar que Amaury Pérez Vidal lo sabe muy bien. De lo contrario, habría apelado a alguna instancia oficial cuando los episodios anteriores, y no habría callado tanto tiempo. Y no retiraría del perfil de Facebook de su esposa la denuncia de esta última humillación, ahora que por fin se decidía a levantar una protesta pública.

El sistema de humillación tiene que seguir en funcionamiento, no hay quien lo pare, y a Amaury Pérez Vidal le corresponde hacer silencio cómplice de nuevo.

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