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Opinión

Los peligros del éter

¿Qué hay detrás de la visita a La Habana del expresidente ejecutivo de Google y de la elección del exalcalde de Miami como director de la Oficina de Transmisiones a Cuba?

Miami

Hace ya algunos años, la cuadra habanera donde vivía fue bloqueada por varias patrullas de la policía. En un operativo digno de una película de Hollywood, los uniformados treparon a las azoteas de las casas y los edificios, arrancaron los cables de conexión clandestina que iban a un distribuidor, también secreto, de canales de televisión extranjeros. En cada casa y apartamento donde descubrían televidentes infieles, recogían el carné de identidad y los obligaban a ir a la estación de policía a buscarlo. 

Al llegar al precinto había decenas de vecinos; unos frente a otros, penitentes, sentados en unos incomodos banquitos de madera. Era un verdadero mosaico de disidentes televisivos: profesionales, obreros, amas de casa, ex combatientes del MININT, el jede de vigilancia de la otra cuadra, una jubilada de las Fuerzas Armadas, y otros consumidores de "propaganda enemiga". En medio de todos, como evidencia inculpadora, una enorme montaña de cables y aditamentos pagados en dólares a los proveedores de servicios por cuenta y riesgo propio.

Después de llenar y firmar las actas de culpabilidad, nos pasaron por grupos a un salón donde un oficial explicaba cómo la televisión y la radio extranjeras provocaban "desviaciones ideológicas". Detrás de esos programas aparentemente inofensivos, explicaba con vehemencia, el imperialismo colaba su veneno, sus mentiras. Inmediatamente se hacía y respondía él mismo una de las preguntas más cínicas que pueden escucharse: "¿ustedes creen, compañeros, que los americanos nos dejarán hacer llegar las señales de televisión y radio cubanas a los Estados Unidos? Por supuesto que no, compañeros. Ellos saben que nuestras verdades les harían mucho daño".

Tras firmar un "acta de advertencia", fuimos liberados. Me consta que la mayoría volvió a poner los canales "subversivos". Sobre todo uno en español que, pensándolo bien, haría un favor al régimen por sus noticiarios; publican durante casi la mitad de cada emisión todos los crímenes y los asaltos que ocurren en el sur de la Florida. Sinceramente, se le debería dejar a la Isla para desalentar la emigración a la Ciudad del Sol.

Estos recuerdos y reflexiones vienen a tono con dos acontecimientos dispares, contradictorios, pero muy significativos por su aparente incongruencia. Por un lado, la visita a Cuba del expresidente ejecutivo de Google, y miembro actual de su directorio, Eric Schmidt; llegó acompañado del senador republicano Jeff Flake, un entusiasta de las relaciones con La Habana, quien tiene sus días contados en el legislativo. Por otro, la elección del exalcalde de la ciudad de Miami, Tomas Regalado, como director de la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB, por sus siglas en inglés), a cargo de las operaciones de Radio y Televisión Martí.

Si de sobra sabemos —y lo saben también los ideólogos del Partido— que la información alternativa es una punta de lanza que se clava bien adentro en la masa totalitaria, ¿de qué se trata esta visita?; ¿un Internet descafeinado?; ¿una red de redes para atrapar cual telaraña a los disidentes y a quienes van en camino a serlo? ¿Un parche internaútico antes de que reviente el grano de la desobediencia civil, comenzando por el espacio virtual? O menos simple: ¿un complot anti-Trump por su apoyo tácito a reestructurar Radio y Televisión Martí? 

La selección del ex acalde Regalado, más que un merecido ascenso a un brillante periodista, a un político honesto hasta el tuétano, hijo de un ex preso político, es un espaldarazo a un nuevo ciclo de "bombardeos mediáticos" en los cuales no hará falta la cablera clandestina ni las detenciones de cuadras enteras. Mucho menos se necesitará el evaporado Agente Orión, trabajando como insider. Hoy día, con la voluntad política de la Casa Blanca, y las nuevas tecnologías, es muy probable que las señales de Radio y TV Martí no puedan ser fácilmente bloqueadas.

¿Qué hará La Habana? Por ahora, buscar nuevas técnicas para interferir las señales. Nunca se puede menospreciar la creatividad e inteligencia de los ingenieros cubanos. A fin de cuentas, somos un solo pueblo: si hay un Miami próspero y moderno, también del otro lado hay un pueblo cautivo, envilecido, tras una muralla que ha resultado infranqueable por más de medio siglo. 

A no dudarlo, por la parte cubana vendrá una fuerte ofensiva diplomática internacional —ocurrió en el pasado—, para declarar ilegales esas transmisiones. 40 años después de la salida al aire de Radio Martí, y con un mundo —y una Latinoamérica— totalmente distintos, la probabilidad de éxito puede que sea pobre. Añadamos que esta administración norteamericana se impresiona poco por lo que digan o hagan las organizaciones internacionales.

Tomar la "agresión radioeléctrica" como una declaración de guerra por parte de Estados Unidos sería, en todo caso, adivinar los próximos pasos de la administración Trump: la riposta cubana vendría seguida de una réplica norteamericana contundente en otro nivel. Esto es peligroso; es algo a lo que parece no estársele prestando la atención necesaria. 

Por lo pronto, me gustaría decirle al hermano oficial de la policía que a cada rato se "cuelan" en el radio del auto las señales de Radio Rebelde y de Radio Reloj. Con la primera disfruto la narración de los partidos de béisbol de la Isla, aunque ya no conozca a ningún pelotero. Con la segunda tengo el placer de oírla unos minutos y después hacer girar el dial: hay otro mundo donde en los minutos no necesitan héroes.

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