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Opinión

Editorial: Identificar a los responsables de la catástrofe de Cubana de Aviación

El Gobierno cubano insiste en la propaganda antiestadounidense a pesar del dolor de las víctimas.

Madrid

Las estimaciones oficiales daban un mes de trabajo para identificar a todas las víctimas de la catástrofe del vuelo La Habana-Holguín de Cubana de Aviación. Al final, la identificación ha sido completada en ocho días.

El diario Granma no encuentra mejor modo de concluir su nota al respecto que con las opiniones de "la presidenta electa [sic] de la Academia Americana de Ciencias Forenses" y las de "un detective norteamericano". Granma cita a la presidenta de la institución estadounidense hablando de cuánto han dejado de aprender unos de otros los forenses cubanos y estadounidenses durante "70 años".

Lo más importante para el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba no es que cada una de las víctimas tenga ya su nombre propio, y ni siquiera que el Instituto de Medicina Legal haya mostrado en tan alto grado su profesionalidad, sino ubicar los trabajos de identificación de cadáveres en el diferendo Cuba-EEUU.

Ya apenas ocurrida la catástrofe aérea, el ministro de Transporte Adel Yzquierdo Rodríguez intentó responsabilizar al embargo (bloqueo, según él) de EEUU. Ahora, el trabajo en torno a las víctimas, constituye una baza nueva para la propaganda antiestadounidense. Según Yzquierdo Rodríguez, Washington es culpable de que Cubana de Aviación tenga que arrendar aviones. Y es culpable de que los forenses de ambos países no intercambien experiencias, según Granma.

Refiriéndose al desempeño de los forenses cubanos, el diario oficialista consignó: "Cátedra para el mundo". Y, aunque es de celebrar la agilidad y esperemos que profesionalidad de esos especialistas, el caso del avión La Habana-Holguín necesita de otras muchas cátedras, no para el mundo, sino para Cuba. Hay mucha información todavía por aclarar y no es convincente, por ejemplo, que transcurran tres días sin que se haga público el estado de salud de Mailén Díaz Almaguer, la única sobreviviente de la catástrofe.

Un silencio así obliga a conjeturar cuál pueda ser la intención final de la prensa del régimen: espaciar cuánto pueda la información, diluirla en propaganda política e ir preparando el terreno para escamotear el resultado de las investigaciones pendientes. Porque las  investigaciones pertinentes han echado ya luz sobre la identidad de cada una de las víctimas, pero falta todavía el resultado de las investigaciones que identifiquen a quienes convirtieron en víctimas a esas personas.

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