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Educación

Educación, el buque insignia que se hundió

Ideología aparte, Cuba tuvo un buen sistema educacional entre los años 60 y fines de los 80 del siglo pasado. Hoy no es así.

Los Ángeles

Cuba tuvo un buen sistema educacional —ideología aparte— entre los años 60 y fines de los 80 del siglo pasado, según los estándares del Tercer Mundo. Se erigió en la Isla una red de escuelas que elevó el "piso" escolar de la población y permitió formar a decenas de miles de profesionales universitarios.

Fidel Castro le hizo creer a todos que ello era posible por la superioridad del modelo comunista por él implantado. La educación gratuita y masiva, como "obra genuina de la revolución", constituyó junto a la salud pública el buque insignia con la que el caudillo vendió al mundo un estupendo producto político-ideológico. Con tanto éxito que, 27 años después de desinflarse por todas partes, siguen alabando la educación en Cuba.

Lo cierto es que todo fue postizo y con propósitos nada nobles. El comandante se acreditaba los honores, pero era el Tío Boris del Kremlin quien pagaba las cuentas, con subsidios entre 3.000 y 5.000 millones de dólares anuales. La improductiva economía "revolucionaria" era incapaz de sustentar aquellos cuantiosos gastos, muy por encima de sus posibilidades.

Los 115.000 millones de dólares que Cuba recibió de la Unión Soviética entre 1960 y 1991, Castro no los invirtió en el desarrollo económico del país para garantizar la educación y todos los gastos sociales de forma sustentable y autóctona, sino en aparentar —por razones dictatoriales— que en materia social Cuba era comparable a naciones desarrolladas en planes económicos disparatados y, sobre todo, en dar rienda suelta a su megalomanía.

El faraón caribeño intervino militarmente en Angola, Etiopía, Somalia, Namibia, Congo, Siria (contra Israel), Argelia (contra Marruecos), Panamá, República Dominicana, Nicaragua y Venezuela.

También creó, entrenó, armó y dirigió guerrillas rurales y urbanas, y grupos terroristas, en Colombia, Venezuela, Perú, Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, El Salvador, Guatemala y Haití. Devino líder del Movimiento de Países No Alineados y "redentor" del Tercer Mundo. ¿Cuánto costó todo eso?

Lavado de cerebro y control

El verdadero propósito de Castro al masificar la educación nunca fue altruista, tal como lo presentaba la propaganda. Su objetivo fue realizar el mayor lavado de cerebro en la historia de las Américas para sembrar en niños, adolescentes, jóvenes y todo el pueblo una visión edulcorada del socialismo y su dictadura, y dar una versión torcida de la historia, el mundo, la sociedad y la humanidad.

La educación como un "logro de la revolución" permitió al comandante atornillarse en el poder. Su imagen de filántropo social benefactor de su pueblo y de los pobres del mundo afincó el culto a la revolución cubana a nivel planetario.

Desde que fueron estatizadas todas las escuelas, la nueva enseñanza "revolucionaria" se dedicó a inculcar el desprecio a los valores de la cultura occidental, la democracia y las libertades del ciudadano moderno. Y a glorificar al dictador y su claque.

Por eso hoy en Cuba casi nadie se escandaliza de que quien es sorprendido con la Declaración Universal de Derechos Humanos en el bolsillo va a la cárcel por "propaganda enemiga". Ni tampoco sorprende que niños y adolescentes griten a los disidentes: "¡Abajo los derechos humanos!". Tal aberración se incuba en las escuelas castristas en todos los niveles.

Incluso la Campaña de Alfabetización, una obra positiva, tuvo intenciones político-ideológicas. Las primeras palabras que enseñaban los brigadistas Conrado Benítez eran loas a la revolución y a Fidel. Por cierto, Cuba con un índice de 23% de analfabetos en 1956 había sido reconocida por la ONU como uno de los países con menos iletrados en Iberomérica. La mayoría de las naciones latinoamericanas, y España, rondaban o superaban por entonces el 50%.

Además, fueron alfabetizados 707.000 cubanos, pero otros 272.000 siguieron siendo iletrados. No obstante, Fidel declaró a Cuba "territorio libre de analfabetismo". Como siempre, mintió. Por otra parte, para alfabetizar no era necesario implantar una tiranía marxista-leninista.

Daño físico y moral

Las barbaridades cometidas por el caudillo en materia educacional rayaron en la criminalidad. En un arranque de egolatría, en 1969 lanzó un plan "único en el mundo" que denominó Escuela en el Campo, de clara inspiración fascista.  

En sus años de bachillerato, Fidel Castro fue un admirador teórico del fascismo y del falangismo español. Y su padre, Ángel Castro, era falangista. El joven estudiante leyó con avidez Mein Kampf de Hitler, y se sabía de memoria fragmentos de discursos de Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera, el líder de la Falange española, según contaron después su profesor y tutor jesuita, el padre Armando Llorente, y su colega de estudio en el Colegio Belén y en la Universidad de La Habana, José Ignacio Rasco.

En Cuba se separaron niños y adolescentes de sus padres para someterlos al control del Estado y formar el "hombre nuevo", no por casualidad tomado prestado del "hombre superior" nazi, a su vez derivado del "superhombre" de Nietzsche, que Hitler soñaba para protagonista del nuevo orden fascista mundial que duraría 1.000 años. Castro y el "Che" Guevara lo querían formar para el orden mundial comunista, infinito en el tiempo.

Fidel ordenó la construcción de 535 gigantescas escuelas de enseñanza secundaria en los campos, de tres y cuatro pisos de altura. Se gastaron miles de millones de dólares durante 22 años, hasta la desaparición de la URSS. El propio dictador diseñó en parte el proyecto de la primera escuela prototipo en Ceiba del Agua (1971), provincia de La Habana, ayudado por dos arquitectas y un ingeniero.

En 1991, en el IV Congreso del PCC se conoció que la Escuela en el Campo tragó 10 millones de toneladas de cemento, 2.000 ómnibus rusos (Girón) para transportar a los estudiantes, 16 millones de toneladas de alimentos y 15 millones de toneladas de combustible, además del equipamiento técnico y docente, uniformes y el avituallamiento. Cada escuela tenía un hospital con 10 camas y ambulancias.

En su inmensa mayoría, los estudiantes secundarios y preuniversitarios fueron trasladados a vivir en aquellas escuelas. Internados en lugares remotos, eran obligados a trabajar media jornada como peones agrícolas. La promiscuidad sexual y la violencia verbal y física alcanzaron altos niveles. Miles de adolescentes resultaron embarazadas.

También para formar al "superhombre" castro-guevarista, Castro puso en marcha la Escuela al Campo. Los estudiantes de secundaria que permanecieron en las ciudades también fueron obligados a ir al campo a trabajar durante 45 días, conviviendo igualmente hembras y varones. No pocas niñas de 15 años se convirtieron en madres.

Fin por falta de cash, no por sensatez

El castrismo no suprimió aquella insensatez porque se percatara de que eran lesivos para la juventud, sino porque se acabó el dinero. Al cesar los subsidios soviéticos, los enormes inmuebles campestres fueron abandonados. Algunos se convirtieron en refugios de delincuentes que vendían todo lo que quedaba allí. Otros fueron convertidos en prisiones, o en viviendas, hoy vacías porque están rodeadas de marabú.

La Escuela Vocacional Lenin, modelo de la "educación revolucionaria", languidece devorada por el marabú. Tres cuartas partes de la escuela han sido entregadas a otros organismos.

Los subsidios de Venezuela cubrieron parte de los gastos educacionales por un tiempo, pero han venido a menos. Dado su parasitismo, incapaz de autosustentarse, la economía se hundió en una crisis terminal. Las exportaciones de bienes cayeron de 5.870 millones de dólares en 2011, a 2.317 millones en 2016, según cifras oficiales. Llega poco petróleo gratis venezolano y el turismo desde EEUU se ha encogido.

La educación nunca fue un "logro de la revolución", sino de Moscú. Sí sirvió para intentar cultivar el "hombre-masa" de que hablaba Ortega y Gasset, el que cree saber y no sabe, o que no sabe lo que debería saber. Se trata de otra vitrina hoy rota por la realidad. Un buque insignia que se hundió.

Y del dramático panorama actual de la educación en Cuba, y otras aristas del tema, me ocuparé en un próximo artículo.

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