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Resumen 2017

El año de los ataques acústicos

EEUU retiró personal diplomático y dejó de emitir visas en Cuba. El régimen habla de un 'Maine sónico'. Abundan las hipótesis, pero por ahora reina la incertidumbre en este tema que ha ocupado buena parte del año.

Madrid

Un episodio digno de una novela de espionaje ha terminado por congelar las relaciones entre EEUU y Cuba. Durante el mes de agosto salía a la luz pública que diplomáticos estadounidenses y sus familiares estaban sufriendo toda una serie de síntomas patológicos atribuidos a unos misteriosos ataques acústicos.

El Gobierno cubano no fue tan inmediato en reaccionar como en otros episodios del diferendo entre ambos países. Primero alegó no tener explicación para lo ocurrido y mostró interés en profundizar la investigación de los hechos, aunque declarando no tener responsabilidad en ellos. Más tarde ha negado la existencia de esos ataques contra diplomáticos extranjeros en La Habana.

A fines de septiembre, el Gobierno de Donald Trump decidió reducir a la mitad el personal estadounidense en su representación diplomática en la Isla. El Departamento de Estado dio orden a todos los empleados de la embajada que no desempeñasen funciones esenciales y a sus familias que abandonasen el país inmediatamente.

La consecuencia más notoria de esta decisión es que EEUU dejó de emitir visados en Cuba. Además, Washington aconseja desde entonces a sus ciudadanos evitar la Isla hasta tanto no se aclare la situación.

Confusión total

La confusión es el rasgo distintivo de esta crisis. Por una parte, el Gobierno estadounidense ha admitido que las autoridades cubanas están colaborando en la investigación de los sucesos. Pero a la vez ha destacado que el Gobierno de Cuba es responsable de evitar que se produzcan ataques al personal diplomático y a los ciudadanos estadounidenses en su territorio.

Por su parte, a mediados de octubre, el Gobierno cubano dio a conocer las conclusiones de la investigación que habrían realizado sus expertos: no existen evidencias que indiquen la ocurrencia de los alegados ataques acústicos y, para sellar el tema, el equipo médico y científico cubano, luego del análisis técnico pericial a las muestras sonoras entregadas por EEUU, certificó la imposibilidad de que estas causaran las afectaciones a la salud descritas por los diplomáticos.

No obstante, en las últimas semanas las autoridades cubanas han apostado por encorsetar el asunto dentro del marco del largo conflicto entre Cuba y EEUU, refiriéndose a ello como un "Maine sónico".

¿Quién? ¿Por qué?

Por lo pronto, sobre estos ataques poco se sabe: los sitios donde tuvieron lugar (las viviendas del personal diplomático, los hoteles Nacional y Capri), un número de afectados (24 estadounidenses y cinco canadienses), presuntas afectaciones médicas como malestar en los oídos (un ruido alto y ensordecedor, similar al zumbido creado por los insectos o a un metal arañando el suelo) y pérdida de la audición, mareos, dolores de cabeza, fatiga y trastornos cognitivos.

Abundan las hipótesis de quién podría estar detrás de los supuestos ataques: Rusia, China, Corea del Norte o Irán. De ser cierta alguna de ellas, quedarían en entredicho los Servicios de Inteligencia cubanos, pues significaría que otras agencias habrían actuado en el territorio nacional sin su consentimiento.

Otra hipótesis es que haya sido obra de sectores del régimen poco conformes con el acercamiento con EEUU efectuado por el Gobierno de Raúl Castro.

Tampoco han faltado las suposiciones de otra índole. Por ejemplo, varios neurólogos, entrevistados por The Guardian, han sugerido que los síntomas padecidos entre los diplomáticos estadounidenses podría haber sido causados por una forma de "histeria masiva" en lugar de los manejados ataques acústicos. Pero, ¿y los diplomáticos canadienses?

Por el momento estas no son más que especulaciones alimentadas por el halo de misterio que envuelve el caso.

¿Han existido realmente estos ataques? Por ahora resulta imposible una respuesta. Pero algo debe haber ocurrido cuando los daños se han centrado en un grupo de diplomáticos estadounidenses y canadienses y sus familiares.

En el supuesto de que las autoridades cubanas no tengan en verdad explicación para lo sucedido, tendrían que esforzarse en una investigación conjunta con EEUU, además de brindar seguridad de que la protección de los diplomáticos extranjeros está garantizada en la Isla, algo que no han hecho.

En lugar de alentar la vía del encontronazo, La Habana debería dar pasos que contribuyan a una vuelta a la normalización de las relaciones diplomáticas. Porque son los cubanos que cuentan con sólidos vínculos del otro lado del estrecho de La Florida quienes realmente padecen los inconvenientes del cierre de la embajada estadounidense en Cuba.

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