Back to top
Crisis de los misiles

El discurso de Kennedy que reveló el peligro de un holocausto nuclear cumple 55 años

La Habana no se ha recuperado del ninguneo de Washington y Moscú en una crisis que, según un historiador, podría haber usado en su beneficio.

Washington

"Buenas tardes conciudadanos. Este Gobierno, tal y como prometió, ha mantenido una férrea vigilancia sobre las operaciones del Ejército soviético en la isla de Cuba", con estas palabras el presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, comenzaba en 1962 un discurso llamado a intentar evitar una guerra nuclear, reporta EFE.

Este domingo se cumplen 55 años de ese crucial discurso, que fue emitido por radio y televisión y que tuvo paralizado a todo un país que escuchaba atentamente al presidente.

Con el discurso, Kennedy buscó evitar un holocausto que hubiera convertido, como dijo, "el fruto de cualquier victoria en ceniza en nuestras bocas".

A estas alturas, el escenario es bien conocido. El 14 de octubre de 1962, fotografías tomadas por aviones U2 del servicio de inteligencia estadounidense revelaban la presencia de lanzaderas y misiles de medio alcance en la región occidental de Cuba.

La Unión Soviética había instalado en la Isla 42 misiles con ojivas nucleares apuntando a Estados Unidos.

"Era evidente que estas armas estratégicas, que eran fiables y modernas, estaban destinadas a ser manejadas por la Unión Soviética y no eran para ser transferidas a Cuba", señaló la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en un informe ya desclasificado.

Esta información dio paso a 13 días de tensión en los que cualquier error de cálculo hubiera podido iniciar un conflicto de consecuencias difíciles de imaginar.

"La actitud del presidente fue fundamental para desactivar la crisis. Kennedy buscó evitar cualquier intercambio nuclear, ya fuera voluntario o accidental", dijo a EFE la historiadora jefe de la Oficina del Departamento de Defensa, Erin Mahan.

Una de las medidas clave adoptadas por el mandatario fue la creación de un grupo de trabajo formado por asesores de su confianza, la mayoría de los cuales pertenecía al Consejo de Seguridad Nacional.

Fue este grupo de expertos el que abogó por no escuchar a los responsables del Estado Mayor, que apostaban por un ataque aéreo a Cuba, y sugirió abrir una negociación con el Kremlin a través de canales no tradicionales, al tiempo que se implantaba un bloqueo sobre la Isla par evitar la llegada de nuevas armas.

"A través de iniciativas por canales no oficiales, Estados Unidos acordó no invadir Cuba y retirar sus misiles de Turquía. Por su parte, (el soviético Nikita) Jruschov se comprometió a desmantelar y retirar los misiles soviéticos y bombarderos ligeros de Cuba", explicó la historiadora del Pentágono.

La otra medida clave de esta crisis fue la decisión de Kennedy dirigirse al pueblo estadounidense y denunciar públicamente lo que ocurría.

"El camino que hemos elegido en estos momentos está lleno de peligros, como todos los caminos. Pero es el más coherente con nuestro carácter y nuestro valor como nación (...). Y un camino que nunca elegiremos, es el camino de la rendición y de la sumisión", dijo en su discurso.

Moscú y Washington consiguieron una solución sin vencedores ni vencidos, pero en La Habana el panorama se vio diferente. La decisión de Jruschov de negociar con Kennedy y ningunear a Fidel Castro —dispuesto a respaldar una eventual decisión del Gobierno soviético de usar los misiles—, enojó al gobernante cubano y tensó las relaciones con la URSS.

Un historiador oficialista citado por EFE opinó que si la Unión Soviética le hubiera permitido participar en las negociaciones, el Gobierno cubano habría tenido una oportunidad de oro para zanjar entonces con Washington diferencias aún vigentes en 2017.

"Se perdió un momento histórico", declaró el investigador del Instituto de Historia de Cuba Tomás Díez Acosta, considerado en la Isla el mayor conocedor del episodio que puso al mundo al borde de una guerra nuclear.

Díez Acosta dijo que La Habana habría llevado a la negociación la devolución del territorio que ocupa la Base Naval de Guantánamo, el levantamiento del embargo económico, el fin de las "acciones de subversión ideológica y propaganda" y de los "actos de piratería en las costas cubanas y sabotajes".

Los tres primeros aún encabezan la lista de exigencias del Gobierno cubano a Washington.

"Si hubiéramos participado en las negociaciones, lo hubiéramos hecho de forma constructiva. Quizás se hubiera entablado un diálogo, un intercambio de impresiones que hubiera podido evitar muchos de los problemas que nuestros países han enfrentado después", dijo Castro al periodista Ignacio Ramonet, según recoge este en el libro Cien horas con Fidel.

El Gobierno cubano prácticamente se enteró del acuerdo entre Kennedy y Jrushov por la prensa, a pesar de que incluía el desmantelamiento y salida de los misiles de su territorio.

La actuación soviética sentó fatal al Gobierno cubano, pero este "nunca quiso llegar a un enfrentamiento mayor con Rusia por agradecimiento", dijo Díez Acosta, aunque los vínculos sí se enfriaron a partir de ese punto o, en palabras de Castro: "eso influyó en nuestras relaciones durante años".

Y a pesar de que La Habana y Moscú mantuvieron su alianza varias décadas, "cuestionábamos, dudábamos de que fueran a intervenir en caso de agresión a Cuba", afirmó el historiador.

Lo único que ganó La Habana en ese episodio, consideró, fue "que desde ese momento todo el armamento que entró en Cuba entró gratis" y fue usado en "misiones internacionalistas" en países como Angola.

Díez Acosta sostuvo que los misiles desplegados en Cuba "no cambiaban el balance estratégico" entre las dos potencias en plena Guerra Fría, que el Gobierno de la Isla nunca pidió misiles sino "armas para defenderse" de una potencial invasión estadounidense y que Castro lo que quería era utilizar todo el asunto en un tratado militar con la URSS que se hiciera público.

"Pero el secretismo soviético nos trajo muchos problemas", adujo el historiador.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.