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Economía

Inversión y reglas de juego

El Estado cubano quiere ser juez y parte, productor y distribuidor, dueño y mendigo, y exitoso reproductor de las miserias humanas.

Madrid

El Gobierno cubano convoca a empresarios capitalistas de todo el mundo para que establezcan negocios en Cuba, pero... ¿qué garantías se ofrecen a estos señores de que sus propiedades no serán confiscadas alegando cualquier excusa, o de que su capital crecerá sin otra limitación que su propia capacidad de generar riquezas?

Por si las moscas, los inversores extranjeros prefieren lugares más propicios para arriesgar su capital, donde las leyes e instituciones no prohíban la acumulación de propiedades, sino que las estimulen.

Supongamos por un momento que el mercado de inversiones, o cualquier otro, es un partido de fútbol donde los inversores son los jugadores, las leyes comerciales y económicas equivalen al reglamento de este deporte y por supuesto, tendremos árbitros encargados de que el partido se celebre respetando las reglas establecidas. A nadie se le ocurriría que en medio del juego las reglas admitidas por todos fueran cambiadas para favorecer a uno de los contendientes. Tampoco el árbitro participaría en patear balones o atajarlos. En realidad, los partidos más deslucidos son aquellos en que el árbitro roba el papel protagónico a los futbolistas, pitando faltas inexistentes, anulando goles ysacando tarjetas a diestra y siniestra.

A eso se arriesga la función del Estado cubano en su afán controlador, alegando la defensa de los intereses del país. ¿Cuáles son en realidad los intereses de una nación? El primer interés de una nación es el bienestar de sus habitantes, y esta asignatura el Estado cubano no acaba de aprobarla.

Quizás todo sea culpa de una sobrevaloración de la capacidad de los propios gobernantes, que se creyeron inteligentes, abnegados y honestos a carta cabal, un equipo de superestrellas imbuidos de las mejores tácticas y estrategias y el mejor conocimiento de lo que necesitan, piensan y desean los ciudadanos, no importa que sean 11 millones.

Al parecer, los dirigentes confundieron el rol que les está asignado y de simples árbitros y servidores se convirtieron en protagonistas con capacidad de decidir qué, cómo y cuánto se produce o consume. Ha sido tanto su amor por los pobres que los han multiplicado, ser rico es malo, estar en la miseria es la mayor de las virtudes, y así vemos cómo Cuba se ha convertido, no sin esfuerzo hay que reconocerlo, en el mejor país del mundo gracias a que se han seguido las ideas y el ejemplo del "Che" Guevara.

Las ideas comunistas, ya no se puede ocultar, fracasaron. La utopía del hombre nuevo se convirtió en la realidad de decenas de miles emigrando cada año (la mayor preocupación de los cubanos es que Trump suspenda el otorgamiento de visas), mientras unos pocos y aguerridos hipócritas se reúnen en Sochi para cantar alabanzas a una ideología fallecida y enterrada hace rato.

¿Y todo esto a qué se debe? Pues nada más y nada menos que al empecinamiento del Estado en ser juez y parte, productor y distribuidor, dueño y mendigo, exitoso reproductor de las miserias humanas, el hambre, la envidia, la corrupción, el odio y la ignorancia.

¿A qué inversor honesto se le ocurriría asentarse en un país donde los nacionales son expoliados sin misericordia y carecen del derecho elemental a rebelarse contra la opresión? Solo la lacra del capitalismo mundial puede tener interés en invertir en Cuba.

El general presidente Raúl Castro debe mostrarse más decidido y acometer sin demora los cambios que su país necesita. No es cantándole a los héroes y mártires que vamos a escapar de la pobreza, ni remendando un sistema disfuncional como el marxismo. Para empezar, debería volverse a nuestra historia, a nuestras tradiciones democráticas que su hermano alabara en el juicio seguido en su contra por el asalto al cuartel Moncada.

En ese entonces, Cuba era un país que luchaba por deshacerse de una dictadura y continuar desarrollándose como nación independiente y desarrollada. En estos momentos es un ripio dejado atrás por la desaparecida Unión Soviética, navegando sin brújula y se podría decir que hasta sin timonel. La libertad individual de los cubanos, sin el yugo impuesto por la ideología comunista, permitiría a los gobernantes irse a descansar sabiendo que el país queda en buenas manos, las manos de ciudadanos libres y responsables que no necesitan tutores nacionales ni extranjeros. Entonces vendrían las inversiones.

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